El gran salón del castillo del duque Alexander estaba iluminado por candelabros que colgaban majestuosamente del techo, bañando la habitación en una cálida luz dorada.
El ambiente estaba cargado de una mezcla de nostalgia y alegría, mientras los invitados compartían anécdotas y risas.
Alexander, en su papel de anfitrión, se encontraba en el centro de la atención. A su alrededor, Víctor, Evelyn, y su Beta escuchaban atentamente mientras él contaba historias de sus aventuras pasadas.
—¿Recuerdas aquella vez que enfrentamos a ese grupo de rogues en las montañas? —dijo Alexander, con una sonrisa cruzando su rostro—. Pensamos que no lo lograríamos, pero juntos superamos todas las adversidades.
Víctor asintió, riendo.
—¡Cómo olvidarlo! Casi perdemos a nuestros mejores hombres, pero gracias a ti salimos victoriosos.
Evelyn, sentada cerca de Alexander, no podía dejar de mirarlo con admiración.
Estaba encantada por la cálida bienvenida que había recibido y su mente estaba decidida en un objetivo claro: convertirse en la Luna de la manada Estrella Dorada.
Desde siempre, había sentido una fuerte conexión con Alexander y estaba convencida de que estaba destinada a estar a su lado.
—Alexander, tus historias siempre son tan fascinantes —dijo mimosa, inclinándose ligeramente hacia él, con sus ojos brillando de emoción—. No puedo evitar admirar todo lo que has logrado hasta ahora.
Este sonrió, pero su mirada se desvió ligeramente.
—Gracias, Evelyn. Hemos pasado por mucho juntos.
Ella quería hablar con él a solas, así que luego de unos minutos de charla amena, se retiró a un rincón de la habitación. Le hizo una seña para que la acompañara, algo a lo que él accedió un poco reacio.
—Alexander —dijo Evelyn con una sonrisa que pretendía ser casual, pero que delataba su anhelo—, de verdad he extrañado estos momentos. Recuerdo cuando solíamos sentarnos en el jardín, bajo las estrellas, hablando de nuestros sueños y planes.
Sus ojos buscaban los de él, intentando conectar.
Alexander le devolvió la sonrisa, pero había una sombra en su mirada.
—Sí, Evelyn, yo también recuerdo esos tiempos. Fueron momentos especiales —su tono era cortés, pero había una barrera invisible entre ellos que Evelyn no lograba atravesar.
—Por eso decidimos hacer esta visita —continuó Evelyn, tratando de mantener el tono ligero—. Quería verte, pasar tiempo contigo… y quizás quedarnos un tiempo aquí, si no te importa.
Sus palabras estaban cargadas de una esperanza apenas velada. Alexander asintió lentamente.
—Eres siempre bienvenida aquí, Evelyn. Pueden quedarse el tiempo que deseen.
Aunque sus palabras eran amables, su tono mantenía una formalidad que ella no recordaba de sus encuentros pasados.
Evelyn no podía ignorar el hecho de que algo había cambiado. Decidida a no rendirse se acercó un poco más a él, y su voz adoptó un tono más suave y personal.
—¿Recuerdas nuestro primer beso, Alexander? Fue en ese claro del bosque, después de esa cacería. Estaba tan nerviosa, pero tú... tú siempre supiste cómo hacerme sentir segura.
Alexander suspiró, sus ojos momentáneamente se oscurecieron.
—Sí, lo recuerdo. Fueron tiempos más simples, ¿no? Sin tantas responsabilidades ni complicaciones.
—Sí —asintió ella—, y también recuerdo la primera vez que estuvimos juntos. Fue... especial. Tú siempre has sido especial para mí, Alexander.
Su mirada era intensa, cargada de una mezcla de nostalgia y deseo.
Alexander se volvió hacia ella, sus ojos se encontraron con una profundidad que la hizo temblar.
—Evelyn, esos momentos fueron importantes para mí también. Pero a veces, las cosas cambian y uno debe seguir adelante.
La respuesta fue un balde de agua fría para ella. Sentía como si el suelo se moviera bajo sus pies.
—¿Qué quieres decir con eso, Alexander? ¿Hay algo que no me estás diciendo?
Él dudó un momento antes de hablar, como si sopesara cada palabra.
—Lo que quiero decir es que estoy en un punto diferente de mi vida ahora. Hay responsabilidades que debo atender y decisiones que he tomado... por el bien de todos.
Ella se quedó en silencio, procesando sus palabras. Pero en lugar de desanimarse, su resolución se fortaleció.
Sabía que ganar el corazón de Alexander no sería fácil, pero estaba decidida a intentarlo.
Sonrió y se acercó más, rozando ligeramente su brazo.
—Alexander, entiendo que las cosas cambian, pero eso no significa que debamos olvidar lo que tuvimos.
Él tragó saliva con incomodidad y supo que debía mandar a llamar a Rachel y contarle la verdad a Evelyn, estaba seguro de que entendería que su vida había cambiado… que él había cambiado al encontrar a su Mate.
A pesar de sus intentos de coqueteo, Evelyn notó que Alexander estaba más frío de lo usual. Cada comentario seductor, cada mirada insinuante que ella lanzaba, parecían rebotar contra una barrera invisible que él había erigido.
Siempre había sentido que entre ellos existía una afinidad natural, pero la distancia emocional que sentía de él era desconcertante. Habían compartido tantos momentos íntimos, recuerdos que ella atesoraba y quería traer al presente.
Víctor observaba la interacción con interés.
Siempre había sabido que Alexander y Evelyn compartían un vínculo especial, pero ahora, viendo la reserva en la actitud de Alexander, no podía evitar preguntarse qué había cambiado.
¿Había algo, o alguien, que había hecho que Alexander se distanciara de esa manera con su hija?
“¿Puede ser que ya haya encontrado a su Mate?”, pensó el Alfa, observando a Alexander con atención.
La posibilidad le provocaba desasosiego, ya que había planeado que su hija se uniera por fin a él como su Luna y formaran una fuerte alianza.
Mientras tanto, la mente de Evelyn se llenaba de estrategias y planes para ganarse el corazón del hombre con el que había compartido tantas primeras veces, convencida de que aún había una oportunidad para ellos.
“Ahora vengo más decidida que nunca a ser la Luna de Alexander, pensó con determinación. “Ese siempre ha sido mi puesto, voy con todo y esta vez lo voy a lograr.”