Capítulo 2

2784 Words
Sin esperar a perder un segundo más de tiempo, abro la puerta con rapidez y salgo a toda velocidad de casa. Es sólo hasta cuando vislumbro el coche de Luke que me permito dar una mirada hacia atrás por sobre mi hombro. Casi tropiezo cuando esos fríos ojos grises conectan con los míos. Mierda. Ethan me descubrió. Espero que venga detrás de mí y me obligue a entrar a casa. Pero no, él no lo hace. Ethan sólo se cruza de brazos y se queda mirándome con esos ojos llenos de frialdad y seriedad. Es como si me dijera «te veo» y, en efecto, él sólo se queda observándome, nada más, dejándome tan desconcertada. — ¿Estás bien, darling? — Mi mejor amigo pregunta tan pronto subo a su coche, arrancando a gran velocidad. — El perro guardián me vio — le digo aún un tanto aturdida, pero sacudo la cabeza cuando llego a la conclusión —: Seguro le cuenta a mi padre. — ¿Y no te preocupa? — Por supuesto que no, Luke — ruedo los ojos —. ¿Qué me puede hacer mi padre? ¿No ves que ya tengo algo más con que chantajearlo? Ahora que me puso al maldito perro guardián, es sólo que lo amenace con que no lo aceptaré y ¡voilà! Él hará lo que yo quiera. — No tienes caso, Abbi — sacude su rubio cabello mientras ríe —. Toma — dice, entregándome un tarro mediano con algún líquido de color verde. — ¿Qué es? — El tinte para el cabello de Bárbara. Bárbara Louwin es mi némesis personal y yo soy el suyo. Vivimos para odiarnos, para intentar ganar la batalla que, sin darnos cuenta, empezamos a pelear desde hace años. Así que sonrío abiertamente, complacida de que Luke se haya acordado de nuestra próxima pequeña travesura contra ella. — ¿Y seguro esto no es permanente? — Pregunto porque, a pesar de todo, no quiero llegar tan lejos. Incluso entre enemigos existen límites, aunque ella siempre puede empujarlos. — Sí, sólo dura cinco días — puedo sentir su mirada en mí mientras leo las advertencias y precauciones, asegurándome de que no haré un daño irreparable —. De todas formas, ¿qué importa? ¿Ahora te preocupas por ella? — Claro que no — dejo de leer inmediatamente —. Pero no quiero dañarle el cabello, Luke, no iría tan lejos. Él se suelta a reír con fuerza, provocando que lo mire de mala gana. — ¿Y quitarle el novio no es ir lejos, darling? — ¿Lo dices por Hunter? — Le pregunto con recelo —. Le hice un favor, créeme. — Nunca me vas a decir por qué le quitaste a Hunter, ¿no es cierto? Él ni siquiera te parece atractivo, Abbi. No es que Hunter no me parezca atractivo, porque lo es, habría que ser ciego para no notarlo. Pero el tipo es un total cretino, y ese simple hecho hace que todo su buen físico se vaya al carajo. — Se lo quité para que sufriera, ¿qué otra razón quieres? — Le digo ya cansada de su estúpido interrogatorio. — Hay algo más allí que no quieres decirme, Abbi. — Deja la paranoia, no hay nada más — miento —. ¿Tienes el shampoo aquí? — Está en la guantera del coche. ¿Estás segura de que ese es el que ella usa? — Sí, ese es. Abro la guantera para sacar el shampoo, lo vacío un poco por la ventanilla y, con cuidado de no manchar mi vestido, le vierto la pintura verde. Perfecto, mañana Bárbara tendrá un cabello hermoso. — Qué pena que no la podamos ver hasta el lunes — Luke refunfuña con voz quejona —. ¿Y cómo piensas hacerle llegar el shampoo a su casa? Le regalo una sonrisa ladeada mientras le digo —: No te preocupes por eso, tengo mis métodos. [...] — Tú — señalo al chico que pasa cerca de nosotros cuando entramos en la casa de Hunter —. Consígueme una piña colada con poco alcohol y asegúrate de llevármela a donde esté. No te demores. Me