Victoria abrió los ojos, esperaba que no fuera eso, era decir, la primera vez que pasó su celo fue algo horrendo, sintió que en cualquier momento moriría, el calor dentro de su cuerpo fue una verdadera tortura, ni siquiera los supresores sirvieron con ella, le suplicó a su padre que la ayudara, si él sabía como aliviar un poco su agonía se lo dijera, pero simplemente se negó pidiendo que soportara, que pronto pasaría.
Hubiera querido tener a su mamá cuando su primer celo llegara, pero un maldito accidente se la arrebató, pronto cumpliría los dieciocho de muerta, ella apenas tenía tres años de edad cuando la tragedia pasó. Su madre tendría las palabras y los consejos correctos para ella, a pesar de que su padre era el mejor del mundo había cosas de las cuales no podía hablar abiertamente con él. Sin embargo, no creía que fuera su celo la razón de sentirse así.
—No me hagas caso, solo estoy paranoica. —Negó. Distrayendo sus pensamientos en otra cosa.
—Vale, haré como que te creo. —Emma caminó hasta el vestido color perla y lentejuela, fue el primero que se probó su amiga—. Deberías de llevarte este, se te ve fantástico, resalta muy bien el color de tus ojos y tu rubia cabellera.
La omega sonrió dulcemente, Emma trataba de distraerla de su inquietud, le daría el gusto porque no le veía el caso a estar preocupada. Así que asintió con una gran sonrisa.
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El chofer abrió la puerta del vehículo y ofreció su mano para ayudarla a salir, Victoria salió reluciente en el vestido que había escogido Emma para ella, tenía que admitir que a pesar de detestar las compras, su amiga era muy acertada cuando se trataba de moda. Su padre llegó a ella aceptando su mano, caminaron elegantemente hacia la entrada del lujoso y exclusivo salón. Era una fiesta sumamente privada, solo los más cercanos e importantes estaban allí. La mayoría eran políticos y otras personas que Victoria no conocía, podían ser empresarios, que importaba.
Al llegar a la recepción, su padre fue interceptado con saludos y pláticas aburridas, casi todos eran Alfas acompañados de sus Omegas. Un hombre vestido de manera informal se acercó a él y entonces todo se volvió extraño. En primera, el olor a tabaco que desprendía no le agrado mucho a su omega, el tipo era mal encarado e incluso no le daba mucha confianza.
—Tenemos noticias del embarque —musitó el extraño—. Pit espera que le mandemos la dirección de los puntos de distribución...
Black apretó su mandíbula haciendo su mirada más profunda, el idiota incompetente que tenía en frente era nuevo, así que no sabía que su hija no estaba enterada de sus otros negocios y que tampoco estaba planeando que los supiera. Le hizo una señal a su guardaespaldas para que alejara al idiota de su vista.
—¿Embarque, de que habla? —Victoria preguntó. Que ella supiera, su papá no tenía negocio en la naviera, pero conociéndolo podía ser algo nuevo.
—Mi pequeña Vicky, son solo negocios de tu padre, porque no buscas a Alan debe estar esperando por ti. —Black recorrió con la vista todo el salón. ¿Dónde estaba ese Alfa bueno para nada cuando lo necesitaba?
—No te preocupes yo lo buscaré. —Se despidió sonriente, al menos eso trató de aparentar. No iba a buscar a Alan, si no lo veía por toda la jodida y aburrida noche para ella sería mucho mejor. Moría por un trago, algo caliente recorrer su garganta, si su padre la viera seguro la mata, pero siempre podía ocultarse por ahí.
Victoria llegó hasta la barra y pidió un Mei terumi, fue atendida al instante cuando sintió unas manos acariciar su cintura, entornó los ojos cuando el olor a menta llegó asta sus fosas nasales, odiaba ese olor. Alan puso su habitual expresión graciosa cuando se sentó a su lado, la pequeña y caprichosa omega que tenía como novia estaba tomando infraganti.