Capítulo 2: Todo de mal en peor

1416 Words
Capítulo 2: Todo de mal en peor El despertador sonó y eso bastó para que mi mal humor llegara. Esto era injusto, acabábamos de llegar, no nos podían hacer ir a clases, pero no podía culpar a mi tía Carmen, ella solo hacía lo que mi madre decía. Me dijeron que aquí no debía llevar uniforme, por lo que yo decidía qué ropa llevar, lo que era una excelente idea. Asi ya no tenía que soportar mi horrible uniforme. Me puse unos vaqueros negros y una camiseta de tirantes ajustada junto con una chaqueta de cuero. Bajé hasta la cocina y allí ya estaban todos. –Cariño, ¿quieres comer algo? – negué con la cabeza ante la pregunta de mi tía. Desde pequeña había tomado la manía de no desayunar por la mañana. –Vamos, iremos en mi auto. -dijo Sebastian. El auto de Sebastian era moderno y muy lindo. No sabría decir lo mucho que me había gustado. El camino a la escuela se conformó de conversaciones de quien era la chica que tenía los pechos más voluptuosos de la escuela o a quien era más fácil llevarse a la cama. Siempre supe que mi hermano era un mujeriego pervertido, pero escucharlos hablar de eso para mí fue bastante incómodo. –Oigan,¿pueden dejar de hablar de con quién van a tener sexo, por favor? Ya estoy sufriendo lo suficiente estando con ustedes dos. –Tranquila, Paty, también hay chicos para ti –el tono burlesco en su voz me fastidió, pero al parecer no fui la única porque mi hermano no se rió. Él era muy sobreprotector conmigo. –Tranquilo, Donovan, no voy a dejar que nadie se acerque a ella –dijo ahora, está vez me miró por el retrovisor y me mostró esa sonrisa descarada. Suspiré y me recosté en el asiento. La secundaria era muy grande. Tenía un aire antiguo, pero a la vez moderno. Había muchos alumnos en la parte delantera de la escuela y me entraron unos nervios terribles. No era buena haciendo amigos y saber que estaría sola en clases me asustaba. Nunca fui una chica sociable ni extravertida. Sólo soy normal. Cuando comenzamos a caminar muchas personas nos miraban. Al parecer Sebastian era bastante conocido en la escuela. Qué mala suerte ir a su lado porque todos nos miraban. Sebastian nos acompañó a buscar nuestros horarios a dirección. El y Donovan tenían clases juntos, así que se despidieron de mí. Caminé por el pasillo para encontrar mi casillero. Cuando ya me estaba dando por vencida e iba a pedirle a alguien que me dijera dónde se encontraba el pasillo al que tenía que dirigirme, escuché una voz a mis espaldas. –¿Paty?¿Patricia? Me di la vuelta para ver quién era la persona que me había llamado. Ante mí tenía a una chica pelirroja y baja. Tenía ojos café y una sonrisa en su rostro. –¿Gabriela? ¿Eres tú? La chica corrió hacía mí y me abrazó. Yo le seguí el abrazo. –¡Oh, por Dios! Mira qué diferente estás. Por lo menos, una cara familiar para variar de todas esas veces que viajé a este país. –¿Adónde ibas? –A buscar mi casillero –reí–. Pero no lo encuentro. –Ven te acompaño. Comenzamos a caminar juntas. Me alegraba saber que por lo menos tenía una amiga con quien estar. Luego de llevarme a mi casillero fuimos a la clase de matemáticas para poder llegar a tiempo, lo que fue realmente estúpido porque aunque lleváramos cinco minutos de retraso la profesora aún no llegaba. Adentro todos conversaban y reían, pero mágicamente cuando nosotras entramos todos callaron. Nos observaron detenidamente y luego volvieron todos a conversar. Al parecer habían creído que éramos el profesor o algo así. Cuando estuvimos sentadas sentí algunas miradas sobre mí. Claro que iba a llamar un poco la atención: era la chica nueva. Algunas chicas me miraban con los ojos entrecerrados, como si estuvieran inspeccionándome. –¿Por qué me miran así? –le pregunté a la pelirroja. Ella miró a las chicas. Pareció comprender. –Es porque te vieron llegar con Sebastian y Donovan. Pero