Diecisiete años.
Mi mellizo a veces puede ser más testarudo que yo.
¿Qué demonios le puede costar acompañarnos a la carrera de motos?
Seriamente él necesita dejar de ser tan aguafiestas. ¡Por todos los santos, tenemos diecisiete, no setenta! No puede ser que convencerlo para ir de fiesta sea más difícil que sacar a una monja de sus hábitos.
— Vamos, Allen — Zeke le insiste, colaborando en la causa que tal vez sea perdida —. Sabes que, si tú no vas, tu hermana va a terminar emborrachándose y dando un show digno de no olvidar.
— Gilipollas — le gruño, enseñándole mi dedo del medio.
Zeke despeina mi cabello y me atrae a su lado, pero me sacudo de su brazo con un buen golpe en su costado y me refugio en Allen, intentando ser cariñosa para que él acepte ir. Mi hermano es la persona más blandengue que he conocido, sobre todo conmigo. Y no, no es falta de personalidad. Es falta de maldad y resistencia a las personas. No es capaz de decir no a casi nadie, mucho menos a mí.
— Aún conmigo allí, Faith terminará haciendo una de las suyas — dice como si yo no estuviera presente, mirando fijamente de Zeke y a Gia con seriedad, pero detecto algo de diversión en su voz.
— Patrañas, si tú vas, prometo que me comportaré — le digo, siendo consciente de que, si él no va, seguramente mis padres no me dejarán salir. Eso es lo jodido de tener un hermano mayor (aunque sólo sea por cinco minutos), ellos se convierten en la condición para ir a cualquier lado. Si Allen y yo no fuéramos tan cercanos, seguramente lo odiaría un poco.
— Vamos, Allen — esta vez es Gia quien habla —. Hemos estado planeando esto desde hace meses. No nos dañes los planes.
— Gia — mi hermano arrastra su nombre, mirándola con ternura cuando ella saca suavemente su labio inferior en un puchero. Mi hermano avanza hacia ella y enmascara su rostro con sus manos antes de besarla profundamente.
Zeke y yo nos miramos, luego a ellos, entonces fingimos arcadas que consiguen que Allen se aleje de Gia con una risa saliendo de sus labios.
— Vale, me convencieron — acepta, arrancándome una gran sonrisa —. Pero tengo mis condiciones.
— Las que sean.
— Sólo seremos espectadores, Faith, no quiero verte montada en la moto de algún tipo, ¿comprendes?
Sólo lo miro, sin responder.
— Di que sí — Gia articula a su lado sólo para mí, pero ¿qué de divertido hay en ir a una carrera de motos en la que serás sólo un espectador?
— Ella acepta tus condiciones — Zeke se adelanta a decir, sin pedir mi consentimiento.
— Cállate — le ladro, mirándolo mal.
— Si no aceptas, no hay salida para ti.
— ¡Pero Allen...!
— Pero nada — me calla —. Tú decides, vamos o no vamos.
Gruño y antes de que pueda decirle que puede meterse sus ordenes por el culo porque no es mi padre para darme ordenes, un auto se estaciona frente a nosotros, captando nuestra atención.
Sonrío cuando veo que es Thiago, el hermano mayor de Gia. Se supone que llegaría de la universidad mañana, no hoy, así que para todos es una sorpresa verlo llegar tan pronto a casa.
— No he ni llegado y ya los encuentro planeando una de las suyas — dice, bajándose de su auto con su mochila tras sus hombros. Sus ojos negros se fijan directamente en mí cuando dice —: Hola, tormento.
— Idiota — ruedo los ojos por su estúpido apodo, luego tomo su mano y muerdo sus dedos antes de que pueda despeinarme el cabello.
— Mierda, Faith — gruñe con molestia cuando mis dientes lo sueltan —. Esperaba que me recibieras mejor.
— Iluso — canturreo, luego vuelvo a enfocarme en mi hermano —. Si vas a la carrera, prometo que estaré sólo en una vuelta.
— Ninguna.
— ¡Media!
— Ni media, ni una, no te quiero participando en ninguna carrera ilegal, Faith. Y no voy a discutir más sobre el tema.
