6. Es lo único que puedo darte.

3382 Words
— ¡¿Qué demonios haces, idiota?! Thiago ejerce más presión con su brazo en mis piernas, intentando mantenerme más quieta, cosa que, por supuesto, no logra. ¿A dónde diablos me lleva? — Quédate quieta, carajo — sisea entre dientes mientras me saca por el pasillo hacia el ascensor. — ¡Thiago, estoy casi desnuda! — Créeme, lo sé — y siento sus dientes en una de mis nalgas, anclándolos con fuerza en mi piel. Hijo de puta. — ¡Si me vas a sacar de aquí sácame como a una persona normal, joder! — No se trata normal a personas que no son normales, Faith — y aún conmigo sobre su hombro, el maldito ascensor empieza a bajar. — ¡Enserio, bájame, me estoy mareando! ¡Y estás loco si piensas que alguien te va a dejar salir conmigo así! — ¿No lo van a hacer? — Hay burla en su voz, entonces veo cómo tan pronto salimos del ascensor al parqueadero, un guardia de seguridad abre la puerta del coche para mí, luego le entrega las llaves a Thiago y se marcha como si no estuviera presenciando un jodido secuestro —. No vuelvas a subestimarme — Thiago dice seriamente mientras me deja en el asiento del copiloto, poniéndome el cinturón de seguridad bruscamente. Maldito él. Respiro pesadamente mientras él, en un sepulcral silencio, sube al coche y lo enciende, sacándonos de allí a toda velocidad. — Baja la velocidad, Thiago — miro el velocímetro con algo de miedo. Él me mira con una sonrisa ladeada, entonces aumenta aún más la velocidad. — No se juega conmigo, Faith. — ¡Vete a la mierda! — Grito furiosa cuando veo el hijo de puta que está siendo —. ¡Bájale al aire, tengo frío! — ¡Pues hubieras pensado en eso cuando decidiste desnudarte para otro tipo! Muerdo mi labio y me estiro para apagar el aire, pero su mano me detiene. — ¡No sueltes el volante, idiota! — Entonces no grites y aguántate. — ¡Estás mal de la cabeza! — ¡Bueno, entonces ya somos dos, Faith! Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta. Miro hacia todos lados en el pequeño espacio, buscando algo, tramando algo, desesperada por no darle satisfacción en esto. Bingo. Me estiro por su chaqueta en el asiento trasero, busco en sus bolsillos, saco su teléfono y en menos de tres segundos bajo la ventana y lo tiro a la carretera. — Dime que no hiciste eso — él dice con incredulidad —. ¡Dime que no hiciste eso! — Oh, pero lo hice — me enrollo en su chaqueta, calmando el frío mientras una sonrisa triunfadora se dibuja en mis labios —. Tampoco me subestimes, Thiaguito. — ¡¿Sabes lo importante que es el teléfono para mí?! — Grita, casi ensordeciéndome —. ¡Trabajo con él, maldita sea! — ¿A dónde me llevas? — Pregunto cuando veo que la dirección a la que vamos no es la de mi casa —. ¡¿Por qué vamos a tu apartamento?! Él ignora mi pregunta, en cambio dice —: Tú misma me vas a pagar por ese celular, lo juro que sí. — Sí, te pagaré con la tarjeta de crédito que tú me pagas — digo con dulzura. — Cancelaré esa mierda. — ¡No me puedes cancelar esa tarjeta, Thiago! ¡¿Ahora con qué dinero mi novio y yo saldremos?! Decir que su rostro se desfigura de la rabia es poco. — ¿Tu qué? — Pregunta mordiendo las palabras, su rostro completamente rígido —. ¡¿Tu qué, Faith?! — Mi novio, ¿no escuchaste, Thiago? Mi novio — digo calmadamente —. ¿O qué? ¿Piensas que yo duermo con mis amigos o con cualquiera por ahí? No soy una puta, ese es tu papel. Él sólo gira su rostro y me mira de una forma que lo dice