—Eres una caja de sorpresas… Minerva Guerra. —Solo soy práctica —se encogió de hombros—. No me gustaron las miradas de las personas sobre mí, como si me tuvieran lástima. Bufó, teniendo que agarrarse de la pared un poco, ya que le dio un repentino mareo. —Déjame llevarte a la cama… —¿Disculpa? —su corazón le dio un ligero vuelco. Stefano sonrió, a pesar de la connotación diferente de lo que en realidad quiso decir. No había sido a propósito, pero la cara de la venezolana lo divertía en demasía. —Estás a punto de caer… —Puedo hacerlo sola. A pesar de sus palabras, se tambaleó de nuevo y Stefano la atrapó entre sus brazos, quedando incluso más cerca de ella que cuando estaban en la pista de baile. —¿Estás segura? —alzó una ceja, mirándola burlón—. Supongamos que te creo, ¿qué har