tranquila, cuando se enteren de que son familia dejarán de verte así. Rápidamente el recuerdo de Sebastian tocándome el trasero e invitándome a su pieza llegó a mi mente. La profesora entró apurada a la sala y saludó a todos y como no, me hizo ponerme de pie para que me presentara. Cuando la clase terminó agarré mis libros y me dispuse a salir junto con Gabriel, unos gritos detrás de nosotras hicieron que Gabriela y yo giráramos a ver. Una chica de cabello castaño oscuro corría hacia nosotras gritando el nombre de ella. –¡Ay, por fin te encuentro, estúpida! Me quedé dormida y me perdí la primera clase. Todas las chicas están hablando de que el estúpido de Sebastian llegó con una chica, dicen que es su novia. ¿Cómo es que alguna chica querría estar con un mujeriego? –la chica seguía hablando de lo estúpido que Sebastia era sin darse cuenta de que yo estaba presente. Gabriela le hacía todas las señas posibles para que se diera cuenta de que yo estaba aquí y dejara de hablar, pero al parecer ella tenía mucho odio que demostrar hacia mi primo. No lo aguanté y comencé a reír. La chica por fin se dio cuenta de que yo estaba presente. Elevó ambas cejas al verme. –Oh, lo siento. Debes pensar que soy una maleducada. Hola, soy Sasha. Me abrazó. –Soy Patricia –sonreí–. Soy la chica que venía con Sebastian esta mañana –vi como Sasha palidecía y volví a reír–. Pero no te preocupes no le diré nada, solo soy su prima. Oí cómo Sasha soltaba el aire de sus pulmones con alivio. –Bueno, será mejor que vayamos a la sala. La clase de Literatura debe estar por empezar – Sasha comenzó a caminar seguida por nosotras. –Asi que… –dijo Sasha acercandose a mí, para entablar algún tema de conversación–. Son primos. –¿No te agrada? –suspiró. –Bueno, hace algunos años, como toda una chica estúpida yo estaba loca por Sebastian. Pero luego comencé a observar que aparte de guiñarme un ojo a mí se lo guiñaba a otras veinte chicas, aparte de sonreírme a mí lo hacía con las otras. Me di cuenta de que le gustaba jugar con las mujeres y luego botarlas. Desde ese momento, comencé a odiar a los chicos así, que creen que las mujeres somos un juguete con el que pueden divertirse. Sasha tenía una buena razón. Recordé cómo me había mirado ayer y pensé en cuántas chicas ya había mirado así. ¿Con cuántas chicas se había acostado? ¿Con cuántas chicas había jugado? Probablemente con toda la escuela, pero ellas seguían amándolo, seguían alimentando su ego. Me pase toda la clase conversando con Sasha, quien era muy simpática. Nunca se le acaban las ideas sobre temas para hablar. Cuando la clase terminó las tres fuimos a la cafetería. Gabriela y Sasha iban directos a una mesa donde un chico con una gorra colocada al revés esperaba sentado mientras comía. –Hola, Zack –Sasha corrió y se sentó a su lado. El tal Zack levantó la cabeza y sonrió hasta que llegó a mí. –Zack, ella es Patricia; Patricia él es Zack. –Hola, Patricia –Zack tenía el cabello n***o y una sonrisa amable. –Hola –le devolví el saludo sin saber qué más decir. Pero no fue por mucho tiempo, porque Zack comenzó a preguntarme varias cosas sobre mi antigua escuela. Yo le respondí todo y estaba tan metida en nuestra conversación que incluso me olvidé de ir a buscar mi comida. –Paty. Ese tono enojado me hizo paralizarme. Me di la vuelta para encontrarme a Sebastian y a mi hermano, quien tenía una bandeja con comida en su mano. Al principio pensé que querrían sentarse con nosotros, pero cuando Sebastian me pasó la bandeja con cara de mala leche supe que no era esa la razón de que estuvieran aquí. -Ten, deberías dejar de conversar con ese chico y preocuparte más por tú comida. -Donovan observó a Zack y le dijo- No te le acerques a mi hermana. Me quedé fria. Ahora mi primo y mi hermano me estaban haciendo la vida imposible.
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