todo. Y sólo me quedo callada porque realmente no quiero pelear en esta situación, mientras él está conduciendo. He tenido la ración más que suficiente de accidentes de carro para esta vida y para mil más. — Bájate — dice cuando estaciona el auto en el parqueadero de su edificio. — No me bajo si no me llevas para mi casa. — Bájate, Faith. — Que no. Alza las cejas, dice algo parecido a una oración divina, entonces se baja él. — Vamos — me toma de la mano y me saca de allí, conduciéndome hacia el ascensor —. Vamos a hablar. — ¿Hablar? — Digo con una risa —. Tú no quieres hablar, tú quieres pelear. — Basta, Faith — su mano me toma del antebrazo cuando intento soltarme y a la fuerza me mete en el ascensor —. Vamos a hablar. — ¡Deja de zarandearme! Él me suelta, las manos alzadas como si se estuviera rindiendo. — ¿Podemos subir a mi apartamento y hablar? — Pide con los dientes apretados —. ¿Por favor? Lo miro con ojos entrecerrados, entonces oprimo el botón de su piso y abrazo más mi cuerpo con su chaqueta mientras el ascensor hace su recorrido. Lo vuelvo a mirar unas cuantas veces de reojo, notándolo más calmado de lo que creía. Cuando finalmente el ascensor se abre en su piso, voy delante de él con mis pies descalzos porque ni tiempo me dio de calzarme, el muy idiota. — Listo — estiro mi brazo a mis lados cuando estamos dentro de su lugar, mirándolo fijamente —. ¿De qué quieres hablar? Me quedo en silencio mientras él busca con la mirada algo, el teléfono fijo, descubro cuando lo toma en sus manos. Me lo estira y me hace una seña como si estuviera diciéndome que prosiga. Arqueo una ceja sin entender, el teléfono aún estirado en su mano. — ¿Qué? — Pregunto. — Llama a Zeke. — ¿Mmm? — Llama a Zeke — pasa su otra mano por su incipiente barba y maldito sea si no se ve sexy haciendo eso —. Dile que estás conmigo. — ¿Cómo? — ¿No hablé nuestro idioma? — Pregunta con cejas fruncidas —. Llama a Zeke y dile que estás conmigo. — ¿Qué demonios te fumaste, Thiago? No voy a llamar a nadie. — ¿Sabes qué es lo más jodido de todo esto? — Se acerca a mí, pero retrocedo por la mirada amenazante en su rostro —. Que sé que todo es una farsa, no me creo tu cuentico ni la mitad, pero quiero que acabes con esto ya. Farsa o no, despídelo. — ¡¿Pues no era esto lo que querías?! — Grito, sin entenderlo —. ¡Estoy saliendo con alguien, Thiago, lo que tú querías! ¡No te comprendo, maldita sea! ¡Decídete! No me responde, él sólo me mira fijamente por varios segundos con una expresión indescifrable. Resoplo y me giro para ir a su habitación a buscar algo para vestirme. Es mientras paso una de sus camisetas por mi cuerpo que él habla —: No te quiero con nadie más. — Qué jodido estás, de verdad — saco uno de sus bóxers y lo paso por mis piernas —. Tengo hambre, prepara algo. Él sólo sigue mirándome fijamente, poniéndome nerviosa. ¿Qué demonios está pensado? — Hagamos un trato. — Ajá — intento pasar por su lado, pero su mano me detiene. Lo miro, esperando a que hable. — Tú no jodes con nadie y yo no jodo con nadie. Oh, Dios mío, ¡¿él es real?! Una risa se escapa de mi boca, lo que causa que él me mire con enojo. Esto es una broma, ¿cierto? — Sí — asiento —. Estás jodido, Thiago Pauls. — ¡Hablo enserio! — ¿Estás mal? — Le digo con incredulidad —. ¿Qué me propones? ¿Que los dos seamos solteros? ¿Que no veamos a nadie? ¿Que muramos solos y arrugados como pasas? ¿Qué es exactamente lo que me estás