El dolor que sentí

1579 Words
No sé cómo reaccionar, si tomar mis cosas e irme o quedarme, porque la primera es fácil, dejarle ganar y no decir nada es fácil, pero quedarse es trabajar el doble, en demostrar algo por lo que ya trabajo, algo por lo que me esfuerzo y que verdaderamente amo, estar sobria, vivir, disfrutar de este lugar y esta vida es algo que para mí es un privilegio. Mi familia no dice mucho, ni él mientras avanzamos hacia la casa, yo quiero llorar pero estoy subida en un animal grande, sobre la espalda de un hombre que hace una semana me odiaba el triple que su padre. Lloro en silencio y me quito las lágrimas para no mojarle la camisa. Pablo me ayuda a bajar y su madre va en busca de su esposo a paso seguro por la casa, el hombre está sentado en la sala y sus hijos intentan disculparse conmigo como si esta fuese una de esas discusiones de rutina que tienen las parejas casadas por un tiempo largo. —Gabriel... —No quiero hablar de esto, María, tomé una decisión. —Es un conglomerado de negocios, tengo un 59% y ella no se va —anuncia la mujer.—A la gente se le da una segunda oportunidad, se les abraza y se les levanta cuando tienen problemas, Mina no tiene un problema, tiene un trabajo que le gusta y está demostrando madurez. —La gente drogada se muere o mata más gente, son peligrosos. —Cállate —dice la mujer y le da un lametazo. —¿Has conocido a un solo adicto bueno? —Gabriel era un adicto sí, pero es un hijo que criamos, con muchísimas presiones y Pablo no debería estar viviendo su vida y la de su hermano. Cuanto más pronto entiendas que se acabó, que tu niño ya no está y que seguimos teniendo dos hijos de los cuales ocuparnos es más fácil para todos —le informa su mujer.—Le has dejado de hablar a uno de tus amigos más queridos por esto. Gabriel, perder un hijo es insoportable, imagínate saber que tuviste algo que ver con ello. —¿Y tú te sientes libre de responsabilidad? —No, pero mi hijo no se ahogó en la piscina porque yo estaba drogado, mi hijo se murió en carretera, después de que yo intentara varias veces desintoxicarlo y que tú lo echaras de la casa. —Suficiente —interviene Marco.—Ya, ya, ya, déjenlo descansar, dejen a Pablo en paz y por el amor de Dios, no metan a Mina en sus traumas. —Mina no estás despedida —advierte María José.—Tú no hiciste nada, sol... esto es un tema delicado para nuestra familia, pero deberías estar fuera de ello. —¿Despedida por qué? —todos se giran ante la imponente voz de Demetrio.—¿Cuál es la causa del despido? —No será así, lo siento Mina, lo siento Demetrio. Gabriel se ha exaltado—intenta explicaer su esposa. —Me tomo las drogas muy en serio, Demetrio. Sabes que no me gusta nadie con ese tipo de problemas en mi casa y mi vida. —Demetrio aprieta la mandíbula.—No puedes venir y acomodar a tu hija exdrogadicta en mi vida, cerca de mis hijos, porque sí, Demetrio. No tengo por qué resolver tus problemas y lidiar con los de Sion. —Gabriel, entiendo que te traiga malos recuerdos pero no voy a permitirte ni por nuestra amistad insultar a mi hija. Mina, ¿estás consumiendo? —pregunta. —No, yo solo dije que no bebería alcohol, porque pretendo mantenerme limpia. —intento explicar, doy un paso y me acerco un poco a Gabriel y su esposa, y ellos ponen su mirada por completo sobre mí. —La culpa no es suya, nadie se droga porque quiera poco a sus papás o mucho a la droga, no es una competencia, no despiertas con ganas de arruinarle la vida a alguien, pero, la verdad, he conocido a muchos adictos y todos coinciden en que el dolor es más fuerte. Y he estado perdida y he vivido experiencias horribles, unas que me merecía y otras no. Estoy comprometida laboralmente con este proyecto, pero, sobre todas las cosas, estoy comprometida conmigo misma, en mantenerme sana, sobria, vivir muchos años, tener una casa e hijos, vecinos de años y cosas normales. Yo... no tengo ninguna familia, ni muchos amigos, pero mi sobriedad es lo único que llevo en la maleta en este momento. Y si haber chocado con un par de paredes porque me compadecía demasiado de mí misma por no ser elegida por mi papá o alguna familia mientras estaba en el orfanato. Bueno… tal