No fue difícil conseguir una cafetería en donde se le permitiera mantener a Rey a su lado, no viviendo en una gran ciudad como esa, llena de diversidad, en realidad, solo tuvo que esforzarse por buscar un lugar poco transitado, sin mucho ruido de tránsito, y en donde no sintiera a miles de personas rozarla al pasar.
Y preguntando, desde que su hermano le enseñó a utilizar todas las herramientas que puede ofrecerle su teléfono inteligente todo se siente un poco más fácil.
–Huele delicioso, es una pena que no puedas probarlo – suelta en medio de un suspiro Amari, disfrutando de su tasa de café con vainilla, extra dulce, su favorito –No insistas Rey, es por tu bien – lo regaña cuando siente que su compañero y mejor amigo le da un toque con su hocico en la pierna.
Gentilmente, ella lo aleja de su cuerpo dejando una caricia en su cabeza.
–Llegando a casa te daré croquetas ¿bien? – ella sigue conversando con su guía, y este la observa detenidamente por un par de segundos más antes de voltear hacia un punto en específico, y levantarse en sus cuatro patas, atento a los próximos movimientos.
Y no es el único, pues Amari empieza a sentirse invadida por ciertas sensaciones, muy leves, pero que reconocería fácilmente a estas alturas.
–Puede que me esté volviendo algo loca ¿no crees, Rey?
–No lo creo, aunque si pensaría que, si necesita hablar con alguien, sería mejor con alguien que pueda responderle, al menos su mismo idioma – esa voz la reconocería en cualquier lado, y es que si hay algo que envidiar de Amari es su buena memoria con olores y sonidos.
Y esa en específico es una voz que no olvidaría ni aunque hubiesen pasado años desde la última vez que la escuchó. Mucho menos si la última vez fue hace un par de horas.
–Señor Carter, que sorpresa, no esperaba verlo aquí – y sin poder evitarlo, la castaña suelta una ligera risa por su chiste.
Lo sorprendente es que Thomas encuentra la ironía hasta chistosa, por lo que no puede evitar sonreír un poco ante lo particular que le resulta la mujer.
Una pena que ella no pueda ver el gesto, y que nadie conocido del hombre haya sido testigo de algo que no ocurría desde hace muchísimo tiempo.
Thomas Carter no es un hombre de sonrisas, pero eso no era muy complicado de deducir.
–La verdad es que yo tampoco a usted, señorita Prisloo – y sin siquiera preguntar o algo por el estilo, Thomas se sienta frente a la mujer, dándole miradas de reojo al gran perro que no deja de verlo con atención, como esperando cualquier cosa de su parte.
–Por favor, dime Amari, no me gusta mucho eso de las formalidades, me hace sentir como en una entrevista de trabajo – y la menor hace una mueca que abandona su rostro justo después de darle otro sorbo a su delicioso café.
En esos momentos en lo que ella menos quiere pensar es en ese tema, y Thomas parece notarlo perfectamente.
–Asumo que no es un buen tema.
–Asume bien – es toda su respuesta encogiéndose de hombros y volviendo a su habitual sonrisa llena de vitalidad, picardía y burla.
Casi como si se tratase una niña planificando su próxima travesura.
–Con respecto a lo que dijo antes, a veces, un perro es mucho mejor compañero de charlas que otra persona – Thomas tenia mil argumentos para desmentirlo, pero solo le bastó una mirada al animal y como se mantenía sentado en silencio al lado de la mujer, viéndolo fijamente al rostro para hacerlo guardar silencio.
Nunca fue muy amante a los animales, recuerda que cuando era un crío pidió infinidad de veces a esa mujer que adoptaran un perro, quizás así ya no se sentiría tan solo, pero ella solo pasó de él, como siempre.
Quizás si él hubiese tenido uno, así como la señorita Prisloo tiene a su guía, Thomas no hubiese tomado tantas malas decisiones.
Pero al final del día, no vale la pena arrepentirse de todo eso, después de todo, aun y cuando el camino fue una maldita mierda, ahora tiene el jodido mundo a sus pies.
–Sí, ellos pueden ser mejor compañía también – cede, inclinándose un poco hacia Rey y acariciando su cabeza con algo más de fuerza de la que pretendía, sea como fuese, el perro no se quejó, sino que se dejó acariciar e incluso se dejó hacer.
Amari sonríe, esta vez con sincera ternura luego de escuchar que alguien le da la razón en esto.
Ella ama a los animales, y si hubiese podido, sin dudarlo le hubiese gustado ser veterinaria, pero incluso con la tecnología de hoy en día, aún hay cosas que ella no puede hacer.
Pero si puede amar a los animales, y es algo que viene haciendo muy bien, especialmente a su fiel compañero y guía.
–Y ¿me dirá que casualidad lo trajo hasta este lugar? – ella vuelve a retomar por donde dejó su duda.
Nunca pensó que podría cruzarse con un hombre como él en este tipo de sitios, especialmente porque no es primera vez que ella se aventura a conseguir un nuevo y lindo lugar donde tomar un café, pero sí la primera que se da tal casualidad.
–Pasaba por aquí y casualmente la encontré aquí – suelta Thomas luego de pensarlo un par de segundos, y es que incluso él se pregunta qué fue lo que lo impulsó a acercarse.
Tampoco es como si fuera primera vez que el señor Carter se deja guiar por sus impulsos. Él es un hombre de instintos, y normalmente estos suelen llevarlo a los lugares y situaciones adecuadas.
Si no fuese por ellos, probablemente seguiría en donde empezó.
