—¿Anabella, de qué hablas? —el llanto pareció esfumarse de los ojos de Sofía.
—Sofía, estoy soltera hacer 3 años, porque no puedo confiar en los hombres, porque les tengo miedo y porque un día estuve donde estas tu, pero en ese momento yo era una niña, y fue solo hasta 5 años después que mis padres tuvieron que viajar a París para cuidarme en ese hospital, que todo se supo.
—Anabella, yo...
—No lo sabías, no podías haber hecho nada, no fue mi culpa y tampoco tuya.
—Si, pero...
—Sí Sofía, fue el, fue mi novio de toda la vida, fue mi novio de preparatoria, ese con el que todos creímos que yo haría mi vida, ese que ahora es un alto e importante funcionario público, ese que hace un año se casó y ahora espera su primer hijo, sí, fue él.
—Ana...
—No vayas, quédate conmigo, yo te ayudo.
Sofía no sabía qué hacer, realmente estaba entre ella y su auto, entre una salida rápida y una vida de infierno, algo era cierto, Antonio la iba a moler a golpes, llevaba 8 días sin tocarla, porque en 3 sería la misa que su finísima e importantísima madre celebraba cada año en honor a los menos favorecidos y ella era su asistente.
—Ana, lo siento pero no puedo...
—Dame la dirección de tu casa.
—¿Qué?
Sí, Sofía no podía creer todo lo que estaba pasando ante sus ojos, ella había conocido a Anabella siempre como la chica dinámica y divertida, en realidad todas la envidiaban mucho porque siempre tuvo lo que parecía el nombre perfecto, el chico perfecto, cariñoso, detallista, amable, el chico de la sonrisa 10, que le caía bien a todos los padres, que era gracioso y cool, el chico con el que todos querían pasar el tiempo.
Y lo fue durante mucho tiempo, pero poco a poco la irá se fue apoderando del chico, al principio solo tiraba fuertemente de Anabella y como ella lo había dicho, apenas era una niña, lo veía como la muestra de amor más grande, como ese proceso en el que aquel tipejo llamado Simón la amaba tanto que solamente se estaba encargando de dejarle en claro que ella era de él.
Ese era el concepto que Anabella poco a poco se fue creando en su cabeza, que ella le pertenecía a Simón, era un idea entre lo romántico y lo retorcido, una idea que se había metido en su cabeza luego de muchas series y peliculas de comedia romántica, la cosa es que con los años Anabella, paso de hacer las cosas por voluntad a hacerlas por miedo.
Ella estaba constantemente ansiosa por cada detalle en lo que hacía, ella constantemente se preguntaba una y otra vez si era la decisión correcta, si era la falda correcta, si el labial era lo suficientemente suave, si la música que escuchaba le agradaba, todo era un sin fin de presiones a las que estaba sometida desde muy joven y que poco a poco se fueron intensificando.
Restringir sus comidas fue un inicio extraño, luego simplemente dejar de comer para que su cuerpo le agradará más y más a Simón, aprender a maquillarse profesionalmente aunque odiaba maquillarse, tenirse un poco más de rubio, aunque amaba su pelo castaño, sonreír y parecer divertida siempre, tener buenas calificaciones, ser perfecta.
Anabella tenía que ser perfecta.
Cuando la preparatoria se acabó, todo se torno un poco más violento pues Simón no pudo soportar que Anabella tuviera mejores calificaciones que él y pasará sin ningún inconveniente a la universidad en el extranjero, mientras que él tuvo que hacer uso de todo el poder de su padre para que lo pusieran en una larga lista de espera.
—¡Tú me dañaste el futuro, Anabella!
—Pero Simón, amor, yo... estudie como me lo pediste y...
La chica de apenas 18 años tenía que ser cuidadosa y meticulosa con sus palabras, tenía que estar muy pendiente de no decir nada que lo molestara o lo hiciera alterarse.
—No te puedes ir sin mi —ella no sabía si era una petición o una orden.
—Simón, de que...
—No te puedes ir sin mi, recuerda que debemos estar juntos siempre, mi Ani bella —la miro con tanta devoción en ese instante que ella le creyó.
Sus padres casi enloquecen cuando ella les informo que pospondría el viaje un poco para esperar a su amado y fue cuando ella sintió que el mundo se le venía sobre la cabeza.
—Es Simón o es tu futuro, hija —su padre siempre había sido el hombre más amoroso del mundo, pero esa vez, por primera vez estaba siendo serio y firme y ella estaba segura de que no lo iba a lograr convencer.
Dos meses después Anabella estaba tomando un vuelo fuera de casa, lejos muy lejos de su familia y del hombre que ella creía que amaba, de alguna manera sentía un ligero peso que se le iba del cuerpo, pero al mismo tiempo sentía que estaba haciendo mal.
Eran tan profunda esa manipulación en la que estaba, que Anabella sentía que irse a estudiar a una de las mejores universidades del mundo, estaba mal, había sido una mala decisión. Lloró mares porque Simón no fue a despedirse de ella al aeropuerto, lloró aún más cuando una de sus amigas de la preparatoria le envió el video de Simón bailando y besándose con otra chica y lloro mil veces más cuando Simón golpeó la puerta del departamento en el que vivía su residencia estudiantil.