— Vete al diablo — gruño en su dirección antes de girar y adentrarme en la casa de Gia para alejarme del mandón de mi hermano. Es tan frustrante su intento por controlarme. Tal vez Allen no se ha dado cuenta de que mis padres no pueden hacerlo, así que mucho menos lo podrá hacer él. El hijo perfecto es él, no yo. Y estoy feliz con eso. De hecho, desempeño muy bien mi papel.
¿Ir a una carrera ilegal y no estar ni en una vuelta? No me jodas. Por el infierno que estaré en una.
— Vamos, el mundo no se acaba por no estar en una carrera ilegal — escucho una voz detrás de mí.
Es Thiago.
— Y el mundo no se acaba por perder un partido de futbol, mariscal de campo.
— Auch — dice cuando le recuerdo su último partido y el humor del demonio que tuvo después de ello.
Crecí con Thiago y, a pesar de que él es casi cinco años mayor de mis diecisiete, siempre ha sido cercano a todos nosotros. Incluso después de mudarse a su propio apartamento tan pronto empezó la universidad hace años, él nunca cambió su comportamiento hacia los amigos de su hermana. No somos exactamente los mejores amigos, pero tampoco nos llevamos mal. De hecho, puedo decir que tenemos nuestra propia forma de llevarnos bien, que es fastidiándose el uno al otro. De allí su apodo para mí; tormento. Él dice que yo siempre daño su tranquilidad y debo aceptar que me empeño arduamente en que eso sea cierto.
— ¿Qué haces aquí? — Pregunto, sacando un vaso de agua para beberla —. Pensé que llegabas mañana.
Acostumbra a pasar los fines de semana aquí, en casa de su madre, pero esta vez llegó más temprano que nunca.
— Quería alejarme un poco de... — no termina, pero no necesita hacerlo.
— ¿Ya te aburriste de tanta chica a tu alrededor, casanova?
— Bueno, un poco — hace una mueca —. A veces necesitas algo de tranquilidad.
Me río, porque si él quiere tranquilidad, definitivamente yo no dejaré que la tenga.
¿Él se empeña en llamarme tormento? Pues yo me empeño cada día en darle motivos para darle honor a mi estúpido apodo.
— ¿Tienes calor? — Pregunto con desinterés, terminando de beber mi agua para tener la excusa de volver a tomar la jarra llena de la bebida, fingiendo que me serviré más.
— Muchísimo — dice, provocándome una sonrisa.
— Oh, perfecto — tomo con más fuerza el jarrón en mis manos —. Entonces...
Sus fuertes brazos me envuelven rápidamente desde atrás en un firme agarre, sus manos tomando la jarra por mí.
— Pero no quiero refrescarme de esa forma — susurra en mi oreja, una risa en su voz —. Sin embargo, creo que tú sí.
— ¡Hijo de puta! — Grito cuando la helada agua me empapa totalmente —. ¡Eres un hijo de puta!
— Yo juego mejor que tú — muerde fuertemente mi hombro antes de soltarme —. Nunca lo olvides, Turner.
Antes de que si quiera pueda pensar en ir detrás de él, Thiago ya va muy lejos de mí con sus estúpidas carcajadas de mierda. Pronto se escucha la puerta de su habitación cerrarse y más maldiciones salen de mi boca.
— ¿De qué demonios te ríes? — Le pregunto a mi hermano cuando lo veo apoyado contra el marco de la puerta.
— De cómo siempre Thiago te gana.
— En algún momento yo lo haré — le juro y, contrario a lo que creo, sus ojos me miran con seriedad, con demasiada seriedad —. ¿Qué pasa?
Lo observo detenidamente mientras se acerca a mí, sus ojos detallando mi rostro con seriedad y ese amor incondicional que siempre tiene para mí. Allen levanta su mano y alisa cuidadosamente un mechón de mi cabello para dejarlo delicadamente detrás de mi oreja.
Amo a mi hermano, a pesar de las discusiones que tengamos, él es mi otra mitad. Ese pedazo con el que sabes no puedes vivir si te falta, no quieres vivir si te falta.