vez... hubiese hecho lo mismo si me hubiesen adoptado ustedes o cualquier familia. Yo tenía un problema, y ya pasó. Creo que no es legal aquí ni en China ser despedido por su pasado, así que me iré de aquí y cuando se vaya regreso. Mis reportes y cosas las compartiré a través de doña María José y evitaré todo contacto con ustedes. Todos se quedan en silencio. Pablo, que suele ser un dolor en el culo, me acaricia el hombro y me pide que vaya por mi maleta. Le doy las gracias y él asiente relajado. En la sala se quedan discutiendo los Negreti con Demetrio. Yo trato de tomar todas las cosas que me son posibles y en menos de tres minutos tengo la maleta hecha porque en ella solo metí lo que saqué para esta semana, lo demás continúa empacado meticulosamente. Cuando regreso, Pablo toma la maleta y se acerca a su padre. Se inclina a su lado y le mira a los ojos. —Tenía mucho miedo cuando echaste a Gabrielito —pensé—. Si nos echan a la calle a todos, no tendremos qué comer y como él está enfermo, le perdonarán. Pero mi padre no da segundas oportunidades. Así que si no puedo convencer a papá, voy a intentar convencer a Gabrielito. Me fui y mi hermano se murió. No le apoyé porque me faltaban huevos. Lo último que me dijo sobrio fue: "Voy a internarme, voy a limpiarme y después iré a fotografiar Europa completo, aunque me muera de hambre". —Las lágrimas corren por los ojos de ambos—. ¿Y sabes lo que le dije? —No tengo idea. —Le dije: "papá va a matarte". Los dos asintieron como si todo estuviese claro para ambos. —Tenía días sin usar y lo asusté. Le dije una estupidez y cuando regresó del baño supe que se sabía cruzado. No tenía un peso, se metió un montón de alcohol y pensé: "papá nos va a matar". Y por un minuto, quise matarme. Entonces, lo jalé fuera del antro, lo arrastré a mi auto, él se rió, le puse el cinturón y comencé a gritarle cosas. Perdí la cabeza, le dije que él sí se limpiaría y que él se iría por Europa y yo a estudiar veterinaria y que seríamos felices, pobres, y tendríamos un papá enojado, y este podría morirse del coraje si quería. —Entonces... —insite su madre. —¿Qué pasó, Pablo? —Convulsionó, le quité el cinturón, vi la carretera, intenté bajar el asiento. Yo pensé unos minutos antes en que quería morirme. Entonces, dejó de sacudirse, intenté estacionarme y llamé a una ambulancia, reporté un incidente, pedía ayuda. Me preguntaron por el pulso, caminé asustado unos metros y entonces el camión... el camión... apareció de la nada... y lo mató. Yo quería morirme y se murió él. Su madre intenta abrazarle, intenta consolarle y él se niega. Demetrio y yo compartimos una mirada que interpreto como: podrías haber sido tú. —No peleé por él, papá, pero no me importa tu apellido de mierda, ni las apariencias. Tengo dos jodidas carreras, soy un adulto y no voy a vivir con miedo a decirte que eres un jodido imbécil y esperas una perfección que nadie da. Y sí, pedazo de mierda, el miedo y el dolor de tus hijos mató a tu primogénito, y sí, cinco veces sí, esta culpa no es de mamá, no mía, no del jodido conductor que se quedó dormido, tuya. —Me señala.—Si ella se va, yo me voy del proyecto. Pablo me toma del codo y me dirige hacia la puerta, sube la maleta y conduce fuera de la propiedad. Le miro en silencio y le dejo meditar sobre lo que acaba de decir. Sé que suena complicado y sé que hay mucha más complejidad de la que puedo dimensionar. Por ahora, y a través de las fotos, sabía que había un tercer hijo. Según las palabras de Pablo el otro día; “él había matado a su hermano”, pero esto, esta culpa tan cruda, esta verdad que su familia no estaba lista para escuchar, a pesar de que no parecían sorprendidos sino dolidos, le pido a Pablo que pare en la orilla de la carretera. Él me ve sorprendido antes de negarse, me imagino que le trae recuerdos de lo que pasó. Por lo que espero llegar al pueblo y apenas lo hacemos, se baja, rodea el auto y cuando llega a mi lado ya estoy fuera, esperándole, con los brazos abiertos. Le rodeo con ellos el cuerpo y le abrazo con ganas, acaricio su espalda y escucho su adolorido llanto.
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