abstengo a rodar los ojos cuando el chico asiente con una sonrisa, emocionado de que le haya dirigido la palabra. — ¿Y en dónde está el descerebrado de Hunter? — Pregunta Luke, caminando a mi lado mientras mira con desagrado a una horrorosa pareja que no tiene idea de lo que significa tener clase, porque se están besando de la forma más vulgar posible en el sofá de la sala. — No sé. — Oh Dios, ¿ese no es...? — Luke se queda en silencio mientras mira con horror a los amantes exhibicionistas que están sobre el sofá. Miro con curiosidad a la vulgar pareja y me sorprendo al encontrarme con el rostro del descerebrado de Hunter mientras es besado por Bárbara. Cristo, ¿qué tan estúpida puede ser esa rubia? Y aquí vamos, preparo mi mejor sonrisa cuando lo llamo —: Hunter, querido — me acerco a ellos —. Ven para acá. Ya llegué, cariño. Bárbara ya puede dejar de ser tu distracción. Él empalidece cuando me ve y abre la boca tratando de formular palabra, pero es un intento en vano porque al final no dice absolutamente nada. — Maldita perra — masculla Bárbara, levantándose y acomodando en su lugar el vestido color rojo que lleva puesto. — Zorra — digo con voz neutra, mirando sólo a Hunter —. Ven para aquí, te he dicho. Él, obedientemente, se pone de pie y se acerca a mí, pero la zorra de Bárbara lo detiene antes de que pueda alcanzarme. — Si te vas con ella, se habrá acabado — ella le susurra, pero yo alcanzo a escucharla. Por supuesto, Hunter sabe lo que le conviene y pronto se zafa de ella y se acerca a mí. Toma de todas mis fuerzas tomarlo de la nuca y darle un beso, esperando que Bárbara finalmente entienda el mensaje y se aleje de él. Cuando por fin el asqueroso beso termina, me separo de Hunter y miro a Bárbara con una ceja arqueada, invitándola a que diga algo más. No lo hace. Observo cómo sus ojos se llenan de lágrimas que no se permite dejar caer, entonces da media vuelta y se aleja sin decir nada. — ¿Qué hacías con ella? — Miro a Hunter con rabia —. Te dije que te quería lejos de Bárbara. Te vuelvo a ver cerca de ella y me aseguraré de que mi padre termine todos los negocios con tu familia. ¿Entendido, Hunter? Él asiente, desviando su mirada hacia mis pechos que sobresalen en el vestido. — Deberíamos ir a una habitación, Abbi — me toma de la cintura, acercándome a él —. Llevamos un mes saliendo, tal vez ya deberías darme algo. Luke se ríe a mi lado, encontrando divertida la situación. — Claro, sube ya mismo — jugueteo seductoramente con los botones de su camisa —. Yo te alcanzo en unos minutos. Hunter me sonríe con lo que él cree es una sonrisa sexy, luego baja su mano para sostener mi trasero. Lo aparto de la manera más sutil que puedo, controlando mis ganas de darle una patada en las pelotas. — Te espero en la habitación de mis padres, es la de al fondo del pasillo, la de puertas dobles — dice antes de finalmente irse, soñando con un imposible. — ¿Qué planeas, Abbi? Porque obviamente no te vas a acostar con él — Luke pregunta mientras el chico desconocido de la entrada aparece con mi piña colada. Me la entrega mientras me regala una pequeña sonrisa sugerente que ignoro olímpicamente. Cuando comprende que no le daré mi atención, se marcha. — Escúchame con atención — me acerco a Luke para que sólo él pueda oírme —. En uno de los gabinetes de la cocina se supone que deben estar todas las llaves de las habitaciones de esta casa. Búscalas y sube a la habitación de los padres de Hunter, en donde él me está esperando. Enciérralo. Luke asiente con una enorme sonrisa y me guiña un ojo antes de marcharse a hacer lo que le pido. Bebo pequeños