— No te enamores de él, Faith.
Sus palabras me descolocan un poco, dejándome tan aturdida.
— ¿Te refieres a Thiago?
— Sí — asiente con una sonrisa triste —. No te enamores de él, hermanita.
Resoplo porque, ¿de dónde demonios saca esto? Thiago y yo no hemos tenido trato distinto al que dos hermanos que se fastidian tendrían.
— ¿Por qué...?
— Sólo no lo hagas, él está demasiado jodido para amarte de vuelta — sus ojos sabios me miran como si conocieran lo mejor para mí, y tal vez él sí lo hace —. A veces nosotros mismo somos quienes elegimos sufrir, Faith... Que esa no sea tu elección.
Asiento, sin darle real importancia a sus palabras.
Poco sabía que debí haberlo hecho.
[***]
— ¡Faith! — Mi hermano grita detrás de mí tan pronto me bajo de su coche —. ¡Faith!
— ¡Busca a Gia y a Zeke, después te veo! — Grito sobre mi hombro, siendo la cínica que siempre he sido.
— ¡Faith, ven aquí!
Me río con diversión, observando su preocupado pero resignado rostro. Me adentro más entre el gentío y pronto lo pierdo de vista. Engañar a mi hermano diciéndole que aceptaría su condición, fue fácil. Su reprimenda después de esto, no lo será. Pero, madre mía, valdrá la pena. Valdrá cada segundo de ella, pienso mientras observo el grupo de chicos montados en su motocicleta, listos para la carrera.
Pego un ruidoso grito cuando los veo arrancar sus motos y, después, a una velocidad impresionante, ellos salen pista abajo. El sonido de los motores, la música y los gritos de apoyo inundan mis oídos, aumentando mi adrenalina y euforia. El humo que han dejado a su paso le da un aspecto más peligroso al lugar, causándome otra risa.
— Mierda, Faith — una mano es dejada sobre mi hombro, obligándome a girar —. Allen está histérico, ¿lo sabes?
— Gia lo entretendrá — le digo a Zeke, sacudiéndome de su mano —. ¿Viniste en tu moto o en tu carro?
— Moto.
— ¿Trajiste a Gia en tu moto? — Él asiente con una sonrisa traviesa —. Eso debió haberle gustado a mi hermano.
— Casi me pega un puño cuando nos vio.
— A veces pienso que eres peor que yo — murmuro distraídamente mientras veo a uno de los moteros repasarme con la mirada. Le sonrío coquetamente —. ¿Me prestarás tu moto esta noche?
— ¿Eh? ¿Me hablas a mí?
— Sí, obvio, idiota.
— Entonces mírame — Zeke toma mis hombros y me obliga a apartar la mirada del motero para mirarlo a él —. ¿Por qué te prestaría mi moto?
— Para competir, claro.
— Estás de coña, Faith — niega, levantando las manos con algo de desesperación —. Perdiste la puta cabeza si piensas que te prestaré mi moto.
— Si le pasa algo, te la pagaré.
— Por supuesto que me la pagarás, cariño — gruño por su estúpida forma de llamarme, él sabe que odio cualquier apelativo cariñoso o apodo sobre mí. Me llamo Faith, ¿por qué la gente no puede darle el uso correcto a mi nombre? Extrañamente, el "Tormento" de Thiago es lo único que puedo soportar —. Pero no estoy dispuesto a verte con tus extremidades hechas añicos para que tu hermano después haga añicos las mías.
— Eres un exagerado, nadie hará añicos nada. Anda, préstamela.
— No, querida.
— Mierda, Zeke, me vas a volar la cabeza.
— Como quieras, dulzura.
Respiro profundo con mis manos hechas puño, intentando con toda mi fuerza no golpear su maldita sonrisa divertida.
Maldigo por lo bajo cuando veo a mi hermano caminar hacia nosotros con Gia a su lado. Aunque sé que ella le está diciendo cosas para intentar calmarlo, su rostro furioso me dice que no está funcionando.
Entonces decido ejecutar uno de mis planes.
Retrocedo dos pasos con mi mejor sonrisa en los labios, les guiño un ojo y levanto juguetonamente una mano en dirección a Zeke en forma de despido.
