4 de junio
La vida definitivamente no viene con un manual de como sobrellevarla cuando las cosas no salen como uno las planeo. Crecemos aprendiendo a dar la bienvenida a las personas que llegan a tu vida y disfrutando de ellas durante el camino, pero nadie te enseña de como decir adiós, mucho menos que es lo que se hace con todos esos planes que tenías al lado de alguien a quien amabas tanto. Hace exactamente tres años y ochos meses que trato de aprender cómo vivir sin Ainara, pero cuesta y a pesar de que vengue su muerte, todavía me cuesta mucho levantarme cada mañana y no verla a mi lado con esa sonrisa que iluminaba el mundo entero.
Hace ocho meses que decidí regresar a mi tierra natal, para ser sincero no sé muy bien porque vine, pero supongo que necesitaba reconectarme con quien fui una vez para así saber a dónde quiero ir ahora. No es fácil cerrar un capítulo tan importante de tu vida cuando lo mantenías vivo gracias a aquella justicia que tanto buscaste y finalmente encontraste. Durante aquellos tres largos años, me despertaba cada día con la única idea de hacer que ellos pagaran por la muerte de Ainara, pero ahora que lo he conseguido, no sé muy bien qué hacer con mi vida.
He estado buscando pasatiempos que pudieran mantenerme entretenido, pero he fallado en cada intento, así que paso cada una de mis mañanas en este café a orillas de la playa de mi natal Gijón, un ciudad que pareciera ser diminuta a pesar de ser uno de los centros turísticos del principado de Asturias. No sé si vengo aquí porque solía venir con ella a planear nuestra boda cuando nos comprometimos, o porque simplemente tiene una de las vistas más encantadoras de la ciudad. La única certeza que tengo es que el café ya ha llegado y el aroma invade mis sentidos una vez más —Gracias Marcelo— Le digo sin mirarlo.
—Siento decepcionarlo, pero no soy Marcelo— Escucho una voz femenina y al levantar mi mirada, me encuentro con un mujer bastante joven de ojos verdes y cabello castaño. Es increíble la dulzura que refleja su rostro, es como si diera paz a quien la ve.
—Perdón, es la costumbre, él siempre me sirve el café— Me disculpo.
—Lo sé, lo veo todos los días, pero Marcelo tuvo un accidente en su moto y estará unos meses sin poder trabajar— Me explica y de inmediato me preocupo.
—Pero, ¿está bien?— Inquiero y ella asiente.
—Si, solo se rompió un par de huesos en el pie y la pierna, tiene algunos meses de recuperación, por eso no vendrá— Relata.
—Entiendo, si lo ve, dele mis saludos por favor— Le pido y sonríe.
—Lo hare esta noche— Informa y la miro confundido.
—¿Es su pareja?— Averiguo instintivamente y sonríe.
Ella niega con la cabeza —¡No! ¡¿Cómo cree?! Es mi hermano— Me aclara y por alguna razón rio con ella.
—Ah, ya entiendo, perdóneme, ni siquiera debí meterme en el asunto— Me disculpo y sonríe.
—No se preocupe— Comenta y me mira fijamente —Soy Aroa— Se presenta y para mi sorpresa me ofrece su mano.
—Jan— Respondo y estrecho mi mano con la suya sin dejar de mirarla a los ojos.
—Lo sé, Marcelo me hablo de usted— Dice y otra vez estoy aquí sonriendo.
—Vaya, parece que estamos en desventaja, ¿no? usted sabe mucho de mí y yo apenas se su nombre y que Marcelo es su hermano— Expongo y mueve un mechón de su cabello detrás de su oído.
—Solo me ha contado que viene aquí cada mañana y que pide exactamente lo mismo, ¿no se aburre del cappuccino?— Bromea.
—¿Acaso hay alguien que se aburra del café?— Responde y sonríe de una manera que me causa gracia.
—Para el bien del negocio, no conozco a ninguno— Dice divertida.
—Qué bueno, yo tampoco— Añado.
—Tal vez pueda probar una variante diferente del café uno de estos días— Propone.
—¿Ah si?— Pregunto y asiente con la cabeza.
—Expreso, expreso doble, ristreto, café frio, café con algún licor de su agrado… no sé, las opciones son muchas— Enumera y asiento.
—Me gusta, ¿Qué tal si traes tu favorito?— Sugiero.
—¿Ahora?— Me cuestiona como si no entendiera lo que le quiero decir.
—Si, ahora, y para que estemos en ventaja, trae dos y te sientas a contarme de ti y que más sabes de mi— Le propongo y niega.
—No puedo, estoy trabajando y tengo muchos clientes que también quieren su café, pero ya le traigo uno de mi favoritos para usted, ¿le parece?— Me deja saber.
—Está bien, es la mitad de mi orden, pero la acepto— Accedo y sonríe para luego alejarse de mí, pero se detiene en el camino y voltea a verme.
—Salgo a las dos de la tarde hoy— Me dice de pronto y asiento.
—No tengo nada para hacer, podemos ir por otro café— Le digo, pero no sé si estoy seguro de lo que estoy haciendo, «¿y si piensa que es una cita?» me pregunto, pero es tarde para acobardarme.
—Suena bien— Afirma y solo continua con su camino mientras que me quedo aquí pensando si todo esto ha sido un gravísimo error.