—Tú sinceridad, quiero que seas sincera conmigo ¿Me extrañaste? —Mi pecho parecía querer explotar en latidos, mis bragas se humedecieron con su cercanía. Respondiendo su pregunta asentí—. ¿Qué tanto?
—Mu-cho —sonrió, cerró los ojos, inhaló sus pulmones y dejó caer todo su aliento en mi cara.
—¿Me creerías si te digo que te he deseado desde que te convertiste en mujer?
Recordando como me ignoraba niego.
—Eso es imposible. Nunca me ha mirado, mi existencia para usted era nula.
—Nunca la di a notar. Tienes que saber por qué —suspiró—. Mi abuelo Ela, mi abuelo no es un hombre fácil de contradecir. Nunca aceptaría nuestra relación, jamás.
—¿Entonces? ¿Por qué está aquí diciéndome todas las cosas que me dijo anteriormente? ¿Quiere que le de otra noche?
—No solo quiero una noche, quiero el resto de las noches contigo, Ela —me besó suavemente, estirando mi labio inferior suavemente—. Te juro que lo pensé más de un millón de veces, y en todos me daban esta solución. Que te buscara, que te dijera lo mucho que me encantas y lo que me haces sentir, sobre todo, que desde la noche que te hice mi mujer, no te he sacado de mi cabeza, y que cada día te adentras más a mi corazón.
—No juegue conmigo…
—No estoy jugando, Ela. Si por mi fuera te convertiría en mi esposa y te presentaría ante el mundo como la dueña de mi corazón, pero no puedo, él abuelo no lo permitirá.
—¿Entonces? ¿Me tendrá como su amante?
Tenía aún mi rostro sostenido entre sus manos, muy cerca del suyo. Me miró, produciendo un fuerte latido en mi corazón—. No quisiera hacerlo, pero no puedo evitarlo ¿Quieres ser mi amante?
—Qué propuesta indecente, señor Turner… y tentadora —sonrió.
—Escalaré, me esforzaré por ser el líder de la familia, y cuando lo consiga, nadie podrá refutar mis órdenes. Te convertiré en mi esposa, en la madre de mis hijos, en la reina de mi universo —tras un minuto de silencio, cuestionó—. ¿Aceptas?
—¿Sé casará con alguien más antes de mí? —negó—. ¿Y su novia?
—Ya no existe tal compromiso, se rompió la misma noche que se besó con mi amigo, sobre todo, cuando te hice mía.
Enarqué una ceja, porque no podía creer lo que decía. O sea, qué, por despecho fue que me llevó a esa playa, donde se emborrachó y luego me llevó a un hotel.
—Puedo imaginar lo que te estás imaginando, Ela. Pero no es así. tú me gustabas, me gustabas desde siempre. Nunca te vi en ningún otro lado que no fuera en casa, y esa noche te encontré ahí, luciendo tan hermosa como siempre, contenerme no fue posible.
Grito de perra loca solté cuando me dijo que le gustaba, que desde siempre le gusté.
—Acepto —dije sin titubeo, porque no me importaba nada, porque quería ser suya nuevamente, deseaba estar entre sus brazos y destrozarme en la habitación con él.
Que más daba ser la amante, si era de esa forma que me tachaban. Ahora lo sería en verdad, y no me arrepentía, no tendría remordimiento por esto.
Charles me besó, con ansiedad, deseo, que se yo. Pero lo hizo de una forma que encendió mi cuerpo e hizo palpitar ahí abajo mi centro. Con rapidez me elevó, abrió el coche y caímos en el asiento del copiloto. Creí lo haríamos ahí, no obstante, me llevó a un hotel, donde me desnudó con rapidez, dejando regada las prendas en cualquier lugar.
Caímos a la cama, donde nos compactamos al hundirse en mí— ¡Oh! —grité como una loca al sentir su pene abriendo mis paredes.
Como añoré que este momento volviera a suceder.
Charles, mordió mis labios, lo estiró hasta que no fue más elástico, abandonó mi boca para seguir bajando por mi cuello y llegar a mis senos, donde lamió sin restricción, provocando que mi v****a se humedeciera más.
Luego de eso, emprendió sacudidas que hacían rechinar los tornillos de la cama. Estábamos en un hotel humilde, donde los amantes se encontraban, y daban riendas sueltas al amor.
Yo era su amante, no me importaba serlo, porque lo amaba, porque lo deseaba, porque Charles Turner era el amor de mi vida.
Nuestros encuentros fueron más frecuentes, más candentes y excitante.
Mi vida mejoró, pudimos salir de ese lugar, mudarnos a una casa decente, la cual charles había comprado para mí, pero le hice creer a mi madre que la rentábamos.
Mamá creía que trabajaba en una verdadera agencia de modelajes, sin embargo, no era así.
Estaba estudiando modelaje, porque una amiga de Charles me estaba enseñando, para cuando el ascendiera en la empresa, y fuera el jefe, me daría la oportunidad de cumplir mi sueño.
Yo dejé de trabajar, porque Charles así lo quiso ya que él, correría con los gastos.
Mamá estaba feliz, incluso quiso conocer a quienes me habían dado la oportunidad, Charles se encargó de contratar a sus empleados de confianza, para que nuestra mentira no quedara descubierta, ya que mamá conocía a Vanesa, la mejor amiga y mano derecha de Charles, y si se la presentaba, seguramente ataría los cabos sueltos y llegaría a la verdad, sobre que, era la amante de Charles Turner.
Nos habíamos esforzado tanto por mantener esto en secreto que, no podíamos quedar al descubierto, no por ahora. La única que conocía nuestra historia, era el chofer de Charles, Vanesa y aquellos empleados, los cuales le había acompañado desde que era muy pequeño, y tenía el total apoyo de ellos. A pesar de que Vanesa parecía odiarme, no sabía el motivo o la razón, ya que ella y Charles habían sido amigos desde la preparatoria, hacía todo lo que Charles decía y sin rechistar.