— Ya no necesito tu moto, dulcecito — y voy directo hacia el motero que no ha dejado de mirarme. Sin necesitar su permiso, me monto en su moto detrás de él y envuelvo su torso con mis brazos, deliberadamente apretando mis pechos contra su espalda —. ¿Me enseñas qué tan rápido corres?
— Claro, muñeca.
Muerdo mi labio para evitar mandarlo a la mierda cuando me llama de esa forma, en cambio, apretujo su vientre debajo de su camiseta, recordándome que este es mi pase para estar en una de las carreras.
Y él arranca.
Un gritito excitado sale de mi boca mientras el aire golpea mi rostro e ignoro totalmente el grito de mis amigos y hermano llamando mi nombre.
— ¡Quiero lo más rápido que puedas!
Y él acelera.
Cierro los ojos, disfrutando el azote algo salvaje del aire mientras choca en mi rostro, enfriándome de una forma que es totalmente bienvenida.
La adrenalina de esto no se compara con nada que haya sentido antes y sé de inmediato que de cualquier forma debo conducir una moto y correr en una de las vueltas.
Más pronto de lo que pensaba, el motero detiene la moto y sé que estamos de vuelta en el inicio cuando, de alguna manera, puedo sentir la mirada furiosa de Allen sobre mí.
— Tu novio está furioso — me dice el chico con socarronería en su voz.
— Es mi hermano — digo antes de bajarme y enfrentar a Allen.
Y sí, está furioso.
— Estas no fueron mis condiciones.
— ¿Por qué no sólo me dejas divertir?
— Deja de ser tan inmadura, Faith, y ten un poco de más cuidado con tu vida. ¿Quieres morir o qué carajos? — Señala al sujeto de la moto, quien ahora está fumando un cigarrillo o porro, quién sabe, mirándonos con evidente diversión en sus ojos —. Ni siquiera conoces a ese sujeto y te subiste en su moto. ¡Pudo haber sido un psicópata y no traerte de vuelta!
— Bueno, lo hizo, ¿no? — Ruedo los ojos, pasando por su lado —. Y disculpa mi inmadurez, pero tengo diecisiete, no setenta, señor maduro.
— Sólo... olvídalo, Faith — escucho detrás de mí —. No debí ser tan indulgente contigo. Nos vamos ya a casa.
— ¡No! — Gia pide, suplica en su voz —. No, Allen, vamos. Faith se comportará, ¿sí? Pero quedémonos un poco más, no llevamos ni diez minutos aquí.
— ¡Y mira ya lo que ha hecho! — Lo escucho gruñir con frustración y sé que es porque le ha levantado la voz a mi amiga —. Lo siento, bebé.
Cuando los miro, Gia está envuelta en sus brazos y él le está murmurando más cosas dulces en el oído.
— Le vas a sacar canas a tu hermano — Zeke me dice mientras enciende un cigarrillo.
— Si es que ya no tiene —digo mientras observo cómo Allen aun consiente a Gia —. Míralos, no es más que ella le diga algo y él olvida absolutamente todo.
— Sí, es algo molesto — se estremece visiblemente —. Parecen sacados de un cuento de hadas.
— ¿Por qué no empezamos a follar nosotros? — Lo miro de reojo —. Así ellos probarían un poco de su propia medicina al vernos juntos.
— Es que tú no levantas mi polla.
— Síp — acepto —. Y tú a mí no me pones húmeda.
Nos miramos fijamente por uno, dos, tres segundos.
Entonces explotamos en carcajadas.
Somos tan idiotas.
— Bueno, nos quedaremos un rato más — mi hermano dice cuando nos hemos calmado, acercándose —. Pero no te quiero volver a ver subida en la moto de algún desconocido.
— Como ordene, mi capitán — hago el saludo militar, arrancándole una sonrisa que es mi confirmación de que ya me ha perdonado.
— Ven aquí — sonrío y le obedezco, yendo hacia él para refugiarme bajo uno de sus brazos, en el que no tiene a Gia.
