Era un día importante, uno que Silvana llevaba varios días esperando, su primer evento fuera del castillo, sin la emperatriz a su lado ni el príncipe Jonás escoltándola, también, su primera participación en una reunión social. Quería vomitar. – Señorita – la llamó la baronesa – debemos irnos. Silvana cerró los ojos para concentrarse y reunir valor antes de subir al carruaje. La cita era en la mansión Ramses y no llegaba a ella con una venda en los ojos, muchas de las mujeres que asistirían a la reunión eran jovencitas que en su momento de rebeldía fueron castigadas por sus padres y enviadas al monasterio una semana o dos. Durante ese tiempo la señora Stehphen se retiraba y dejaba a Silvana con una única instrucción, volverse cercana a esas jovencitas que pagarían lo que fuera por un p