. . . . . Mis ojos se habían cerrado algo incrédulos en el frió sofá, con una manta y una almohada, me dejaría dormir aquí. Obviamente me lo tenía bien merecido, sin embargo, Verónica se merecía toda mi sinceridad y más que eso. —¡¿Lo dejaste dormir en el sofá?!—escuchaba decir en un grito y susurro a la vez, sonaban en mi cabeza las palabras, parece que estaban cerca mientras yo seguía medio dormido.—Oye, no lastimes a Jon. ¡Qué cruel! —Cállate, lo defiendes sin saber qué pasó. ¡Ahora se cree donjuán! —¿De verdad? —¡Que si!—y risas, risas por lo bajo, pero risas.—Pero míralo, esta todo tierno en el sofá, aún así, se lo tiene merecido. —Pero cuéntame, ¿qué fue lo que hizo como para que en un reencuentro tu lo mandes al sofá? —Mejor ni te cuento, termina de prepararte. Me mov