–Y entonces decidió acercarse – por otro lado, Amari tampoco es una mujer que reprima mucho sus impulsos, y es por eso que básicamente se olvida por un segundo que se despidió de su hermano dejando un amargo sabor en la boca luego de soltar algunos de sus comentarios algo descarados.
El recuerdo que rápidamente la invade le hace hacer una pequeña mueca y se recuesta en su silla, alejándose los varios centímetros que se había acercado al contrario al sentir como este se sentaba a su lado.
Claramente, el gesto no pasó desapercibido por el mayor.
–¿Pasa algo? – la castaña duda un segundo, pero al final simplemente suspira y vuelve a dirigir el rostro hacia él, permitiéndole apreciarla.
Mejillas algo rellenas, una pequeña nariz respingada, carnosos labios rosados, y sus ojos grandes, enmarcados por largas pestañas oscuras, ayudando a intensificar el color dorado en ellos.
Sin embargo, son un dorado opaco, no hay ningún brillo en ellos, y de cierta manera, Thomas pensó en ese dicho de que nada es perfecto. Definitivamente Amari no tiene el cuerpo más estilizado que haya conocido, pero su rostro es la perfecta combinación de ternura y seducción.
Maldición, no puede evitar preguntarse en cómo se vería rebosante de placer, que gesto haría al enterrarse en ella, y joder, no es momento de pensar esas cosas.
–¿Mi hermano está en problemas? – la pregunta lo saca de sus pensamientos y lo desconciertan por un momento, pero no le toma mucho recordar al joven Prisloo y su insolencia de más temprano.
Si hubiese sido otro día y en otra situación, no hubiese duda alguna, el culo de Adrien ya estaría fuera de la empresa para estas alturas de la tarde, sin embargo, el mocoso arrogante tuvo suerte de estar su hermana mayor presente y que esta ocasionara reacciones nunca antes experimentadas al gran jefe.
Claro que estas mismas emociones fueron el detonante de todo.
–Quiero pedir disculpas en su lugar, es un buen hombre, es muy inteligente y le encanta su trabajo, es educado y respetuoso, solo es algo… impulsivo – ella sigue un poquito culpable luego de no recibir respuesta.
¿Su hermano sí será despedido? ¿no hay manera de evitarlo? Él no puede perder su trabajo, su sueño desde que supo con claridad que quería estudiar era ser contratado en una empresa como lo es TCTech. Ser despedido seguramente sería devastador para su hermano.
Luego de haber cumplido su sueño, que este se escape de sus manos… Amari haría lo que fuese y estuviera en sus manos para evitar que Adrien pase por tal decepción.
–Le aseguro que él será capaz de hacer cualquier cosa que le pidan, es muy capaz – y ella solo sigue hablando y hablando, sin poder dejar de pensar en lo mucho que lo ama y en lo mal que se sentiría si pasase tal cosa.
Esta segura que nunca la culparía, que incluso le sonreiría y le diría que no pasa nada, que es muy capaz de conseguir otro trabajo igual de bueno o hasta mejor, pero ella lo conoce mejor que eso, y Adrien sonaba tan rebosante de alegría cuando le comentó que fue aceptado para trabajar en TCTech.
–También algo altanero, por lo que fui testigo – la interrumpe luego de darse cuenta que ella no pretendía parar de hablar y que, aunque su tono era tranquilo, se veía la clara desdicha en la mueca de su rostro.
Por algún motivo, Thomas quiere evitar por todos sus medios volver a ver ese rostro hacer un gesto tan desolado.
Ante esa respuesta, Amari suspira con resignación y asiente. No tiene nada que decir en contra de eso sí estuvo presente y fue hacia su persona que su hermano actuó de tal manera. No vale de nada que intente desmentirlo, no cuando no solo vio a Adrien, sino que fue el objetivo de tal actitud.
–Sí, algo, es solo impulsivo, supongo que no podía ser perfecto – que diga eso le causa algo de gracia al mayor, porque eso fue lo que pensó al ver sus ojos preciosos, pero opacos.
–Y por lo que pude ver, también es celoso – la castaña rueda los ojos y bufa, recordando todas las molestias que su hermano le ha hecho pasar prácticamente desde la adolescencia, sino es que incluso un poco antes.
–Sí, no hay manera en la que pueda hacerle entender que yo soy la mayor y que me puedo cuidar sola, no necesito que él vigile si estoy coqueteándole a alguien y mucho menos su aprobación – Amari no puede verlo, pero si siente una pequeña corriente cuando al parecer, el señor Carter se acerca un poco más a ella.
Una pena, no la sensación, sino no poder ser capaz de apreciar la pequeña sonrisa de medio lado que invade sus labios. Una sonrisa depredadora.
–¿Acaso estaba coqueteando, señorita Prisloo? – su tono, su olor que parece rodearla hasta casi abrumarla, y cercanía, la dejan sin palabras por un par de segundos, hasta que logra reconectar su consciencia con sus acciones.
Una sonrisa se planta lenta y casi seductoramente en sus labios, mientras que se acerca un poco a él, dirigiendo el rostro en su dirección para apreciar un poco mejor su olor a perfume y a hombre.
–Sí, un poco – suelta una pequeña risa que casi suena como a una inocente risilla, pero a Thomas no le pasa por alto el tono travieso que suelta.
Ella es una mujer como ninguna otra que había conocido, y quiere ver que tan lejos está dispuesta a llegar con todo este jugueteo y descaro.
–Ya veo, solo un poco – y lentamente, pero con firmeza, estira la mano y suavemente retira un mechón de su cabello, dejándolo detrás de su oreja.
Quizás ella está jugando a algo que no ganará, pero eso no se sabrá hasta que se acabe la partida.