Al llegar al castillo me quedo impresionada, se ven algunos daños en las paredes por el paso del tiempo, pero siguen conservando su estructura original.
La puerta principal es de madera gruesa y aún conserva las cadenas que usaban para abrirla. Estoy por entrar cuando veo al grupo de turistas formando una línea en una de las puertas laterales, me pongo en la fila y a los pocos minutos llega un chico, está vestido con un kilt o falda escocesa, como se conoce comúnmente, tiene una camisa blanca, un chaleco que combina con el kilt, es de cuadros verdes con n***o. Tiene un sporran en la cintura, que es un complemento tradicional del traje típico, consiste en una bolsa de cuero forrada con piel y tiene un broche color plata. También trae unas calcetas o medias blancas y unos botines negros con cintas.
El chico es de complexión delgada, rubio y tiene una sonrisa muy contagiosa.
—Hola, mi nombre es Angus, tengo algunos años trabajando para el castillo Headrick, me fascina la historia y este es uno de los castillos que más historias tiene por contar y para eso estoy yo aquí, para contarles hasta los secretos más oscuros del castillo —dice sonriendo—. Ahora síganme, me gustaría que empezáramos el recorrido por el lugar más concurrido del castillo, la cocina —comenta y su cara se ilumina.
Lo seguimos y en eso se detiene abruptamente por lo que todos lo hacemos también.
—Lo siento, pero antes de entrar, me gustaría dejarles claro, que está prohibido tocar las cosas dentro del castillo, aunque a veces no creo que sea necesario hacer la advertencia ya que todos somos adultos, prefiero hacerlo, como se pueden imaginar hay cosas muy antiguas que se conservan intactas y así queremos que sigan —advierte señalandonos—. Este es uno de los únicos castillos que aún conserva muchas cosas y entre, ellas su construcción original, obviamente se han hecho reparaciones, pero, sin dañar la esencia que dejaron los clanes antiguos.
—¿Nos hablarás de la maldición de la familia Headrick? —pregunta uno de los turistas.
Angus sonríe.
—Para eso tienen que asistir a las reuniones que hace Ciara en los jardines, ella tiene más información de la que yo pudiera contarles, yo solo conozco secretos del castillo, no tengo idea de los secretos que guardaban las alcobas —bromea.
Entramos a la cocina y mis ojos se pierden en un horno o estufa de leña, no sabría darle el nombre exacto ya que jamás había visto uno así, está en el centro de la cocina; hecho de piedra y tiene algunas ollas en la parte de arriba que realmente se ven muy antiguas. El piso es de madera y las paredes son blancas, se ven un poco ahumadas, también hay una mesa de madera pegada a la pared, tiene algunos arañazos que parecen hechos con algún objeto puntiagudo. En las paredes hay utensilios de cocina como adorno, del techo cuelgan cadenas y hay un candelabro en el centro de la cocina con velas.
Es increíble la sensación que tengo estando dentro del castillo. Puedo imaginarme a todas las personas que han pasado por esta cocina en el transcurso de los años, preparando comida para todos esos hombres guerreros y para sus familias. Me imagino lo difícil que sería alimentarlos a todos, tal vez por esa razón la cocina es enorme.
—¿Pueden imaginarse está cocina llena de personas? —pregunta Angus como si hubiera leído mi mente—. Realmente me imagino cuantos animales tenían que traer para alimentar a todos los guerreros de cada clan, ¿se imaginan cuando llegaban de la guerra? Algunos heridos y agotados, que tenían que ser atendidos de inmediato. Las mujeres encargadas de la cocina u hombres, tenían una gran responsabilidad. Y digo hombres también, porque cuando no podían ir a la guerra, se quedaban con otras labores en el castillo, cuentan que en este castillo había un cocinero llamado Diom, aunque cocinaba delicioso, todos le tenían miedo, ya que maldecía a diestra y siniestra mientras cocinaba. No sabían si estaba enojado o esa era su inspiración para hacer mejores los platillos.
Se escuchan algunas risas de los visitantes.
—En cada clan se asignaban varios cazadores, ellos se encargaban de traer el alimento y como en ese tiempo no era fácil conservar la comida, salían a cazar dos o tres veces a la semana. Se podría decir que ellos comían mucho mejor que nosotros, su comida no tenía ningún tipo de conservadores, era todo fresco y preparado al instante. No como ahora, que hasta respirar nos hace engordar.
Ahora todos soltamos una carcajada.
—¿Seguimos? —nos pregunta sin dejar de sonreír.
Salimos de la cocina y caminamos por un pasillo.
—Esté es el salón principal —anuncia Angus cuando llegamos a la puerta al final del pasillo—. Como pueden ver, es enorme, aquí se reunían las familias del clan Mc Headrick a celebrar sus victorias, en estás paredes se esconden muchas historias de amor y tal vez, algunas que no se pueden contar —dice sonriendo.
Empiezo a curiosear alrededor del salón y me quedó viendo las fotografías en las paredes, obviamente se ve que las han restaurado, algunas se ven mucho más antiguas que otras, pero todas están tomadas en el mismo lugar, el centro del salón principal, en el que se pueden ver las escaleras; cada uno de ellos trae su kilt, del mismo color que lo tiene Angus, mientras sigo observando las fotografías hay una en especial, que llama mucho mi atención.
