Mírame

1085 Words
Felipe estaba en su propia nube cuando me acomodé encima de él. Sonrió y me dio un beso en los labios, luego en la mejilla y apartó el pelo de mi cara para mirarme. En ese momento, uno de los guardias de seguridad iluminó el auto desde la distancia, lo cual nos asustó a ambos. Decidí besarle de nuevo y Felipe se rió mientras el guardia tocaba la puerta trasera. —Ya salimos —gritó Felipe, y los dos reímos. Él me dio un último beso mientras se abrochaba los pantalones. Le pregunté cómo íbamos a salir de allí, y él lo hizo primero. Se disculpó con el guardia y le aseguró que simplemente se nos había ido el tiempo. Él me ayudó a bajar y yo le recordé que teníamos que limpiar el auto. —Dejaré todo como evidencia —los dos reímos y caminamos juntos hacia el elevador. Felipe tomó mi mano y me llevó hacia mi habitación. Nos miramos, pero ninguno de los dos dijo nada. Yo le di un beso en la mejilla y me despedí para arreglarme y dormir. Felipe y yo nos miramos mientras cierro la puerta y me río. Tomé una ducha un poco más tibia de lo que estoy acostumbrada porque mi pie no lo aguantó mucho, luego me llené de aceites para cuidar la piel y finalmente me puse el pijama. Encendí el aire acondicionado y escuché mi teléfono sonar en la cama. Lo tomé y de inmediato escuché a Raúl emocionado: —A las chicas les encantó. Las llevé a una cita y hablamos de lo que pasa en el primer grado y en la guardería. Me sé todos los chismes y al final RayRay me ha regalado una de sus estrellas. ¿Pregúntame cómo las gana? —¿Cómo las gana? —Finge que está dormida, babea y ronca falsamente, y la maestra la felicita como a nadie —Los dos reímos. —Sabes, he estado muy triste porque no quiero divorciarme por segunda vez y todavía la quiero, pero no voy a soportar que me acuse de haber sido el único infiel en nuestra relación, cuando ella empezó todo. —Ahh, cielo. —Lo sé, es complicado, pero en cuanto llegué, llamé a mi abogado, conseguí un abogado de divorcios y uno de custodias, y voy a pelear por mis hijas. No las voy a ver cuando a ella le dé la gana. Tienen una escuela, una casa, amigos, y yo voy a ofrecerle a su madre un divorcio amistoso porque llevamos seis años juntos y tenemos dos hijas pequeñas. —Eso es grande de ti. —Lo sé —respondió—. Esto es gracias a ti. —No sé qué hice. —Ser tú, Mina, recordarme que hay otras cosas... —¿No estás dejando a tu familia por mí? —No, me encantas de verdad, pero estoy peleando por mi familia. Esas dos niñas. —Necesitamos vernos, tengo que darte un abrazo ridículamente largo —Raúl se ríe y yo con él. A mí de pequeña me habría encantado que alguien me eligiera incondicionalmente, sin importar los negocios, qué dirán, la esposa o lo que sea. Y saber que fui parte de la alegría de esas dos chicas al menos alivia mi corazón, me llena de paz y felicidad, saber que Raúl quiere hacer todo por mantenerlas felices. Después de hablar con mis amigos, de pasar por una tarde espectacular con los chicos y Brenda, de hacerle una mamada espectacular a Felipe, me siento terriblemente caliente, pero es evidente que ha sido suficiente para él. Me quedo en mi cama en silencio y escucho a Raúl partir hacia la cocina. No digo nada, continúo leyendo en mi k****e y me doy cuenta de que hay detalles jugosos. Los protagonistas han aceptado tener algo más que un coqueteo de oficina, y yo leo con detalle lo que dice la autora mientras juntos mis piernas. Es demasiado excitante, y me pregunto si lo más decente que hacer es masturbarme leyendo un libro. Pero después de todas las conversaciones que he tenido con el señor Felipe, sé que esto es mejor que el contenido gráfico que solía consumir en mis días de calentura. Introduzco mi mano debajo del pantalón de mi pijama. Bajo despacio y me acaricio con delicadeza mi clítoris, movimientos, lentos y lineares. A mí me gusta, tratarme bien, paso delicadamente la yema de mi dedo contra mi clítoris mientras me imagino que soy la protagonista de esa novela a quien se empotran contra el escritorio, con ardor y fuerza, aumento el ritmo de mi dedo y abro en poco las pierna y subirla. Cuando estoy más cerca de mi orgasmo, con mi mano libre bajo el pantalón y lo dejo caer, y con mi otra mano introduzco mi dedo en mi sexo en busca del maravilloso punto G. —¿Mina estás despierta? —Ahh—El gemido se escapa de mii boca y Felipe se queda junto a la puerta, me mira y yo a él antes de sonreírnos el uno al otro, tomo una de las almohadas y me cubro el coño, él se ríe y me acerca el pantalón del pijama y yo me cubre el rostro con él. —¿Terminaste? —Sí. —Venía a preguntarte… Sí querías dormir conmigo. —¿Dormir? —pregunto y él asiente. —¿Solo dormir...? —Sí, pero con esta escena... —Qué aburrido—digo mientras me pongo el pantalón del pijama— pero vamos. —Siempre podemos masturbarnos. —propone cuando llego a su lado. Los dos sonreímos, él me besa en la mejilla y me carga hasta su habitación. Felipe me deja suavemente en su cama, y yo rodeo su cintura con mi pierna sana. Le beso y empiezo a desabrochar su camisa. Él parece incómodo y beso su pecho, susurro en su oído asegurándole que no tenemos que hacer nada que lo incomode. —¿Te importa si apago la luz? —Claro que me importa, porque estoy increíble y deberías verme. Y tienes una polla más sexy y grande de lo que he visto en el mundo. Así que mientras te masturbas ahí por el pie de la cama, estaré aquí con las piernas abiertas, observándote y tentándote. Felipe se queda quieto un par de segundos antes de ir y apagar la luz. Enciende las luces auxiliares y apruebo el cambio. Nos deshacemos de nuestra ropa y me acaricio ante su atenta mirada.
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