Si hay una persona que no es cariñosa en esta Tierra, soy yo. Sólo que olvido totalmente eso cuando se trata de mi hermano. Nunca me canso de sus abrazos, de sus cariños y sus consentimientos.
Lástima que dentro de poco volveré a tenerlo enojado.
[***]
Me río mientras corro más rápido, intentando alejarme de Allen que viene detrás de mí. Mi hermano no es realmente quien más me preocupa, sino el motero al que le robé las llaves de su moto. Está furioso, maldición, pero tan drogado que a penas y puede sostenerse sobre sus dos pies.
— ¡Faith! — Escucho los gritos de Allen detrás de mí.
Acelero mi paso, la risa burbujeando de mi boca, y entonces sucede.
Las sirenas de la policía se escuchan en el lugar.
Mierda.
— ¡Faith! — Mi hermano me alcanza, toma mi mano y me arrastra más rápido por el lugar —. ¡Suelta esas malditas llaves!
Lo hago, suelto las llaves que me he robado mientras me dejo guiar por él, presa del pánico.
Si la policía nos atrapa, mis padres nos matan.
Ellos piensan que estamos en una fiesta de uno de nuestros compañeros de clase, no en una carrera ilegal.
— ¡¿Y ahora qué?!
— ¡Vamos por Gia!
— ¡No! — Lo jalo con fuerza de la mano para que me escuche —. Está con Zeke, él la cuida, idiota. ¡Vámonos, Allen!
— ¡No me voy a ir sin Gia!
— ¡No seas tarado, Allen! ¡Zeke está con ella! ¡Vámonos!
Me mira con desesperación en sus ojos, pero finalmente parece ceder.
Corremos todo lo que nuestras piernas nos permiten para llegar a su auto y, tan pronto nos subimos a él, mi hermano marca en su teléfono mientras arranca el coche a toda velocidad del lugar.
— ¡Contesta, contesta!
— ¡Ella está bien, cálmate!
El lugar es un caos. Los autos y motos están corriendo su propia carrera ilegal para huir de la policía, pero esta vez la adrenalina y el acelerado latido de mi corazón no es bienvenido en mi cuerpo.
— ¡Gia! — Mi hermano grita al teléfono con alivio —. Vale, te veo en tu casa. Te amo.
— ¿Está con Zeke? — Pregunto.
— Sí, ya están escapando — agarra el volante con más fuerza —. No debimos haber venido, Faith.
— Teníamos meses planeándolo, Allen.
— Pero no era correcto venir.
— Deja de pensar siempre en hacer lo correcto, es aburrido — le digo con una sonrisa, poniéndome el cinturón de seguridad —. Pareces un anciano, hermanito.
Me inclino un poco y beso su mejilla, justo en el rastrojo de barba que no se ha quitado.
— A veces no entiendo por qué te amo.
Me río por sus palabras.
— Ni yo a ti — señalo su cinturón de seguridad —. Anda, asegúrate, señor correcto.
Me rueda los ojos con la más bonita de sus sonrisas en sus labios y justo cuando va a hacer lo que le pido, lo veo.
El carro viniendo a toda velocidad hacia nosotros.
— ¡Allen!
Después, todo es simple y enteramente n***o.
[***]
— Auch — gimo de dolor, llevando mi mano a mi cabeza —. ¡Auch! — Gimo más fuerte cuando, al tocarme por encima de lo que estoy segura es un vendaje, mi cabeza duele más.
— Oye — unos cálidos dedos detienen mi mano —. No te toques.
— ¿Thiago? — Pregunto cuando lo reconozco, entonces miro alrededor —. ¿En dónde demonios estoy?
No me responde, sus cansados y ojerosos ojos sólo me miran con una compasión que me revuelve todo por dentro.
Entonces todo me golpea con fuerza.
Allen.
— Allen — murmuro, quitándome la intravenosa —. ¿Allen? — Llamo un poco más alto, mirando a mi alrededor —. Thiago, ¿en dónde está mi hermano?
— Faith... — su boca sólo pronuncia mi nombre, sus manos sostienen las mías y me mantiene sobre la camilla.
Intento sacudirme, mirándolo horrorizada.