diciendo, Thiago? — Sí, eso — asiente e incluso él mismo luce confundido por su propuesta. — ¿Por qué simplemente no aceptas que me quieres y punto? — Lo encaro, rozando su nariz con la mía —. Acaba con tu juego y entonces yo acabo con el mío, de lo contrario, tengo novio, Thiago — sonrío dulcemente —, y ese es Zeke. — ¿A dónde vas? — Pregunta cuando me suelto de su agarre. — A sacarte algo de la nevera, luego en busca de mi novio — agarro el manubrio de la puerta y le digo sobre mi hombro —: Él y yo tenemos algo por terminar. En unos pocos segundos soy empujada hacia atrás y él sale, cerrando la puerta fuertemente y dejándome completamente sola en su habitación. ¡¿Qué demonios?! Agarro el manubrio de nuevo e intento abrir. No abre. — ¡¿Thiago?! — Golpeo mis puños contra la madera —. ¡Thiago, ¿qué demonios?! — No te vas a ir con él, nena — dice al otro lado de la puerta, diversión se escucha en su voz y sobre todo en su maldito nena. Sabe que odio esa estúpida palabra, razón por la cual siempre llamaba a Bess así, por supuesto, para joderme. — ¡Nena tu abuela! ¡¿Y estás loco?! — Golpeo con más fuerza —. ¡ÁBREME! — Yo juego mejor que tú, no lo olvides. Oh. Por. Dios. Esto tiene que ser una broma. — ÁBREME, THIAGO, ¡MALDITO SEAS! — Grita todo lo que quieras, nadie te va a escuchar. Miro a todos lados con mi respiración acelerada. ¿Juego? Vamos a ver si esto le parece chistoso. Empiezo a destruir todo, desde ropa, colonias, cuadernos, zapatos e incluso su maldito reloj. — ¡Basta, Faith! — Él grita, pero no se atreve a entrar. Y tal vez es lo mejor, porque creo que lo mataría si llega a hacerme frente. — ¡Tengo tu computador en las manos! — Sé que él me está escuchando —. ¡Si no me abres, lo parto, Thiago! — No te atreverías. ¿Ah no? Me subo sobre su cama y lo lanzo fuertemente desde mi altura. Hace un hermoso sonido cuando cae al piso en un completo caos. — ¡Estás loca! — ¡ÁBREME! — Duerme — dice, escuchándose tan tranquilo y en control —. Iré a comprar comida, cuando vuelva, espero que ya hayas pensado en lo que hablamos. — ¡No te atrevas a dejarme aquí! — Tómalo como mi venganza por lo que hiciste hoy. Grito con todas mis fuerzas, pero todo lo que escucho es su risa más picara y luego el sonido de la puerta principal cuando es cerrada. [***] Me despierto cuando siento unos cálidos dedos moviendo mi cabello detrás de mi oreja, luego acariciando mi mejilla. Abro los ojos poco a poco, encontrándome con los bonitos rasgos de Thiago frente a mí. Sonrío aún sintiendo mi cabeza nublada por el sueño. — Hey — él me mira como si estuviera midiéndome —. ¿Cómo estás? — Bien — digo suavemente, abrumada por la suavidad y cercanía con que me trata —. ¿Pasa algo? No responde, sólo me mira con confusión. Sus ojos son tan bonitos, negros pero profundos, y puedo jurar que podría quedarme viéndolo por horas y no me cansar... Entonces despierto, realmente lo hago. Oh, este jodido idiota. Lo empujo y me abro paso hacia la puerta, pero sigue cerrada. — ¡Ábreme, Thiago! — Así que ya despertaste — dice con sus manos metidas en su pantalón —. Te traje comida — señala la bandeja que está en el piso. — ¿Leche y cereal? — Digo con incredulidad —. ¡Te fuiste por comida y llegas con leche y cereal! — La comida era para mí — su voz es plana —. Tu leche y cereales siempre han estado en la cocina. — Me estás jodiendo, ¿cierto? — No — niega, sentándose sobre la cama y mirándome sin ninguna expresión