POV SEBASTIAN.
Amaba las mañanas frescas, donde la ventisca eran tan helada como refrescante, me gustaba tomar un café bien cargado mientras admiraba la grandeza que me rodeaba y no hablaba de los edificios enormes de New York, si no de la inmensidad de los cielos espectaculares que nos brindaba la tierra en cada amanecer y atardecer, por eso a pesar de que mi día comenzaba a las nueve, me gustaba despertar a las cinco menos diez para poder apreciar como el sol se posaba en lo más alto. Me encontraba sentado junto a una mesita ratonera que había puesto en el balcón de mi departamento, disfrutaba de mi café matutino, mientras leía el periódico de la ciudad. Hoy tenía una importante cita con una futura clienta del bufete, la dueña de una marca de galletas de importación, se separaría de su