¿Qué demonios está pasando?
— ¿Allen? — Grito más fuerte, porque sé que mi hermano está cerca; él nunca se separa de mí —. ¡Suéltame, maldita sea!
— Faith, cálmate...
— Necesito ver a mi hermano. Anda — señalo la puerta —. Llámalo, idiota. Sé que él está ahí afuera. Llámalo, dile que entre.
— Él no... — cierra los ojos con fuerza — Él no está afuera, Faith.
Una risa brota de mis labios, fluyendo libremente, pero causándome mil escalofríos que me empiezan a perforar el alma.
Ma sacudo de las sábanas y de Thiago, entonces me pongo de pie. De inmediato mis piernas ceden al piso, pero Thiago me sostiene a tiempo y me da equilibrio. Cuento tres segundos antes de volver a intentar caminar, y esta vez lo consigo. Voy directo a la puerta y salgo, segura de que mi hermano estará allí afuera.
No hay nadie.
— ¿En dónde está todo el mundo? — Pregunto —. ¿Están en la sala de espera? — Sacudo la cabeza —. ¿Cuánto llevo aquí?
Ni siquiera pregunto si mi hermano está bien a pesar de que recuerdo que él estaba conmigo en el auto. Es estúpido porque sé que a él no le pasó nada. No pudo pasarle nada.
— Todos están... — me giro a mirarlo cuando escucho su voz, hay tormento allí y tal vez algo de desesperación —. Todos están...
— ¡¿Dónde están?!
— Están en el cementerio, Faith. Están enterrando a tu hermano — suelta, como si no supiera que sus palabras pueden causarme la herida más grande que alguien me pueda causar.
¿Por qué juega así conmigo?
¿Por qué quiere hacerme daño?
¿No se supone que somos amigos?
Llevo mi mano a mi cabeza, topándome de nuevo con la venda.
Maldigo al cielo, luego vuelvo a entrar en la habitación en la que desperté.
Busco desesperadamente por mi ropa, pero todo lo que termino haciendo es dar vueltas por el lugar.
— ¿Qué buscas?
— Mi ropa.
Me lanza una bolsa que reconozco como suya.
— Sólo hay ropa mía, Faith. Lo que llevabas puesto en el accidente se ha tirado, y no he tenido la oportunidad de ir a tu casa a buscarte nada — muerde su labio por un segundo —. Tu casa es un caos... tus padres lo son.
— ¿Por qué serían un caos? — Pregunto mientras me giro para quitarme la horrible bata de hospital, entonces paso una de sus camisetas por mi cuerpo seguido de unos pantaloncillos que recuerdo haberle visto cuando era más joven.
— Te lo he dicho... perdieron a tu hermano, Faith.
Sacudo la cabeza, alejando sus palabras.
— Listo, llévame a donde mi hermano esté — me giro y le entrego la bata —. Porque ya me puedo ir, ¿cierto?
— Faith... — sus ojos me miran con un dolor que no comprendo.
— ¿Me puedo ir ya? — Pregunto, impaciente.
— Tormento, no te estoy mint...
— Bien, entonces yo misma iré a buscar a mi hermano.
— Espera — su mano me detiene —. Está bien, iré a hablar con los doctores. Quédate aquí, ya vengo.
Asiento mientras me siento de nuevo en la camilla, esperando impaciente porque él esté de vuelta.
Definitivamente mi hermano se ha ganado un buen enojo de los míos. ¿Cómo es posible que yo esté en el hospital y él no haya esperado por mí hasta que despertara? Resoplo, adivinando que debe estar en algún lugar con Gia. Es mi mejor amiga, pero a veces me molesta que me robe tiempo con Allen. Cuando lo vea, voy a hablar seriamente con él de esto.
— Vamos — Thiago aparece en la puerta, una sonrisa sin dientes en sus labios.
Me sacudo de él cuando pasa su brazo por mi cintura, como si necesitara soporte.
— Estoy bien — le digo, haciéndome a un lado.
Él asiente en silencio y sigue en silencio mientras me subo en el auto. También continúa en silencio mientras maneja y el silencio aumenta cuando estaciona frente al cementerio.