sorbos de mi piña colada y miro por encima de mis hombros a los invitados de la fiesta, encontrando que no hay nadie que valga la pena. — Abbi, amiga — como salida de la nada, Hillary se acerca y toca mi brazo suavemente, como si fuéramos intimas amigas. No lo somos. Muchos asumen que son mis amigos, pero ninguno lo es. Luke y Mason, sólo Luke y Mason lo son. Nadie más —. No te imaginas lo que vi hace unos momentos. Me sacudo de su mano y enrollo un perfecto rulo de cabello en mi dedo. — Si vas a decirme acerca de Hunter y la zorra de Bárbara, ahórratelo — ella hace una mueca y casi la puedo escuchar refunfuñar porque no tuvo el privilegio de ser la primera en contármelo —. Ya lo sé, yo misma los vi. Pero no te preocupes, ya sabes que a Hunter le gusta distraerse con la basura cuando yo no estoy. Hillary se ríe como si le hubiera contado un gran chiste. Es tan hipócrita. — Claro, claro — imita mi gesto y juega con un mechón de su cabello —. ¿Lo vas a perdonar? ¿Sigue hablando de Hunter? Por favor, como si lo que haga Hunter con su pene me importara. Lo único que quiero de ese imbécil es que se aleje de Bárbara, nada más. — No hay nada que perdonar, Hillary — la miro de mala gana, provocando que ella se encoja en su lugar —. Él tiene mi permiso para distraerse con la zorra que quiera. Ya sabes, tenemos una relación abierta. Deberías intentar hacer lo mismo con Brad. Ella me mira por varios segundos, completamente muda. Es obvio que no le gusta la idea de compartir su temporal y actual novio, pero es tan estúpida que terminará aceptando porque yo se lo he sugerido. Y en efecto, eso sucede. — Tienes razón, se lo propondré. Entrecierro mis ojos, mirándola. Mi Dios. — Sí, bueno — tomo más de mi piña colada —. Ya me aburriste. Voy a buscar a alguien más divertido para hablar — la miro de pies a cabeza —. Por cierto, el color de tu vestido está horrible, Hillary. Deberías escoger mejor tu ropa, mis ojos se lastiman de ver tanto horror. Ella parpadea para alejar sus lágrimas producidas por mis palabras, pero termina asintiendo sin decir nada más. Eso te pasa por hablar a mis espaldas, perra. Camino a las afueras de la casa, al enorme jardín en donde no hay nadie, y suspiro con alivio cuando ya me encuentro a solas. Ahora que el tema de Hunter y Bárbara está solucionado, no estoy de humor para aguantarme a nadie en estos momentos. Mientras miro la hermosa y enorme alberca, recuerdos de cuando era niña vienen a mi mente. Mi tía Destiny era tan alegre y dinámica. Ella era lo mejor en mi vida de niña. Cada tarde, cuando Bárbara y Mason iban a casa, ella jugaba con nosotros en la piscina para enseñarnos a nadar. Incluso mi hermana Fancy, a quien nunca le ha gustado nadar, se unía a nosotros. Sin darme cuenta, una sonrisa nostálgica se forma en mis labios. Quisiera volver a ser esa niña que reía por todo y no tenía toda esta amargura que justo ahora cargo en mi alma. Pero todo cambió y cada día parece ir peor. — Hormiga — me sobresalto cuando un musculoso brazo cae sobre mis hombros —. ¿Qué haces aquí? Te imaginé bailando sobre alguna mesa, dando algún espectáculo a los invitados. Me sorprendo al encontrarme con Mason porque no lo esperaba aquí. Él no acostumbra a venir a estas fiestas, pero supongo que su madre lo debió haber obligado para que acompañara a Bárbara. — ¡Qué chistoso, Mase! — Pellizco su abdomen con algo de fuerza —. Tendría que estar muy borracha para hacer algo así. Además, tu hermanita ya me dañó la noche. — ¿Qué hizo Bárbara? — Suena cansado, incluso exasperado, y sé que es así como él se siente. A Mason nunca le han