Mientras los niños se daban la mano para sentarse delante de aquel árbol y vivir la ilusión de la Navidad, Riccardo agarró la mano de Sabrina, los dos sonrieron con timidez cuando aquella familiar electricidad los atravesó. De su bolsillo Riccardo sacó una bolsita roja de terciopelo y le entregó a Sabrina una pequeña muñequita con una corona de oro, algo especial para su árbol y que representaba para él el ser más puro que había en aquella casa. -Para la principessa (princesa), quiero que ella también sepa que tiene un lugar aquí. Sabrina sujetó aquella muñequita con los ojos cristalizados, después miró a Riccardo y contestó. -Creo que ella lo supo desde la primera vez que hablaste con ella cuando me creías dormida. -Sabrina lo hizo sonrojarse ante aquella revelación. -Desde entonces la