No recuerdas

1489 Words
Kagome Higurashi miró una vez más el pozo frente a ella, luego giró el rostro ante la mirada dulce de su madre. Le regaló una sonrisa a su familia, amaba estar con Inuyasha y sus amigos, pero jamás negaría que la tristeza la atrapaba cada vez que tenía que irse y alejarse de los que amaba. Ella sabía el riesgo que corría cada vez que abandonaba su hogar para ir a otra época, aun le parecía una locura que fuese capaz de atravesar el tiempo por un pozo, pero aun así la idea de seguir haciéndolo era tan emocionante. Por lo que le sonrió con mucho animo a su madre, su madre al verla sonreír como un ángel no le quedó de otra que también regalarle una enorme sonrisa. —Los amo—habló con una pequeña sonrisa en los labios. —Cuídate hija—escuchó la voz de su madre y regalándole la última sonrisa se lanzó al pozo. La luz violeta con rosa la envolvió, eso se aseguraba que pronto estaría en la época antigua. Donde desde que rompió los fragmentos se había vuelto parte de su vida. Parte de ella. —Ya estoy aquí—murmuró la joven con mucho entusiasmo. Le encantaba el lugar porque los altos arboles verdes se alzaban con fuerza. Kagome amaba la naturaleza. Le encantaba el lugar porque sabía que una parte de su corazón sabía que aquel lugar la hacía sentir plena, como si ese tiempo fuese exacto para ella, para sus sentimientos, para sus emociones. Por eso miró todo con tanta admiración, porque ese lugar le había permitido conocer a una persona increíble, alguien con quien no solo formaría una simple amistad, sino que también le daba esa sensación de amor en su pecho. Porque ella amaba a Inuyasha. Caminó por el bosque hasta el árbol sagrado, subió donde un día se encontraba Inuyasha flechado. Su mente siempre le hacía recordar al muchacho grosero que conoció aquella vez. —Aquí te conocí—susurró la joven—espero jamás arrepentirme porque apareciste en mi vida—ella sonrió—me alegro tanto de tu llegada a mi vida Inuyasha. No sabes cuánto atesoro los momentos que hemos compartido en mi mente—susurró. El transcurso para que dé odiarla Inuyasha pasara a preocuparse por ella de pronto le pareció muy rápido, así como esos lindos sentimientos que fueron floreciendo en su corazón. Caminó hacia la aldea de la anciana Kaede, muchos aldeanos la conocían y la querían mucho ya que ella tenía un corazón realmente puro. Kagome ayudaba a todo aquel que lo necesitara, nunca apartaría la mirada ante alguien que necesite de ella. —Ya llegué—grita ingresando a la cabaña de la anciana Kaede. Encontró a la mujer cocinando y giró a verla con una sonrisa alegre, así era Kagome, se ganaba el corazón de las personas con mucha facilidad, por eso era tan amada. —Mi niña que bueno que estés devuelta—dice la anciana Kaede alegre mirándola con cariño, porque desde hace un tiempo que ella se había involucrado en la vida de todos, apareciendo para dejar huellas en todos esos hermosos corazones. —¿Cómo estás anciana Kaede?—pregunta la joven, siempre mirando el bienestar de otras personas. —Yo muy bien Kagome—le respondió con una sonrisa sincera. —¿Y los chicos?—pregunta al notar que sus amigos no se encuentran dejando su pesada mochila a un lado y tomando asiendo para poder conversar con la mujer con mayor comodidad. —Ellos están peleando contra un monstruo—murmura Kaede algo distraída. —¿Volverán pronto? —Si. Pasó la tarde hablando con Kaede hasta que sus amigos llegaron. —Kagome—grita una feliz Sango abrazando a su amiga. —Hola Sango—dice devolviéndole el abrazo. —Qué bueno que este aquí señorita Kagome—dice Miroku. —Sí, gracias. —Kagomesita—dice el pequeño Shippo. —Hola Shippo—Kagome lo abraza—¿dónde esta Inuyasha?—en ese mismo momento todos sintieron una gran energía demoniaca, salieron corriendo a donde estaba la energía demoniaca. Encontrándose a Naraku e Inuyasha. —Inuyasha—llama Kagome. —Kagome, tengan cuidado—alerta Inuyasha—maldito infeliz, ¿ya planeas devolver los fragmentos que tienes?