en su rostro, pero sé que está entretenido —. Si quieres comida de sal, pídesela a tu novio. — ¡Qué infantil eres, Thiago! — Intento abrir una vez más la puerta, pero no puedo —. Y lo haría, iría a pedírsela y ten por seguro que él me la daría, ¡pero no puedo porque un psicópata me ha secuestrado! — ¿Por qué hiciste eso? — Pregunta de repente, esta vez seriedad real en su rostro —. ¿Querías ponerme celoso? Felicidades, lo lograste. ¿Qué pensaste que pasaría después de eso? — No lo sé, dímelo tú, Thiago. Toca el puente de su nariz y mira hacia otro lado. — Está bien, te daré crédito, no soporto verte con alguien más, no te quiero con nadie más, ¿pero y qué? No voy a entrar en una relación sólo porque me siento posesivo contigo. — Ay sí, claro, porque solamente es posesión lo que sientes por mí — gruño —. Sigue engañándote, Thiago, hazlo todo lo que quieras, pero mírame — me señalo —. Esta tonta no va a estar siempre aquí, porque tengo un límite y estás llegando a él. Se pone de pie y se acerca a mí. — ¿Qué significa eso? Sólo me encojo de hombros y miro hacia otro lado, eludiéndolo porque no quiero que suene a amenaza. No lo es, no es ninguna amenaza. Sé que no soy del tipo que arma un escándalo antes de marcharse, ni tampoco del tipo que le mostrará y le avisará que me he dado por vencida. No, si eso algún día llegara a pasar, me iría, pero lo haría tan silenciosamente que él ni siquiera lo notaría. — Tengo hambre — le gruño —. Tráeme algo más. — Llama a Zeke y dile que acaben con esta estúpida farsa. — No. — Ahí tienes tu respuesta a tu petición. Con que así son las cosas. En un rápido movimiento voy por la leche, entonces se la tiro encima. Él me mira con esa rabia maniaca que siempre consigo poner en él, su rostro goteando de leche y sus manos hechas puños a sus lados. — Ábreme, Thiago, y déjame ir. Su cuerpo luce totalmente tensionado mientras se acerca a mí y de verdad luce furioso, tanto que soy obligada a desviar la mirada por lo pesada y cargada que es la suya. — Me vas a volver loco — sus manos enmascaran fuertemente mi rostro —. Lo juro que sí. Jadeo cuando su boca cae en la mía, entonces soy rápidamente acorralada contra la pared. Su cuerpo cubre el mío y sus ropas que traigo puestas no bloquean el calor de su piel contra la mía. Él es grande, poderoso y caliente, y lo deseo tanto, maldita sea, tanto. — Estás jodido, Thiago — susurro cuando su boca me da un poco de escape —. Estás tan jodido que me asustas. Sus labios rozan los míos y su mirada es tan penetrante que pienso que va a decir algo importante, pero entonces todo lo que su boca termina soltando es —: Estabas a punto de acostarte con alguien cuando aún seguías húmeda por mi beso, Faith. — Gilipollas — gimoteo cuando sus dientes atrapan el lóbulo de mi oreja. — Sí, Tormento, soy un gilipollas — su rodilla abre mis piernas y se mantiene allí, enviando su calor a mi centro —. Pero soy el único al que deseas. Ni siquiera soy capaz de responderle nada inteligente porque es la primera vez que me llama Tormento después de esa noche que prometió que iba a alejarse de mí. Sé que no volvió a usar ese apodo porque, de alguna forma, sentía que, si no me llamaba así, no volveríamos a ser los mismo de antes, no tendríamos una cercanía muy importante. ¿Pero a quién demonios pretende engañar? Thiago me quiere, aún no sé del todo de qué forma, pero lo hace. Y él lo sabe, sólo está luchando en contra de