CAPÍTULO QUINCE Royce marchaba en una de tantas filas de muchachos, las piernas doloridas, resbalando en las rocas mojadas que formaban la isla y preguntándose bajo el sol del atardecer si esta marcha terminaría algún día. Pasaron una colina más y él miró hacia adelante con la esperanza de alcanzar a ver el lugar a donde iban. Su corazón se desplomó por la decepción. Todo era igual hasta donde alcanzaba a ver, un desierto sin fin, sin ningún lugar a la vista, con el suelo compuesto de roca negra pulida y marcado por pequeños charcos extendiéndose hasta el infinito. Le gruñó el estómago y se sintió débil por el hambre. No habían tenido descanso, ni agua, ni comida. Y lo que era peor, el viento incesante no dejaba de golpearlos. Su ropa seguía húmeda por el viaje y además era muy ligera pa