Eres mi primo, Sebastian

Capítulo 1: Mi primo Sebastian Todo empezó así. Mi madre es una abogada y tiene que hacer un importante viaje a Texas por una serie de casos, por lo que no encontró una mejor idea que mandarnos tres meses a Londres con la tía Carmen y su hijo. No veo a ninguno de los dos desde el verano de mis nueve años y por lo que recuerdo ella era una mujer muy amorosa y su hijo, bueno, su hijo era un caso diferente. Sebastian tenía un año de diferencia entre mi hermano y yo. Ambos se llevaban muy bien, pero conmigo no. Nunca me incluían en sus juegos y siempre me molestaban, o al menos eso recuerdo. Después de bajar del avión mi hermano Donovan y yo comenzamos a buscar a la tía Carmen, lo que no fue difícil ya que estaba igual de guapa que la última vez que la vi. –¡Chicos, pero miren cuánto han crecido! Donovan, mira estos brazos, cuando eras pequeño eras un flacucho y mira cómo estás ahora –la tía Carmen parecía muy entretenida tocando los musculosos brazos de mi hermano. Pensé que se había olvidado de mí hasta que alzó la mirada y sonrió–. Oh, Patricia cuánto has crecido, estás preciosa y te pareces mucho a tu madre. La tía Carmen estaba muy emocionada por nuestra llegada, lo que me hizo sentir más segura. Afuera del aeropuerto la tía Carmen tenía estacionada una camioneta muy linda. Donovan se subió de copiloto y a mí me tocó ir atrás. Me sorprendí al ver que estaba nublado. El auto se detuvo afuera de una grande y hermosa casa. Era de dos pisos, blanca y con un lindo jardín. Estaba igual a como la recordaba. –Bueno, chicos, bienvenidos a su nueva casa temporal. Por dentro la casa estaba diferente a la última vez que la vi. Los antiguos sillones fueron remplazados por unos modernos de cuero n***o y ahora tenían una televisión pantalla plana, junto con muebles de madera que sostenían algunas plantas. Las paredes tenían ese mismo color blanco y todo estaba demasiado ordenado. –¡Sebastian, baja, tus primos llegaron! –el grito de la tía Carmen se escuchó por toda la casa y luego unos pasos por la escalera hicieron que mirara hacía esa dirección. Frente a mí tenía a un chico de cabello castaño y ojos azules. Sus hombros eran anchos y vestía unos jeans con una camiseta blanca que hacía que sus músculos resaltaran. Mi boca se abrió... Este no podía ser mi primo Sebastian. Este chico era demasiado atractivo. Intenté asimilar al chico de cabello castaño oscuro de ojos azules y grandes músculos, con aquel niño flacucho y desordenado que solía conocer. No había rastro. Me sorprendí al ver cómo me miraba. Estaba haciendo un escáner de mi persona nada disimulado o al menos que yo noté. Su mirada pasó desde mis zapatos a mis piernas; luego, por mi estómago, mis pechos; y al final, mi rostro. Cuando terminó me di cuenta de que tenía una sonrisa descarada asomada en el rostro. ¿Había tenido la misma atracción que yo? ¿Habíamos tenido la misma impresión? es decir a mi me pareció atrayente, me pareció que había cambiado demasiado, ¿acaso él también notó que yo había cambiado mucho? el desarrollo no me había venido mal, era consciente de eso, pero tampoco me gustaba alardear, ni levantar este tipo de miradas, me cohibia. Empecé mal, porque empecé a pensar cosas indebidas de mi primo, no debía de pensar en sus musculos, en su rostro, en sus ojos, en su aura de chico malo que prometía toda una noche desenfrenada, ni mucho menos en cómo sería en la cama, cómo sería sus jadeos, como sería su pe... ¡No! basta. Ahora debía de tener la cara peor que un tomate de lo rojo por la verguenza. ¿Desde cuando tenía estos pensamientos impuros y con alguien a quien vi comerse los mocos cuando era un niño? No, debía de darme mucho asco. Paso de verme a mí a ver a mi hermano y esta vez su sonrisa se ensanchó. –Donovan, hermano –Sebastian se acercó e hicieron esos saludos que solo los chicos saben hacer. Se separaron y Sebastian se puso enfrente de mí. –Patricia –su voz como si me acariciara–. Mira cómo has crecido. Me tomó de la cintura y me atrajo hacia el en un abrazo. Al principio estaba confundida, pero cuando comencé a sentir que su mano bajaba desde la espalda hacía mi trasero me alejé. ¿Qué le pasaba a este mano larga? –Sebastian, ¿por qué no les muestras sus habitaciones a los chicos?, ya es tarde y mañana deben ir a la escuela, así que mejor duerman de inmediato. Donovan y yo seguimos a Sebastian por la escalera y nos encontramos con varias puertas, mi hermano se quedó en una de las principales pareciendo alegre de su habitación. Seguí a Sebastian por el pasillo hasta que llegamos a una puerta blanca como todas las demás. Yo no sé qué era lo que esperaba para mi habitación, pero claramente no era esto, esto era mucho mejor. Las paredes estaban pintadas de un color crema, había una cama, un closet al parecer grande, un escritorio y un televisor de plasma. –¿Te gusta tu habitación? –me di la vuelta sonriendo y asentí con la cabeza. Sebastian estaba cruzado de brazos y apoyado de forma despreocupada en la puerta. –Bueno, te aviso de que la habitación que está al lado es mía y que siempre eres bienvenida a entrar, sobre todo por las noches. Lo miré arqueando una ceja y él puso esa sonrisa pervertida. Se dio media vuelta y salió de mi nueva habitación. Mi rostro se tornó rojo, le giré los ojos fastidiada porque no lo soportaba, pero sobre todo no entendí por qué la idea de irme a su habitación me emocionó.