Me quedo en el auto mientras espero a que mi llanto cese. Siempre he odiado que, cuando lloro, queda la evidencia en la rojez de mi nariz y ojos, y ahora odio más ese hecho porque no puedo entrar así en el colegio.
No puedo permitir que nadie me vea débil.
— ¿Quieres hablar de lo que te pasó? — Miro a Ethan de reojo para encontrarlo fumando un cigarrillo, su brazo fuera del auto para que el humo no inunde el coche.
— Te he dicho que no me gusta que fumes — replico —. Y no, no quiero hablar de lo que me pasó.
— Y yo te he dicho que nadie va a cambiar por ti, muñeca, así que no esperes que deje de fumar — sus palabras traen nuevas lágrimas a mis ojos porque todo en lo que puedo pensar es que Ethan tiene razón. Mason no va a cambiar por mí, nunca va a dejar de ser un mujeriego —. Mierda,
