—Genial, era lo único que te faltaba, que tu marido intentara matarte —rezongó Catalina, que visitaba a su mejor amiga en el hospital luego de enterarse del percance sufrido—... o tal vez es lo que ha querido desde el inicio, por eso todo lo que te hizo... —Shhh —hizo Mariel, con la voz ronca—, no hables tan fuerte, está dormido ahí atrás. Catalina en un inicio se sorprendió y, tras dar un par de pasos, pudo ver los pies del hombre luego de un biombo que le daba privacidad a la sala de esa habitación. —¿Y a mí qué? —preguntó la joven de cabello castaño devolviendo sus pasos hasta su amiga—. Yo digo que le digas todo y más pronto le das una patada en el trasero y lo sacas de tu vida. Mariel sonrió, el odio de su amiga sacaba a la luz su parte menos educada, y era un poco divertido de