Ruedo los ojos.
— ¿De nuevo con esto? — Me giro a mirarlo —. Enserio, Thiago, este no es uno de nuestros jueguitos. Llévame con mi hermano, quiero verlo.
Aprieta su mandíbula con fuerza y algo de ira brilla en sus ojos.
— Me estás enfadando, Faith.
— ¡¿Te estoy enfadando?! — Grito con sarcasmo —. ¡Tú me estás enfadando a mí! — Golpeo fuertemente su pecho —. ¡Mi hermano no está muerto, así que para tu maldita farsa... — lo golpeo más fuerte y entre más mis puños impactan en su pecho, más la realidad impacta en mi mundo —... por favor!
— Mierda, Faith — su puño se enreda en mi cabello y atrae mi rostro a su pecho —. Ahora entiendo por qué nunca lloras.
— Por favor, por favor... — peleo contra su pecho, pero sus manos no me dan escapatoria —. ¡Por favor, ya basta! ¡Deja de jugar conmigo!
— Verte llorar es la cosa más dolora que he visto — sus labios besan suavemente bajo mi vendaje, casi en la esquina de mi ojo —. ¿Qué se supone que haga?
— Acabar con esto — entierro mis dedos en sus hombros, aferrándome más fuerte a él a pesar de que quiero que me suelte —. Acaba con esto, Thiago, por favor. Acaba con esto. Ya no es chistoso, te lo juro que no. No lo es.
— Faith...
Limpio bruscamente las lágrimas que bajan sin pedir permiso, lágrimas que se me son tan extrañas porque no conozco.
— ¿Por qué me haces llorar? — Gruño, agarrando el manubrio de la puerta —. Es la primera vez que lo hago y, te lo juro, cuando Allen me vea, te va a golpear por lo que estás haciendo, Thiago Pauls.
Me bajo del coche y, luciendo como debo lucir, con la camisa de Thiago y unos pantaloncillos que me quedan enormes, empiezo a deambular por el cementerio, necesitando confirmar que todo es una farsa.
Sólo que no lo es.
— No — mis piernas ceden al piso, raspando dolorosamente, pero eso ni siquiera importa —. No, no, no...
A unos metros reconozco a mis padres, a Gia, a Zeke y a un montón de gente. Todos están llorando, todos están observando mientras bajan un cajón con el cuerpo de algún cadáver.
Todos están allí, menos Allen.
— ¡Faith! — El grito de Thiago detrás de mí llama la atención de todos y pronto muchos pares de ojos están sobre mí, observando en primera fila cómo la vida de alguien se hace añicos.
¿Qué se supone que haga después de esto?
¿De dónde demonios voy a sacar fuerza para vivir cuando él era lo único que me mantenía de pie?
Lo mejor de mi vida, lo más puro de mi existencia.
Mi otra mitad.
¿Qué voy a hacer sin mi hermano?
Y como si fuera poco, ese mismo día, también pierdo a mi madre.
Lo sé tan pronto su mirada me encuentra.
Me tropiezo hacia atrás cuando me levanta duramente del brazo y si no fuera por Thiago, seguramente me habría caído al piso.
— Vete de aquí.
— ¿Mamá?
— Vete, Faith — es mi mamá, pero no luce como ella. Sus ojos son desquiciados y están llenos de lo más cercano a la demencia. Me asusta y al mismo tiempo me rompe más —. Vete, has hecho suficiente.
— Mamá — se me escapa en un sollozo, pero eso ni siquiera parece importarle a ella.
— ¡Vete!
Thiago me lleva detrás de él antes de que ella pueda empujarme.
— No debí traerte — él murmura sobre su hombro, sosteniendo mi mano, el único apoyo que tengo en este momento —. No debí traerte, Faith. Vámonos.
— Pero es mi hermano...
— ¡Vámonos! — Las palabras de Thiago son altas, intentando opacar las de mi madre.
Él me toma bajo mis rodillas y espalda, entonces me saca de allí.
No lo detengo, no encuentro la fuerza para hacerlo.
Porque yo la escuché.
La escuché.
La escuché.
Tú lo mataste.