Capítulo 2: Un aprieto

1021 Words
Ya un poco más relajadas le pude contar la horrible experiencia de hace una hora atrás. Se había vuelto una especie de rutina, pero cada vez, las entrevistas se volvían más desagradables debido a la prominencia de mi vientre. Al parecer, uno cuando se embaraza deja de ser automáticamente un ser humano con sentimientos. Una herramienta inútil para cualquier empresa… si supieran de lo que somos capaces pensarían dos veces antes de invalidarnos del modo en que lo hacen. — Supongo que estamos en un aprieto… Estoy a un mes de quedarme sin reservas para autoabastecerme y tú ya estás a un mes de que la inmobiliaria te saque a patadas de aquí. — Por favor, no me lo recuerdes. Lo más ridículo es que yo terminé así por un descuido… uno bastante grande. Esta sociedad no te perdona nada, de lo contrario ya tendría mi trabajo digno como cualquier hombre. Ah, pero no. Ahí me acordé, soy mujer. Soy la que carga con el pequeño en su vientre así que mecánicamente paso a ser solo un recipiente. Me siento fatal. — Es una situación difícil… ya vamos a encontrarle la vuelta. — Pero en tu caso— retomé el hilo de mi comentario con cierta aspereza—, fue totalmente diferente. Vos tenías el trabajo de tus sueños y renunciaste. — Si, era el trabajo de mis sueños… me encantaba, pero ya no me hacía feliz. La gente que me rodeaba menospreciaba mis capacidades y hacía que a pesar de que trabajara el doble para que todo saliera bien, todo mi esfuerzo quedaba anulado… siempre aparecía alguno robándome el crédito o generando malestar… fue un ambiente cruel… no podía seguir rebajando mi dignidad por un lugar así. — Bueno, ahora no consigues trabajo y es lo mismo que nada. — me lamenté de ser tan desalmada, no estaba diciendo nada que ella ya no supiera perfectamente. Pero por alguna razón, sentía que al estar herida tenía el derecho de lastimar a los demás. Pensar en eso me hizo retractarme al instante, pero antes de poder plasmarlo en palabras, la miré para encontrar una mirada melancólica que sinceramente no quería ver. Odiaba verla en ese estado de trance, perdida en miles de posibilidades que pudieron ser pero que no. Ambas estábamos atadas a una realidad que no nos gustaba en lo absoluto. Pero al menos estábamos juntas… pero con mi egoísmo estaba despedazando aquel lazo que nos unía desde hacía años. — ¿Sabes algo? Podrías… — ¿Volver con mis padres? Sabes que eso es imposible. No con esto acompañándome. Todavía no me lo perdonan, ni siquiera me hablan. — refuté al instante, sintiéndome más tranquila de que realmente no había herido a mi amiga, a pesar de la crueldad con que le había echado en cara las cosas. — Lo sé… pero no me refería a eso. — volvió la mirada renovada hacia mí luciendo una pizca de picardía. No me atrevía siquiera a pensar en lo que estaría a punto de largar. — ¿Qué cosa? — pregunté intrigada. — Tienes a tu enamorado para pedirle que te de soporte en todo este lío. Al menos hasta que te acomodes con los gastos y las cuentas pendientes. — ¿Qué locuras dices? No hablé nunca más con él, ni siquiera quiso hacerse cargo de su propio hijo, cómo podría pedirle dinero. — Esa es la cuestión… — rio con suficiencia, ella sabía que su plan era más que perfecto. Estaba convencida que era una pésima idea. Pero estaba atravesando momentos desesperantes. En consecuencia, debía aplicar medidas igual de magnitud. Habían pasado dos semanas de aquella conversación con Ruthy y desde entonces el asunto no dejó de darme vueltas en la cabeza. Era simplemente descabellante, una vergonzosa y rebajante opción que ni en mis peores pesadillas la hubiera siquiera imaginado. Pero ahí iba, con mi panza de cinco meses liderando el camino hacia mi destino final. Atravesé la recepción, curiosamente no había nadie en atención al cliente y seguí en dirección a la oficina principal, dejando atrás algunas miradas curiosas al notar hacia dónde me dirigía con total determinación. Toqué dos veces la puerta con los nudillos y aguardé respuesta. Pasé dos segundos frente a una puerta cuyo cartel anunciaba que se trataba de la oficina del CEO de la empresa… así es, estaba frente a la oficina del director ejecutivo de una de las agencias de publicidad más importantes de la región. La puerta se abrió y lo que menos pensé era que él sería quien la abriera por sí mismo. Su cara se transformó en un instante. Ya lucía serio cuando me vio, pero cuando me reconoció a mí y al bulto que me acompañaba en mi vientre, su rostro se solidificó hasta parecerse a un témpano. Miró por encima de mi hombro y me dejó pasar, probablemente deseaba decirme un par de cosas pero prefería mantenerlo en la privacidad de su oficina. Antes de que pudiera decir algo, arremetí contra él sin darle tiempo a reprocharme absolutamente nada. — Creí que lo nuestro había quedado bien claro. — exclamó molesto. — No vine por mí, vine por tu bebé. — No es mío, hasta que no tenga las pruebas de ADN no tienes ningún derecho a decir una barbaridad como esa. — Eres un ridículo. Pero te tengo una pregunta, sabiondo. Para una mujer sola y desamparada, llamar la atención es muy fácil. ¿Qué tanto podría llamar la atención si levantara mi voz para comentarle al aire sobre quién es el padre del hijo que espero? Yo creo que tendría un impacto considerable en tus empleados, incluso si tan solo fuera una mentira, ¿no te parece? — ¿Qué quieres? — retrucó como el hombre de negocios que era. — Se supone que un buen CEO debería liderar con el ejemplo. ¿Cómo crees que tomen tus empleados el hecho de que no solo rechazas a tu propio hijo sino que además te niegas a brindarle apoyo financiero para su cuidado? — me desconocía a mí misma, no podía creer hasta dónde había llegado.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD