Al abrir mis ojos me encuentro con el azul intenso de los suyos, observándome ya sea hace unos minutos o horas, con una parsimonia exquisita. ¿Cómo no volverme loca con esto? Pensar en despertar todos los días, con sus luceros admirándome, suena más a un sueño, que a una realidad. Pero lo cierto de esto, es que mi realidad está por comenzar y sus pupilas están en ella.
Sus comisuras se levantan, ante mi observación. Esbozando una sonrisa sublime.
─Buenos días, acosador─ pronuncio, deslizando mis dedos en su cabello azabache.
─Buenos días, preciosa─ dice, tomando mi mano para besar mis dedos, uno a uno.
Mi día comienza, con su mirada y termina con ella. Es como el amén en una oración o el beso de despedida de dos amantes, algo sagrado que se ha vuelto mi más deleitante rutina.
***
Al pasar los días con prisa y premura, me encuentro sentada en una mesa del café de mi padre, estática, escuchando las ideas de Alice para la boda. Mientras que mi hermana, termina su segundo trozo de pastel.
─La primicia de la boda será mía. Eso está seguro─ anuncia de repente Alice, llamando la atención de Kimberly, quien deja el trozo de lado para toser.
─Es nuestra, es mi hermana y dueña de la revista de Van der vis. La primicia tiene que ser nuestra─ replica Kimberly, lanzando un manotazo en la mesa que me sobresalta.
─Compórtate─ dice mi padre en el mostrador al ver la actitud de mi hermana.
Ruedo los ojos, dejando salir un suspiro. Quiero algo sencillo, y ellas se jactan en elaborar una boda de la realeza. Kimberly mira con odio a mi padre y le saca el dedo del mío. Él farfulla en italiano, al cabo de que le lanza un pañuelo.
─No más pastel para ti─ le advierte mi padre, yendo a la cocina.
Llevo mi mirada a ella, que cruza los brazos como cual niña pequeña regañada. Podría jurar que las personas nos observan por la rara actitud. Pero, lo cierto es que están en lo suyo, son conocidos y clientes de siempre, conocen el temperamento de mi padre italiano y de mi hermana testaruda.
─Mi hermana se casa con un magnate y ella es un magnate. ¿Qué te hace pensar que la primicia te la dejaré a ti y a tu revista de moda? Recuerda que somos competencia ahora mismo... Katherina, tendremos una sesión de fotos contigo y Alejandro y podrás colocarte todos los vestidos de novia que quieras ¿Qué dices?─ Los ojos de Alice se afinan en mi hermana, para luego enfocarse en mí.
─No quiero nada de eso. Las dos pueden anunciar el compromiso. No sean estúpidas─ menciono, tomando un sorbo de mi café.
─¡Primicia, es primicia!─ Exclaman las dos al unísono.
Resoplo acariciándome la sien. Cuando de repente, no bastaba con estos dos demonios, llega el diablo, resonando sus tacones Gucci. Mis ojos se dirigen a la mujer elegante de cabello rubio y ojos verdes, que entra junto a su chofer. Camina con una sonrisa hacia nuestra mesa, para lanzar una gran carpeta en la mesa.
─Ahí está toda tu boda planificada y no quiero peros sobre eso. Mi boda fue planificada por uno de los mejores del país y la tuya también lo será─ menciona mi madre, llevándome a sentir una presión en la cabeza.
─¡Quiero algo sencillo!─ Grito, llamando ahora sí, la atención de todos.
─Las dos tendrán la puta primicia de mierda, sin quejarse. Y madre, Dios... me burlé mucho de tu boda con Patrick porque tenían tres desgraciadas Jirafas en la entrada. No quiero un espectáculo, quiero algo bonito. Si quieren ayudar en la boda, absténganse con sus ideas extravagantes. Gracias por su atención, buscaré un trozo de pizza─ farfullo levantándome.
Los ojos llameantes de mi madre me observan, mientras Kimberly ríe por lo bajo al igual que Alice.
Camino hacia la cocina del café, encontrándome con mi padre, que lleva una bandeja de pizza. Tomo uno de los trozos, sentándome en una montaña de sacos de harina.
─Oh, mi niña ¿Qué sucede? Escuché al diablo entrar, ¿Tu madre te molesta de nuevo?─ Murmura mi padre, dejando la bandeja a uno de los chicos para sentarse a mi lado.
Acaricia mi cabello, mientras de alguna manera la presión dentro de mí explota, dejando salir unas lágrimas.
─No llores, ven acá mi ragazza─ susurra, abrazándome de un costado.
─Estoy abrumada, todos esperan algo más de mí y yo lo que quiero es casarme así sea en una choza... y los malditos acosadores no dejan de enviar cartas y correos para entrevistas sobre la relación de un Salvatore y la chica simple llamada Katherina─ murmuro palabras que salen sin orden, ya que mis ideas no se estabilizan.
─Esto es algo que debes de disfrutar, cariño. No te pongas mal por eso, además, yo sé que tu madre lo hace porque te ama, créeme, esa señora no mueve el dedo por alguien que no lo merezca... te está dando su cariño a su manera, las dos deben de complementarse y hacer algo lindo. Y bueno, tu hermana no tiene remedio, esa de seguro se robará la primicia dejando a Alice como un pan crudo─ menciona, carcajeándose.
Esbozo una sonrisa. Limpiándome las lágrimas tontas que han escapado, para morder un trozo de la pizza.
─Siempre robas un trozo de la pizza y tenemos que hacer otra. ¿Qué voy a hacer contigo?─ Inquiere sonriendo para llevar un mechón de mi cabello detrás de mi oreja. Dándome un beso en la coronilla.
Súbitamente, mi madre entra a la cocina. Mirándonos.
─Katherina, si sigues comiendo pizza no te va a quedar el...
─Sé cariñosa con tu hija─ le interrumpe mi padre, levantándose para seguir trabajando.
─Gracias, papá─ le digo, viendo cómo me guiña un ojo.
Escucho cómo carraspea mi madre.
─Puedes sentarte─ menciono, invitándola a sentarse en los sacos a mi lado.
Ella lo hace, con delicadeza y dudándolo.
─Hago esto... bueno, me comporto de esto modo, porque quiero lo mejor para ustedes. Trabajé muchísimo para llegar a donde estoy y solo por ustedes, para que disfrutaran de todo esto... lo siento, si te hice sentir presionada─ murmura mi madre.
Tomo su mano pálida y delicada con diamantes, para acariciarla.
─Lo sé, madre. Y te agradezco. Eres la mejor─ digo, viendo cómo sonríe casi a punto de llorar.
─Pero, te pido que te limites un poco con las ideas locas de la boda. Porque sé que la quieres organizar para mí y no te quitaré eso. Pero, por favor, nada de jirafas─ pido, sonriendo para ella.
Mi madre asiente con su cabeza.
─Los leones están de moda ahorita─ suelta.
─Madre...
─Lo sé, lo sé. Nada de animales exóticos o cualquier animal.
La admiro sonreír, con sus ojos verduscos achinados.
─El pastel tiene que ser grande si la boda será pequeña y sencilla─ menciona levantándose para plisar su vestido rojo.
─Acepto eso─ digo, levantándome con ella, para volver a la mesa.
Miro detenidamente la carpeta, con miles de ideas que podrían gustarme.
─¿Quién será el padrino?─ Inquiere mi hermana, moviendo una de las páginas de la carpeta.
─Alejandro me comentó de un amigo que tiene en otro país, se llama Fernando, puede que él sea el padrino─ digo, enfocándome en un vestido de novia diseñado por mi madre.
Con una hermosa caída, entallado y sencillo. Mi corazón palpita con lo perfecto que es para mí.
─Lo diseñé solo para ti, por eso lleva tu nombre ¿Te ha gustado?─ Inquiere mi madre con ánimos.
─Es perfectamente hermoso─ murmuro, dándole una sonrisa.
Ella mueve sus manos como si aplaudiera varias veces pero sin hacer ruido. Se le nota muy emocionada, eso me hace feliz.
─Bien, ya tenemos casi todo listo ¿Cuál es la fecha?─ Añade Anna quién había llegado hace unos minutos todavía con el traje de enfermera. Observo sus ojos avellanas detrás de la taza de café para luego observar a mi madre.
─Quiero que sea después del cumpleaños de Alejandro, para finales de este mes─ respondo con finalidad.
─Mientras a mí me deje colocar la comida, sé que la pizza que hago yo es la favorita de mi niña. Todo bien─ añade mi padre en la barra.
─Por supuesto─ le acota mi madre, dándole una sonrisa. Arrugo el entrecejo cuando mi padre le da otra sonrisa en respuesta. ¿Qué se traen estos dos? Me pregunto.
Al terminar la corta reunión sobre la boda, me levanto de la mesa, tomando el brazo de mi hermana.
─Tengo que hablar contigo─ digo, arrastrándola fuera del café.
Sus ojos plomo me miran desconcertados.
─Hay algo que me dice, que no me estás contando todo─ menciono, cruzándome de brazos.
Su semblante cambia inmediatamente a uno asustadizo.
─No sé de qué hablas─ murmura, desviando la mirada.
─¿Estás bien?─ Inquiero dándome por vencida.
Ella asiente con su cabeza meneando su melena negra. De repente, mi madre sale del café con las chicas, encontrándose con nosotras.
─La despedida de soltera está por venir, prepárate─ añade Alice guiñándome un ojo. Ruedo la mirada, para negar con la cabeza.
─Nada que ponga en peligro mi compromiso─ les advierto. Alice levanta la palma de su mano al igual que madre, en forma de promesa.
Todas se montan en el auto, que las llevarán a cada una a su destino. Para encontrarme con los ojos de mi madre, quien coloca su mano en mi rostro inclinándose para dejar un beso en mi coronilla.
─No me gustan esos zapatos─ murmura, para sonreír y entrar al auto.
Observo el auto desaparecer, y bajo mi mirada a mis zapatos. Que son unos Converse desgastados y de color azul.
─Tampoco son tan feos─ digo, regresando al café, para tomar la orden de pastel para Alejandro. Me inclino en la barra, para tomar la bolsa cuando de repente, siento una mirada pesada detrás de mí.
Giro mi rostro, encontrándome con varias personas circulando a través de la vidriera que divide la calle de la tienda.
─¿Qué ocurre, Katherina?─ Pregunta mi padre. Pardeo, tratando de vislumbrar a alguna en específico, entre las personas, mi corazón palpita ante algo.
─Sí, sí... solo es que, creí ver a alguien─ A Max. Dice mi mente.
─Seguro es uno de tus fans. Porque eres muy hermosa, y ni se diga de mis genes─ menciona, levantando su mentón con orgullo.
Tomo la bolsa, dándole un beso en la mejilla a mi padre, para dar un salto.
─Eres el más guapo de todos─ digo lanzándole un beso en el aire, saliendo del café.
Al adentrarme en mi auto. Dejo la bolsa en el asiento del copiloto, y nivelo mi respiración. ¿Realmente lo que vi era real o solo fue una mala jugada? Me pregunto, recordando ver a un hombre con una capucha gris, caminar muy rápido y desaparecer, justo después de la sensación terrible de que una mirada fría me miraba. Dejo salir un suspiro, para dirigirme a la casa.
Cuando llego, coloco la bolsa en la isla de la cocina, junto a las llaves del auto. Me deshago de mis zapatos, dejándolos en la entrada del cuarto. Para tomar la bolsa de nuevo y caminar descalza hasta la oficina del departamento, deslizo las puertas de madera, para encontrar a una majestuosa obra de arte fundada en traje, hablando en italiano por el teléfono. Esbozo una sonrisa cuando sus luceros me encuentran entrar.
Me termino de acercar sigilosamente, para hurgar en la bolsa, y untar mi índice del glaseado de la torta de chocolate, y probarla de manera insinuante. Observo cómo traga con dificultad cuando dejo la bolsa en el escritorio y me siento en él, cruzando mis piernas desnudas por la falda de bluyín que llevo puesta. Sus ojos se van directamente a ellas.
Su mirada me asecha y sonrió ante ello, mientras quedo mirándole y escuchando su voz atentamente. Alzo mi mano, tomando su corbata, para atraerlo a mí. Deshago su cortaba, esbozando una sonrisa. Luego, bajo la mano lentamente, hacia su entrepierna, encontrándome con algo muy despierto.
Él acaricia mi pierna, y yo me subo un poco la falda, expongo mis bragas para él, su mirada es de deseo. Le sonrió con descaro y me levanto para salir, meneo mi trasero ante él y al voltear antes de salir, noto su cara de sorpresa y enojo.
Al llegar a la cocina de nuevo, busco un vaso con agua en el refrigerador. Cuando de repente, puedo sentir sus manos apresando mi trasero con fuerza, me trato de dar la vuelta pero él me empuja suave, dejando mi cuerpo llevar contra el refrigerador, aplastándome en él. Mi corazón se acelera, y por alguna razón me siento excitada. Súbitamente, levanta mi falda hasta quedar atrapada en mi cintura, baja mis bragas de un tirón y pasa su mano exploradora por mi sexo.
Mi cuerpo vibra y mi lengua comienza a tiritar dentro de mi boca. Sus dedos juegan conmigo haciendo estremecer de manera descontrolada.
─Te voy a follar aquí mismo─ me gruñe al oído, sus palabras me hacen sentir explotar mientras mi corazón parece caballo desbocado.
Su mano sale de mi interior de un sopetón para seguidamente, escuchar el bajar de su cremallera.
─Esto, es por distraerme de esa manera, terminé tartamudeando en el teléfono, señorita─ manifiesta con su voz ronca. Mi cuerpo se exalta más a medida que los segundos pasan.
