—Estoy un poco cansado —declaró Mauro, que incluso suspiraba—. Casi cumplimos un año de casados y no hay ningún avance entre nosotros. Ella sigue enfrascada en el trabajo, no le intereso para nada. La joven que lo escuchaba, y con quien Mauro se había reunido en un café luego de muchos meses de no verla, frunció el entrecejo. Ella conocía bien la historia de su amigo y algo no terminaba de cuadrar para ella. —¿No dijiste que se estaban llevando bien? —preguntó Teresa Cásares, una azabache de cabello corto y ojos tan oscuros que bien podrían describirse como negros con quien el hombre mantenía contacto telefónico todo el tiempo. —No —refutó Mauro—. Dije que no nos llevábamos mal, pero amigos no somos, y qué bueno, porque no quiero ser su amigo, quiero que se enamore de mí. —Tal vez n