ello. — Thiago — susurro bajito cuando su pierna se presiona en mi centro, mi cuerpo arqueándose involuntariamente hacia él. Sus labios dan el más suave de los besos justo debajo de mi oreja, entonces se aleja y toma mi quijada con dos de sus dedos, manteniendo mi mirada sobre la suya. Su respiración se confunde con la mía y estamos tan agitados que nuestros pechos se rozan cada vez que inhalamos. Tirito cuando su pulgar presiona mi labio inferior al mismo tiempo que su mano se escabulle por el interior de mi muslo, viajando directamente a un lugar que sólo él ha tocado. Cierro los ojos cuando se inclina un poco más, sus labios rozan los míos antes de presionarse contra mi frente, al mismo tiempo sus dedos se escabullen bajo mis bragas y tengo su piel directamente contra mi piel. — ¿Cómo demonios me puedes causar ternura en este momento? — Susurra contra mi frente —. A veces quiero odiarte. — Bienvenido a mi mundo, Thiago Pauls — detengo su mano cuando su pulgar se presiona sobre mi manojo de nervios —. Yo deseo poder odiarte cada maldito segundo de mi vida. Él se suelta de mi mano y aventura sus dedos más abajo, pero cierro mis piernas, atrapando su mano allí. — Por favor...— pide roncamente —. Sólo déjame tocarte, no haré nada más, te lo juro. — No. — Por favor, Faith, por favor... — Ya siento lo suficiente por ti sin haber hecho nada, Thiago — me alejo y lo miro para que vea dentro de mis ojos la sinceridad de mis palabras —. Estaría acabada si te doy también mi cuerpo. Él mira de mis ojos a mi boca y, finalmente, aparta su mano mientras la otra presiona en mi cabeza y me obliga a enterrar mi rostro en su pecho. Mi debilidad por él lleva mis brazos a envolverse en su cintura. — No me acostaré con nadie de ahora en adelante si terminas con Zeke — dice, sorprendiéndome —. No te pediré nada más, sólo que acabes con esta farsa. — Thiago... — Es lo único que puedo darte, Faith — se aleja suavemente —. Cuando me des una respuesta, te saco de aquí. Y son esas últimas palabras las que consiguen de nuevo enfurecerme. ¡¿Pero qué demonios?! ¡¿Él va enserio con esto?! Antes de que pueda reaccionar, el maldito ya ha salido, dejándome de nuevo sola allí. — ¡SÁCAME, THIAGO! — Llama a Zeke y termina todo — dice al otro lado de la puerta. No voy a actuar bajo amenazas, no me conoce lo suficiente si él piensa que lo haré. — ¡Vete a la mierda! — Lo mismo para ti. Maldito sea. Y él habla enserio porque al otro día, cuando despierto, sigo allí, todavía encerrada con nada más que el desayuno en una bandeja sobre la mesa de noche. — Iré a buscar un teléfono nuevo — dice en algún momento de la mañana —. Llamé desde el fijo a tu trabajo y a la universidad para decirles que no irás hoy, cuando vuelva, hablaremos otra vez. Hablaremos mi abuela, pienso segundos después cuando, en la torre de al frente, veo a una mujer mayor mirando fijamente hacia mí. ¿A Thiago le gusta vengarse? Vamos a ver si le gusta también que se venguen de él. Tomo una de las hojas que anoche había tirado en el piso y con uno de los marcadores escribo grande y claro —: LLAMA A LA POLICIA — dejo caer la hoja y escribo en otra más —: SECUESTRADA Y VIOLADA. Ella asiente frenéticamente y desaparece dentro de su apartamento. Y yo sólo me siento, esperando a que vengan a rescatarme. ¿Que él juega mejor que yo, dice Thiago? Veremos si lo sigue pensando después de hoy.
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