En ella hay un hombre robusto, tiene algunas cicatrices en la cara, cabello largo y rubio, su nariz está un poco torcida, pero, lo que realmente llama mi atención, son sus ojos, son verdes, pero no de un color común. Me quedo observándolos fijamente y es como si viajara en el tiempo. Veo el castillo lleno de personas, todos ellos con sus kilt y algunas mujeres con vestidos antiguos, parece que están celebrando algo, el hombre de la fotografía entra por la puerta principal y lleva una enorme espada en su cintura, llega con una mujer pelirroja a la que no puedo verle la cara, de inmediato se besan apasionadamente, ella es delgada y pequeña comparada con él. La toma de la cintura y empieza a darle vueltas emocionado; hay más personas a su alrededor pero no puedo distinguirlas.
—Ahora me gustaría comentarles un poco más acerca del castillo —escucho hablar a Angus y cierro los ojos para despejar mi mente.
La escena era tan real que llegué a pensar que estaba sucediendo, estoy intentando regular mi respiración pero me cuesta un poco, tengo una sensación extraña en el cuerpo, pero no es mala, al contrario.
—¿Todo bien? —me pregunta Angus.
—Si, estoy bien, gracias.
—Entonces sigamos —dice sin quitarme los ojos de encima—. Este castillo se construyó aproximadamente en el año 1520. Se dice que el clan Mc Headrick, tomó estás tierras al ganar una batalla con el clan de los Mc Doban, les tomó años para construir su fortaleza ya que se vieron bajo ataques de clanes enemigos en varias ocasiones, aunque por suerte lograron ganar.
La palabra clan, traducida del Gaélico, tiene el significado de “familia”, o sea, el clan era una familia, aunque no tuvieran la misma sangre, la lealtad era su mayor virtud.
Los primogénitos de cada Lord, tenían la responsabilidad de mantener el castillo y la familia a salvo. En caso de que el Lord Mc Headrick, no tuviera hijos varones, las hijas tenían que buscar un matrimonio con un Lord respetable que accediera a seguir protegiendo el castillo, de hecho, se hicieron de muchos aliados, ya que al parecer los Mc Headrick tenían hijas hermosas. No fue hasta el año 1665 que hubo una invasión en las tierras altas y todos los clanes fueron derrotados, los pocos sobrevivientes huyeron al suroeste. En el año 1720, los herederos del clan Mc Headrick lograron recuperar el castillo tras años de luchar por el sin descanso, no fue nada fácil, familias enteras perdieron la vida y les costó mucho reconstruir de nuevo su clan.
Con el paso del tiempo, las paredes y torres del castillo fueron fortificadas para evitar que volvieran a sorprenderlos —finaliza Angus con un suspiro, se nota que realmente ama la historia del castillo.
Seguimos el recorrido conociendo más habitaciones del castillo, cuando bajamos de nuevo para el salón principal, mis ojos van directamente a la fotografía del hombre que visualicé y de nuevo vuelvo a sentir algo extraño.
Salimos del castillo y realmente me siento muy emocionada, leer las historias de los castillos es increíble, pero hacer el recorrido mientras alguien te va contando todo, no lo cambiaría por nada, además que Angus lo hace de una manera sencilla y divertida.
—Pueden pasar al comedor, ya está lista la comida —anuncia Angus.
Empezamos a caminar y se pone a mi lado.
—¿Señorita, está usted bien? —me interroga.
—¿Por qué lo preguntas Angus?
—Se quedó un poco perdida mientras veía la fotografía de James Mc Headrick y por un momento pensé que se iba a desmayar —asegura—. Se veía realmente pálida.
—Me llamó mucho la atención el hombre de la foto, fue solo eso.
—Bien, solo quería asegurarme.
—Gracias Angus.
Seguimos caminando hasta llegar al comedor, Angus se sienta frente a mí y me entrega un refresco.
—Gracias —le digo sonriendo.
—Espero que la haga sentir mejor —dice amable.
—¿Qué es? —pregunto con curiosidad.
—Se llama Irn Bru, una bebida muy común aquí.
La bebida es de un color muy llamativo, anaranjado; le doy un sorbo y aunque no está mal, es demasiado dulce para mí.
—Angus, estoy segura que esta bebida me hará sentir mejor, con la azúcar y cafeína que debe tener, en unos minutos me pondré a saltar como loca por toda el comedor —bromeo y él suelta una enorme carcajada.
En esta ocasión nos sirven pescado frito y papas, empezamos a comer y Angus nos cuenta anécdotas de turistas que se lo quieren llevar a otros países, no sé si sean reales, pero de verdad nos tiene a todos divertidos.
Pasamos algunas horas en el comedor, Angus se despide porque tiene algo que hacer en el castillo y yo me voy a mi apartamento.
Entro y me recuesto en la cama, podría decir que ha sido un día increíble a pesar de lo que pasó en el castillo, no puedo quitarme esas imágenes de la cabeza, estoy segura que mi imaginación me está jugando una mala pasada.
Reviso mi teléfono y tengo algunas llamadas perdidas de Derek, creo que no es un buen momento para regresarle la llamada, todo lo que está sucediendo con él, me tiene un poco desconcertada.
Me levanto de la cama y vuelvo a recoger mi cabello, me pongo un suéter y tomo mi cámara para salir a caminar un poco. Aunque no es muy tarde, ya oscureció. Camino cruzando los jardines y me acerco a la orilla del mar. Sin pensarlo llego a la parte trasera del castillo y veo unas escaleras, como no hay ningún letrero de advertencia que prohiba la entrada, subo y llego a un pasillo pequeño que se ve muy oscuro, sigo caminando y el pasillo termina en un mirador sobre el mar que está rodeado de luces, es un lugar muy bonito.
De inmediato enciendo mi cámara y tomo algunas fotografías, me encanta el reflejo de la luna sobre el agua y desde aquí, se puede admirar mucho mejor, hay una vista privilegiada.
—¿¡Quién eres tú!?
Doy un respingo al escuchar muy cerca, la voz de un hombre.