Mis manos tiemblan ante la figura que observan mis ojos, una muñeca de Dresde con un cabello en rulos de color rubio cenizo, unos ojos brillantes de un color verdusco, pero lo que más me perturba de todo es el líquido rojo viscoso que mancha su cuello y rostro de porcelana. Alejandro se acerca mirándola de cerca y toma con cuidado la nota que está en su pecho. ─”Para mi muñeca, de Tadeo”─ Lee Alejandro, tomando la nota y apretándola en su mano haciéndolo bolita. Camina hacia su oficina, desapareciendo de nuestra vista, como cual torre furiosa a punto de caer. Estefanía se acerca a la caja, lanzo mi cuerpo en el taburete, tratando de calmar mi corazón. Esto es una pesadilla, pienso. De repente, ella toca el líquido rojo que la cubre, olisqueando. ─Como lo supuse, está fresco. Es san