Un rato después cambió la música y empezaron a sonar baladas; unas canciones preciosas que Minerva había escuchado en Venezuela en una versión traducida, pero que en italiano resultaban aún más agradables.
Tuvo que reconocer que este idioma era ideal para hablar de amor. ¿Quién sabía? Quizás algún día un italiano le dijera palabras de amor a ella en esa lengua.
A su mente vino la imagen de Stefano tratando de decírselas a Bianca, pero no pudo imaginarlo. Le resultaba imposible la idea de que él, con su voz ronca y su aspecto fiero pudiera decirle palabras de amor a nadie.
Bianca debía estar muy desesperada para haberse enrollado con Stefano.
Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta de que algunos miembros del grupo se habían ido a bailar, hasta que sintió la mano de Stefano en la
