[Horas más tarde]
No entiendo muy bien que hago de nuevo aquí, pero supongo que sigo siendo un hombre de palabra y jamás dejaría a una mujer plantada si la invito a un café. Respiro profundo tratando de tranquilizarme un poco, pero, a decir verdad, la tarea se dificulta un poco por todas las dudas que rondan por mi cabeza. Miro al suelo, muevo mi pie e intento distraerme, pero de pronto el sonido de la puerta de salida de los empleados del café se abre y mi mirada instintivamente va hacia allí —Hola— Me saluda y trato de no ponerme nervioso cuando la veo con ese vestido floreado color rojo que se le ve muy diferente al uniforme que traía hoy por la mañana.
—Hola— Respondo y vuelvo a respirar hondo.
—¿Nos quedamos a tomar el café aquí o vamos a otro sitio y traiciono a mi jefe?— Me pregunta y su sentido del humor me roba una sonrisa.
—Tal vez no se enoje si vamos a otro sitio, ¿te parece?— Ofrezco y asiente.
—Vamos, te sigo— Accede y sin decir más palabras, comenzamos a caminar por la acera.
No tengo idea de que decirle, después de todo, sigo sin saber porque he dicho aquellas palabras y mucho menos como tuve el valor de invitarla por un café. Debo parecer un idiota porque seguimos caminando y continuo en silencio —Hace mucho tiempo que no me distraigo con alguien, es decir… ir a tomar un café o eso— Trato de explicarme, pero al parecer mis palabras le han hecho gracia.
—¿Es un halago? ¿Una excusa? ¿O explicación?— Averigua y sí, soy un idiota.
—Intentaba explicar mi silencio. Debes estar creyendo que soy un idiota que te invita a un café y no te dice palabra alguna— Hablo avergonzado.
La miro por un instante y me divierte esa manera en la que gesticula como tratando de decirme algo, pero no sabe cómo —En teoría fue una invitación que yo finalice, tu idea era un café con la camarera, pero ya ves, aquí estoy sin mi uniforme y solo como una conocida— Comenta.
—Tampoco creas que invito a todas las camareras a un café— Bromeo.
—Es bueno saberlo— Responde y me mira —¿Sabes dónde vamos?— Indaga cuando ya hemos avanzado bastante.
Niego levemente —Sinceramente no, lo siento, soy un desastre— Me disculpo y me da una media sonrisa.
—¿Puedo?— Pregunta de la nada y no entiendo a que se refiere.
—¿Qué?—
—Tomar las riendas— Finaliza y sonrió.
Asiento —Si tienes un plan, adelante— Le dejo saber y de la nada, ella toma mi mano.
—¡Vamos! Si no nos damos prisa, no nos dejaran entrar— Exclama y de repente me encuentro corriendo de su mano por las calles de Gijón sin tener idea a donde me lleva. No sé qué estoy haciendo, tampoco sé porque me rio, pero ella me lleva hasta un restaurante a orillas del mar. Nos detenemos en la puerta y me mira —¿Esta bien?— Me pregunta y asiento.
—Si, correr es algo a lo que estoy acostumbrado— Informo.
—Y yo, amo correr— Expresa y me hace entrar al lugar.
La música está a tope, el sitio está repleto de gente y ni hablar de la barra que da a la playa y a patio que hay allí. La gente se para, baila en medio de la pista de baile que han improvisado, y de pronto me siento en una gran fiesta cuando ella hace que salgamos al patio —¿Qué es este lugar?— Averiguo cuando nos sentamos en una de las mesas altas libres que hay aquí.
—Un restaurante con un toque de diversión, creo que necesitas relajarte un poco, además, mira el mar— Señala cuando sentimos la brisa en nuestros rostros.
—¿Eres psicóloga? ¿Adivina? ¿Cómo sabes que necesito relajarme?— Le cuestiono y de la nada, ella se inclina un poco hacia mí del otro lado de la mesa y roza mi entre ceño con la yema de sus dedos.
—Mira como arrugas esta parte de tu cara, y no es reciente, hace tiempo que estas así ¿no?— Habla y su manera de leerme me toma por sorpresa.
—¿Bruja?— Pronuncio y sonríe.
—Solo observo bien a la gente— Se defiende.
—Yo también— Respondo y de pronto el camarero se acerca a nuestra mesa.
—¿Puedo ordenar por los dos?— Me pregunto y asiento —Hola— Le dice al chico —¿Nos puedes traer dos mojitos, una botella de agua y una entrada de la casa?— Le pide y él rápido asiente.
—Si por supuesto, enseguida les traigo las bebidas— Indica y se retira.
—¿Mojito? Yo te invite a un café— Comento divertido.
—El mojito te hará mejor, y también necesitas algo de comida— Señala y sin que yo entienda que es lo que hace, deja su pequeño bolso sobre la mesa —Para que no ocupen nuestro lugar— Explica y se levanta.
—¿Qué haces? ¿Dónde vas?— Pregunto confundido y se para a mi lado.
—Ven, bailemos— Me pide y de repente me encuentro bajando de la silla y parándome enfrente suyo.
—No sé bailar muy bien— Me excuso y sin decirme nada, ella acomoda una de mis manos en su cintura y se pega a mí.
—Sígueme, el ritmo no es muy rápido— Explica y así sin más, me encuentro bailando con esta mujer que apenas conozco en este restaurante.
—¿Quién eres?— Pregunto mirándola a los ojos.
Aroa sonríe y me mira fijamente —Dime solo una cosa y te responderé— Me pide.
—¿Qué cosa?— Respondo.
—¿Eres casado? ¿O tienes novia?— Averigua.
—Ninguna de las dos, es una historia larga—
—Solo dime, ¿tienes un compromiso con alguien? ¿o no?— Insiste y sonrió.
—No— Contesto finalmente y ella lleva su otra mano a mi nuca.
—Entonces, soy la persona que cambiara tu vida— Declara y sin que yo me lo espere, me besa haciendo que yo ni siquiera sepa cómo reaccionar.