Mi vida se convirtió en un cuento de hadas, porque estaba junto al hombre que amaba, siguiendo mi carrera, porque no solo estudiaba modelaje, también seguía la universidad, pero con clases particulares. Mi hermoso amante, Charles Turner, se encargó de prepararme los mejores maestros extranjeros, para que pudiera culminar la universidad.
El cuento de hadas se terminó cuando decidí asistir a una fiesta que realizarían las chicas que me ofrecieron trabajo cuando nadie lo hacía. A pesar de que se dedicaban a esa vida, yo nunca dejé de frecuentarlas, fueron muy amables conmigo y conformamos un lazo de amistad, más que todo con dos.
Confíe en ellas, creí en su amistad, pero se vendieron, por unos cuantos pesos se vendieron y formaron un complot junto a los Turner para destruir mi relación con Charles.
Lo que más me dolió, es que él no creyó en mí. Bastó que sus ojos me vieran en la cama con otro hombre para asegurar que era una ramera.
—Al final resultaste ser igual que ella.
—Charles, te lo juro, ¡no sé cómo llegó ese hombre aquí!
Quise tocarlo, pedirle que me escuchara, pero me apartó de su lado, me lanzó de vuelta a la cama y me gritó el asco que le producía. Corrí detrás de él, me abracé de su cintura, supliqué que me escuchara, que me diera la oportunidad de explicarle como sucedió todo, pero Charles no me escuchó, Charles se fue dejando mi corazón destrozado, herido, lastimado, sangrando gota a gota como un moribundo a falta de sangre.
Ya esa persona se había ido, Charles lo sacó a patadas de lo que era nuestro nido de amor. A mí me dejó ahí, sola, destruida, porque si me sacaba de esa forma, se darían cuenta que había sido un cuernudo, y eso para su intachable reputación, era una gran ofensa.
Imágenes de Charles junto a su ex, me llegaron al día siguiente. Había dormido con ella, se había vuelto a acostar con la mujer que lo traicionó hace años atrás.
Charles y yo, llevábamos tres años siendo amantes, tres años amándonos bajo las sombras, como unos completos amantes. Pero hace dos días que nos alejamos por lo que pasó, donde amanecí con un desconocido en mi cama, el cual no sabía cómo había llegado. Ahora Charles aparecía con su ex, en la cama de una lujosa habitación, los noticieros reportaban que había regresado, que las campanas de bodas sonaban, y eso me rompió.
Me enteré de que estaba embarazada de un mes, lo primero que hice fue ir a contarle a Charles, porque él había dicho que, si algún día teníamos un hijo, lo presentaría ante la sociedad como su hijo, aun cuando no fuera legítimo. Pero lo que recibí fue rechazo, no quiso verme, no quiso escucharme.
Volvió a darme la cara cuando mi madre murió, para ese entonces ya estaba muy barrigona, y al ver mi vientre, solo me observó y aseguró que realizaría una prueba de ADN, no tenía miedo de que lo hiciera, ya que sabía que era su hijo, pues las semanas de embarazos eran más de las que cuando sucedió aquello.
Charles continúo apoyándome, enviaba dinero para mis controles, medicinas y más, pero no volvió a tratarme con devoción y amor, pues era el típico macho que no perdonaba una infidelidad.
—Iba a revelarme contra mi abuelo por ti, estaba dispuesto a hacer todo por nuestra relación, y tuviste que engañarme.
—Charles, yo…
—¡Cállate! ¡Cállate porque nada justifica que me hayas traicionado!
—¡No te engañé porque quise, pusieron algo en mi bebida!
—Son excusas baratas que toda traidora da. Nunca Ela, nunca voy a perdonarte.
Salió de casa, volviéndome a dejar el corazón destrozado. Al día siguiente, su ex, o mejor dicho su ahora novia apareció en mi casa, igual de barrigona que yo, asegurando que su hijo, era de Charles, y que su hijo sería legítimo, no como el mío, un bastardo.
Esa tarde acaricié mi vientre, sollocé fuertemente porque solo tendría a mi hijo, menos a Charles. Seguramente se casaría con su ex, porque a ella si aceptase su familia, pero a mí, no me aceptaban, y jamás me aceptarían.
El día del parto no llamé a Charles, o bueno si lo llamé, pero no contestó. Decidí ir sola al lugar donde me había indicado, imaginé que estando ahí, le darían aviso.
Llegué muy pálida, tanto que al ingresar me caí, podía ver los médicos corriendo hacia mí, tomaron mi pulso y me subieron a una camilla. Antes de que me llevaran vi a Charles llegar, venía junto a su novia, la soltó y vino a mí.
—¿Qué sucede?
No dije nada, solo giré mi rostro y cerré los ojos, dejé que el médico le contara lo que pasaba, que nuestro hijo estaría por nacer.
Al despertar, Charles estaba a mi lado, en su mirada había decepción, desilusión y mucho resentimiento.
—¿Nuestro hijo?
Sonrió con amargura.
—Tu hijo, Ela. Porque mío, no es.
—Charles...
—Aquí están las pruebas —dijo al inclinarse frente a mí—. Está, es la última vez que me verás. No quiero volver a saber de ti.
Se alejó, quise levantarme para tomarle la mano, pero la herida en mi vientre me lo impidió.
—¡Charles! ¡Vuelve! ¡Es nuestro hijo! ¡Nuestro! —le grité, porque era nuestro, yo sentía que era nuestro. No entendía porque las pruebas arrojaron negativas, no lo comprendía.