gustado las peleas que Bárbara y yo llevamos a diario. Nunca se mete entre nosotras, pero sé que no es de su agrado esta guerra que su hermana y yo llevamos. Si por él fuera, estoy segura de que Bárbara y yo aún seríamos mejores amigas. Pero la vida no es tan simple, mucho menos la mía. — La encontré besuqueándose con mi novio — respondo su anterior pregunta mientras tomo un pequeño sorbo de mi piña colada. — Hormiga, tú fuiste quien empezó con todo esto. Y aunque te agradezco que te hayas metido con Hunter porque él era un imbécil con Bárbara, lo que hiciste estuvo mal. Así que ahora, lo siento, pero atente a las consecuencias. Ruedo los ojos. — Lo que pasa es que tu hermana no se aguanta una bromita — le digo un tanto divertida. Mase ríe un poco mientras me toma de los hombros para que quede frente a él. Cuando miro sus ojos cafés la sensación de estar en casa me invade, al igual que siempre pasa cuando lo tengo cerca. — ¿Bromita? ¿Quitarle el novio es una bromita? — Sacude la cabeza, luego me mira con seriedad —. Espero que termines pronto con Hunter, Abbigail, sabes que no me gusta verte con alguien más. — No empieces, Mase — sonrío cuando el dorso de su mano acaricia suavemente mi mejilla —. Sabes que no quiero a Hunter. — Lo sé, por eso permito que estés con él. Giro mi rostro al lado contrario cuando su pulgar llega a mis labios —. Mase, no. — Lo siento, Hormiga — sacude la cabeza y aleja su mano de mí. Él sabe que no estoy lista para eso. Dar un paso más allá de la amistad es algo para lo que aún no estoy preparada, y siempre se lo he dejado en claro. Suspiro con pesadez y decido cambiar de tema. Elijo un tema que no sea incómodo ni tabú entre nosotros. — Quiero hablarte de algo importante — tiro lo que queda de mi piña colada al césped y luego saco el shampoo de mi bolso —. ¿Podrías dejar por mí en el baño de tu hermana el nuevo regalo que le he hecho? — Ladeo mi cabeza hacia un lado y lo miro con toda la dulzura que puedo. — ¿Qué otra travesura harás ahora? — Me mira con ojos entrecerrados. — Mase, no importa, sólo ahórrame trabajo y déjale esto allí por mí, sabes que de cualquier forma conseguiré lo que quiero — él sólo me mira, considerando lo que le digo —. Mira, te prometo que esta broma no le durará más de una semana. Vamos, Mase, por nuestros años de amistad. — Jesús, mi hermana me va a matar — toma el shampoo y lo guarda dentro de su chaqueta —. ¿Me prometes que sea lo que sea que esto hará, no le durará más de una semana? — Te lo prometo — le sonrío enormemente y luego me impulso para dar un rápido beso en su mejilla —. ¡Gracias, gracias, gracias! — Sólo lo hago para que no termines haciéndole algo peor. Además, quiero saber cómo Bárbara te devuelve el favor. Tan odioso, pienso con una sonrisa juguetona. Lo pincho en el abdomen y él da un paso atrás, evitándome mientras ríe. — A partir de mañana, andaré con cuidado — le digo con una mueca chistosa que trae más risas a sus labios. Mason es una de las pocas personas que consigue hacerme reír y logra que traiga a la luz un poco de mi verdadera yo. O, tal vez, con Mase soy una persona diferente porque realmente me conoce y mi papel de perra nunca funcionaría con él —. ¿Y cómo vas, chico universitario? — Bien — asiente con semblante desanimado —. Malditas clases de negocios aburridas hasta la puta mierda. Cuando estoy a punto de decirle algún chiste para que ría, siento una firme y dura mano envolverse en mi brazo. — ¿Qué diablos? — Gruñe Mase. Cuando me giro, esos fríos ojos grises son con lo que me encuentro.
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