De una embestida fuerte, me penetra y mi espalda se arquea con fuerza contra él. Sus embestidas son rápidas y los jadeos descontrolados salen de mi boca, Escucho su respiración agitada y mi frente ya está llena de sudor. Siento que explotaré de placer en este momento.
Con un gruñido fuerte de su boca, llega mi orgasmo con intensidad, él sale de mi interior y siento cómo corre nuestro placer caliente por mis muslos.
Me doy la vuelta para mirarle y está jadeando mostrándome el brillo de su sudor plasmado en su frente. Me acerco a él y sus labios son míos, besándolos con delicadeza, saboreando su dulzor.
─Deberías de castigarme más seguido─ murmuro en sus labios, y él, de manera sublime suelta una carcajada juvenil en mis labios.
─Eres un poco pervertida─ acota, llevando un mechón de mi cabello, detrás de mi oreja.
─Pero eso solo fue el preámbulo, te voy a hacer sudar más de lo que te imaginas... eres mía, Katherina y tu cuerpo me reclama a gritos─ susurra en mi cuello, para besarlo.
Mi sexo palpita ante sus palabras. Maldito cuerpo que me traiciona ante este Dios griego. Pienso, mordiendo mi labio inferior.
─Mía─ gruñe, para tomar mis labios de nuevo.
***
Miro de soslayo a Alejandro, quien se encuentra envuelto con una manta y mis piernas las sostiene en su regazo, la luz de televisión hace que se refleje en sus lentes de visión. Tomo otra palomita de maíz, para sonreír sin que él de cuenta, porque verle tan enfocado en la película de terror, hace que parezca un poema.
Muevo mis piernas de repente, asustándolo.
─Cuidado─ me advierte.
─Estás asustado─ murmuro divertida.
─Están masacrando a unas personas con una sierra eléctrica, hay mucha sangre y gritos ¿Eres normal, Katherina?─ Supone irónicamente, suspirando para tomar un poco de mis palomitas.
Encojo mis hombros.
─Lo suficiente─ digo, alejando las palomitas de él.
─¿Qué vas a querer de regalo de cumpleaños? Tienes todo lo que puedes imaginar, dime una cosa que te falte y eso lo tendrás─ Inquiero, al ver que ha pausando la película porque se ha asqueado ante una escena muy fuerte.
─Solo quiero casarme contigo─ Responde, bostezando.
Se inclina, acostándose en mis piernas, para acariciarlas. Aprovecho, para introducir mis dedos en su espeso cabello azabache.
─No seas tonto, algo para ti─ insisto.
─Tú eres para mí─ declara y su mirada se eleva para mirarme de manera intensa, reafirmando la verdad en sus palabras.
Esbozo una sonrisa y le doy un beso dulce en la mejilla. Soy suya, eso, sin duda alguna.
***
Camino por la sala, luego de despedirme de Emilia con una sonrisa. Me dirijo hacia la habitación para colocarme una sorpresita para Alejandro, esperando a que cuando llegue del trabajo, tendrá una linda bienvenida. Al verme en el espejo completo, observo mi figura enfundada en un conjunto de blonda color n***o que ha diseñado mi madre. Acaricio mi piel, sintiendo la tela, para morder mi labio inferior ante las imágenes que brotan en mi mente.
Pasado mañana es el cumpleaños del Dios griego, por lo que, una sorpresita anticipada no hace mal. Mis mejillas se tornan rosadas y veo mis ojos, llenos de felicidad, una que solo él se encargado de proporcionarme.
Definitivamente, él es un infierno sugestivo.
Súbitamente, escucho la puerta de la entrada abrirse. Me coloco los tacones, para salir y que me observe solo para él. Caminando hacia la sala, elevo mis ojos, deteniendo mi cuerpo de golpe al ver una figura desconocida para mí. Sus ojos azules me vislumbran y me da una sonrisa muy segura, mientras que corre hacía mí batiendo su melena oscura.
¿Quién es esta chica, y por qué está aquí? Pienso, sin captar aún que me está viendo prácticamente desnuda.
Pienso que quizás se ha equivocado de apartamento, pero su sonrisa, me lleva a pensar lo contrario. ¿Dónde está el bate de acero cuando uno lo necesita? Pienso, mirando de soslayo la cocina y sus utensilios, para correr hacia un sartén. De repente, detallo sus rasgos, su piel de porcelana, el azul intenso de sus ojos y una melena color chocolate. ¿Por qué se me es familiar? Me pregunto.
Trago con dificultad ante la incomodidad de nuestras miradas. Para girarme en mis talones y hacer ademán de correr hacia la habitación y colocarme algo de ropa. Súbitamente, siento unos brazos delgados abrazarme desde atrás.
¿De dónde ha sacado tanta fuerza de ese pequeño cuerpo? ¿Y por qué demonios me está abrazando?