—¡Cielito! —sus ojos se cristalizaron, estaba aterrada. Cada vez que Simón le decía Cielito, era porque estaba molesto.
Y cuando Simón estaba molesto, malas cosas pasaban.
La primera vez que se molesto con ella fue porque bebió una cerveza que su compañero y amigo de toda la vida le había ofrecido en una fiesta, luego por que uso una ropa que a él no le agradaba y la hacía ver gorda. Primero fue solo un pellizco, luego una bofetada, después la ahorcó hasta casi dejarla inconsciente, tiró de su cabello y cuando llegó de nuevo junto a ella tomó unas tijeras y le cortó el pelo. Su amado pelo largo que estaba dejando crecer de nuevo en su color natural.
Habían sido pocos meses de calma, en ese tiempo se había divertido con sus compañeras de residencia, había estudiado sin el peso de ser la mejor solo por la apariencia, había vuelto a ser ella definitivamente.
Pero con la llegada de SImón de nuevo a su vida, dejó la vida estudiantil y se fue a vivir con él a un apartamento que por supuesto ella debía limpiar y mantener organizado porque el odiaba la mugre, sin embargo ambos pagaban las cuentas mitad y mitad. Tenía que estudiar por él y por ella y pasar por ambos también, la comida no era una opción su pelo intentaba crecer, pero al miso tiempo se caía por causa del estrés.
¿Qué estás haciendo con tu vida?
Se preguntaba una y otra vez sin tener respuesta alguna.
—¡Ani! —cuando escucho la voz del hombre que la saludaba, sus pierna temblaron.
Sintió verdadero terror, la noche anterior Simón había llegado molesto porque el trabajo que había entregado a pesar de que tuvo una calificación de excelencia, él no tenía ni la inteligencia ni el conocimiento para argumentar frente a su maestro o compañeros.
La golpiza que le había dado a Ana, había sido casi mortal, respirar el costaba demasiado por el dolor en las costillas.
—¿Quién es? —le pregunto entre diente a Ana y tomándola de un brazo con fuerza, seguro eso dejaría más marcas.
Anabella abrió la boca para articular un suave saludo, pero Simón no tenía paciencia y no iba a dejar que le vieran la cara de cornudo, tiro de Ana con violencia hasta que ella no pudo seguirle más el ritmo por la fatiga, el dolo y el cansancio.
Ana, simplemente seguía los pasos de Simón, preguntándose porque lo hacía.
"Me siento como una completa idiota pisando pasos que no son míos y caminando tras huellas que no se si quieren que las persiga. Por qué además tampoco entiendo por que las estoy persiguiendo. Si ya está marcada la ruta, entonces por qué me siento tan perdida en medio de la Luz que irradia y es tan cegadora al mismo tiempo".
Ana, sentía que no valía nada, que no podía tener más de lo que ya tenía.
El primer golpe llegó cerca de su oído y ya no pudo escuchar muy bien, en realidad ella ya no quería seguir escuchando a Simón, sintió el caliente líquido emanar de su oído y de su nariz tras la bofetada, cayó al suelo y veía a Simón tirar de su abrigo de invierno y sacudirla con tanta fuerza que su cabeza vibraba.
—De-dejame, Simón. D-eja-me morir.
¿Se tenía que caer muy bajo para pedir y suplicar por la propia muerte?
Ella vio el cuerpo de Simón siendo levantado y pensó que ese sería el golpe final que la sacaría de ese infierno, apenas iba por su segundo año de universidad y no había logrado sus metas, sin embargo alcanzo a sentir como fue levantada y arrastrada hasta una habitación con ese particular e incomo olor de limpieza que solo había en los hospitales, no supo del tiempo, de cuanto pasó y quien la llevó, dos días después simplemente se levantó viendo a su padre a sus pies durmiendo sobre ella y su madre tomándola de la mano.
Lloraba de vergüenza, de pena, de temor, lloraba porque no había podido ser la hija que debía ser, porque no era la divertida, extravagante y espontánea que todos creían, lloraba porque si vida durante 5 años fue una farsa.
—¡No, no, no! Hijita —habló su madre con la voz entrecortada—. No llores mi princesa, todo está bien, todo está bien.
—L-lo siento... Lo siento tanto.
¿Por qué estaba pidiendo disculpas? ¿Acaso no había sido ella la victima, la herida, la lastimada? ¿En dónde estaba el canala que la había dejado así?
No quería mirar a su padre a los ojos, sentía que era despreciable y su padre tan comprensivo como siempre no la forzó, solo pareto su pie con cariño.
—Esta en prisión, esta mañana tuve una reunión con el decano y quedó fuera de la universidad, lo van a deportar y nuestros abogados...
—Sabes quien es su padre —Anabella tenía miedo, porque esa era una amenaza constante de Simón.
—Sí, hija y su padre sabe quién soy yo.
Anabella vio como su amiga se subía a ese auto de lujo que había sido un regalo de su esposo después de una golpiza que la hizo sangrar por la boda durante días porque la herida no cerraba.
—No puedo dejarte ir, no puedo dejar que te haga daño —susurro Ana, mientras detenía un taxi para que siguiera el coche de su amiga y hacía una llamada.
—Alfonso, tu hija, tu hija está siendo golpeada por Antonio.