La quietud del castillo Blackmore se quebró cuando Alexander, impulsado por aquel olor irresistible y a su deseo de dar con su paradero, decidió salir después de dos largos años de reclusión.
La noticia se extendió como la pólvora entre los criados, quienes quedaron atónitos ante la inesperada decisión.
—¿Escucharon eso? El Duque va a salir hoy —dijo uno de ellos con asombro.
—¿Salir? No lo hace desde hace años. ¿Qué ha cambiado? —respondió otro, con los ojos entrecerrados en incredulidad.
—Según los rumores, algo sucedió aquella noche, en la lucha contra los cazadores —dijo uno con seguridad, asegurando que era de buena fuente.
—¿Los cazadores? ¿Qué tienen que ver?
—¿Su compañera es una cazadora?
—Eso sería complicado.
—Quizás buscan hacer una alianza.
—Eso jamás sería posible —atajó otro de ellos.
Tantas cosas se decían, que nadie sabía con certeza la verdadera razón de su cambio, pero estaban atentos a cada uno de sus movimientos.
«¿Listo para averiguar a dónde lleva ese exquisito olor?» cuestionó Lyall a través del enlace.
Alexander asintió, con un brillo de anticipación en sus ojos.
«Definitivamente hay algo en el aire que me llama, Lyall. Un aroma que no puedo ignorar»
Con su capa ondeando tras él, causaba una impresión majestuosa que no veía nadie desde hacía mucho tiempo.
…
La plaza del pequeño pueblo estaba animada esa mañana, los lugareños yendo y viniendo con sus sonrisas alegres y manos laboriosas.
En medio del bullicio destacaba la figura imponente del Duque, quien observaba con curiosidad a los comerciantes que ofrecían sus productos y a los niños que jugaban.
«¡Ahí está, con mucha más fuerza que antes!» exclamó Lyall, en total estado de excitación.
«¿Es aquel olor?» Alexander frunció el ceño, prestando mayor atención a su alrededor.
No podía divisar nada a simple vista, pero Lyall lo guiaba y pronto encontró la razón de su existencia:
Una joven de cabello dorado y azules ojos brillantes, que destacaba de forma muy sobresaliente ante los demás.
«¡Mate! ¡Es nuestra Mate!» Lyall estaba sumamente emocionado, casi eufórico.
La joven de pronto tuvo la sensación de estar siendo observada y al alzar la vista, se encontró con la mirada intensa de Alexander.
El tiempo pareció detenerse, mientras retenía el aire en un intercambio silencioso de miradas. Una sensación intensa y desconocida la invadió, una corriente eléctrica recorrió su piel y su corazón latió descontrolado.
Alexander casi nunca dejaba que las emociones lo dominaran, pero también sintió la conexión en ese instante, notando con sorpresa su naturaleza.
«Pero… es humana» le dijo a Lyall a través de su conexión.
«¿Y eso qué? Es nuestra pareja destinada. ¡No puedo estar más feliz! Oh, su olor es exquisito, único. Vamos a acercarnos a ella»
«Espera…»
Sus pasos fueron guiados por la impetuosidad de Lyall, que prácticamente saltaba en su interior.
—Buenos días, señorita. Soy el Duque de Blackmore —habló con una voz suave pero firme.
La chica se sorprendió por la amabilidad del noble y asintió con timidez, bastante nerviosa por su repentina cercanía.
—Soy Rachel, un placer conocerlo, su alteza —hizo una reverencia.
Su voz era suave y dulce, Alexander sentía su respiración acelerarse, al darse cuenta de las sensaciones que le provocaba solo con unas cuantas palabras y su mirada azul; una que ahora no podría olvidar.
—Rachel es un lindo nombre —dijo con una sonrisa deslumbrante, haciendo tragar saliva a la chica.
"Qué tonta al sentirme así frente a un hombre. Sin duda es muy atractivo, pero Lucas es mi novio y con eso debería bastarme," pensó desconcertada.
Pronto comenzaron a conversar sobre la variedad de lirios y los crisantemos que a Alexander en realidad no le importaban, pero quería seguir escuchando su voz y el entusiasmo de Rachel por las flores le hacía sonreír.
“Tendría un jardín repleto solo para ti, querida Rachel,” pensó de pronto.
Sus palabras eran corteses, pero sus miradas se entrelazaban de manera cautivadora y una chispa casi palpable se formaba entre ellos inevitablemente.
—No había visto este puesto antes. —comentó Alexander—. ¿Es tuyo?
—Era de una anciana, pero ella falleció un año atrás —explicó la chica, con las mejillas ligeramente sonrojadas—. El puesto ahora es mío, pero vendo más en primavera a causa de las fechas especiales.
Sentía su rostro arder, la mirada del noble la escudriñaba a fondo, como si se tratara de un libro abierto. Comenzaba a sentirse incómoda y al mismo tiempo, no deseaba que se alejara de ella.
Aunque estaba intrigada por la presencia magnética de aquel hombre, se sintió sumamente confundida.
Recordó nuevamente al leñador que había estado a su lado durante años, tratando de autoconvencerse que las sensaciones que tenía en ese momento eran simplemente absurdas.
“Tonta Rachel,” pensó suspirando.
«Sus ojos son hermosos, su piel, su sonrisa, ¡mira cómo se sonrojan sus mejillas!» Lyall estaba extasiado al verla, era sin duda su Mate, su pareja destinada.
«Basta, harás que se espante» lo reprendió Alexander.
«No voy a calmarme, finalmente la encontramos y no voy a detenerme solo por tus malditas dudas» dijo firme.
El Duque se asombró por la inusual impetuosidad de su lobo, trató de intentar controlarlo, aunque sabía que sería sumamente difícil dadas las circunstancias.