—preguntó Inuyasha mirando al demonio que más odiaba en toda su vida. No Inuyasha, vine para robar los que tienes—aclaró con ese tono juguetón que siempre poseía. A Naraku le encantaba verlos perder la paciencia con todo lo que decía, aunque sabía que la de Inuyasha era muy fácil de hacer caer. Naraku ataca a Inuyasha con una espada, e Inuyasha usa la tesseiga utilizando el viento cortante. Kagura también estaba allí, hizo su ataque de danza de las cuchillas y Sango utilizo el hiraikotsu, esquivando las cuchillas. Narra Kagome. Tomé mi arco y las flechas empezando a atacar, Naraku envió un ataque hacia mi e Inuyasha se desconcentró por lo que Naraku envió también un ataque a él. —¡Osuwari!—grite con todas mis fuerzas e Inuyasha besó el suelo. Respiro agitada viendo al demonio mirar a Inuyasha ocon burla, pero eso es lo de menos cuando por poco lo matan. —Que vergüenza híbrido, que una humana te proteja—se burla Naraku—esperé más de ti, hablas mucho y poco haces—Inuyasha se levanta y lo veo gruñir mirando con rencor al demonio que le quitó la vida a la mujer que él amaba. —Cállate infeliz—dice Inuyasha y agita la espada—viento cortante—grita con todas sus fuerzas. El ataque no le dio a Naraku, pero eso lo aprovecho para atacarme y enviarme lejos, haciendo que me golpee con una roca en la cabeza y luego todo se tornó oscuro. Narra la escritora. —Nos volveremos a ver Inuyasha—dijo Naraku antes de desaparecer. Los compañeros de Inuyasha respiraron agitados por el encuentro con el demonio. —Kagome—Inuyasha mueve a la joven, pero ella no hace nada—maldición Kagome no me hagas esto—Inuyasha percibió el olor a sangre de Kagome y se la llevó a la aldea enseguida. Pasó toda la tarde y Kagome no despertaba. Inuyasha salió hacia el árbol sagrado ya que le desesperaba ver a Kagome en ese estado. Narra Kagome. Abro los ojos lentamente, me duele mucho la cabeza y mi cuerpo pesa. Siento que tengo la cabeza vendada, ¿qué pasó?, es lo último que recuerdo. Cuando logro acostumbrarme a la luz miró a mi alrededor, ¿dónde estoy?, yo no conozco este lugar, me levanto rápidamente lo cual fue una mala idea ya que me sentí mareada enseguida. Veo entrar a personas que jamás en mi visto he visto. —Kagome, que bueno que despertaste—me dice una chica bonita, yo sigo atontada, ¿me conoce?, claro que me debe conocer dijo mi nombre, aunque la pregunta es ¿de dónde? —Señorita Kagome ¿se encuentra bien?—dice ahora un chico con un ¿pañuelo en la mano?, y esa ropa extraña que tienen, por kami (Dios se significa kami en japonés), estamos en pleno siglo XXI. Me quedo en silencio, luego entra un niño. —Kagomesita, ¿te encuentras bien?——observo mejor al niño, y los niños no tienen cola, ¿o si? —Kagome, ¿qué pasa?—pregunta la chica preocupada. —¿Quiénes son ustedes?—sus ojos se cristalizan y lágrimas caen por ellos. —¿No recuerdas nada?—niego con la cabeza y ella llora más fuerte. —¡Quiero estar con mi madre y mi papá, ellos están esperando un bebé necesito ir y estar con ella! —Kagome, tu hermano nació hace mucho, debe de tener ocho años—dice la chica, y yo la miro como si está loca, me miro y noto algo, soy mayor, estoy grande, no soy una niña. —Quiero ir con mi madre—digo firme con lágrimas en los ojos. —Kagome—susurra la chica. —¡Que quiero ir con mi familia!—grito enojada, ellos asienten. —Kirara—grita la chica—lleva a Kagome al pozo—la gatita se convierte en una gata gigante y mi corazón se paraliza. —¿Qué es eso? —Es mi gata, ella se transforma—habla la chica bonita como si fuera lo más obvio. —Esto es de locos—susurro para mí misma, me monto en la cosa de dos colas y comienza a volar. ¡Volar! Me volví loca, luego de un rato llegamos a un pozo, la cosa de dos colas se vuelve nuevamente en la hermosa gatita. Miro el pozo, ¿ahora tengo que entrar aquí?, no lo pensé más y me lancé, una luz rosada con violeta me cubre y luego pasa...
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