Kagome despertó jadeando. El sudor arropaba su piel causando que se vea brillante ante los rayos del sol que inundaban toda su alcoba. Mostró horro al darse cuenta de que estaba en la habitación y llevó una mano a su cuello, ya no dolía como el día anterior, pero lo de esa noche era una aclaratoria de que ella no tenía escapatoria mientras tenga esa maldición en su cuello. Inuyasha y ella estaban unidos. Levantó la mirada y vio a ese ser repugnante mirarla como si fuese una pequeña escoria. Inuyasha, la observó detenidamente por largos minutos en los que sus ojos dorados como el oro más hermoso y brillante la observaban, cada trozo de piel era analizado por su mirada haciendo que la joven sintiera ganas de vomitar. —Mataste a uno de mis hombres—habló por primera vez desde que Kagome abri