No estoy mintiendo, así fue. Obviamente, no puedo decirle que vi a una persona transparente y borrosa, que cuando se volvió para verme pude verla un poco más nítida y fue bastante impactante que me viera a los ojos y eso me causó un miedo cagueta.
«Aquí también hay presencia paranormal y en pleno día. ¡Genial!, simplemente ¡genial!».
No puedo evitar recrear en mi mente la manera en la que se giró ese espectro a verme, creo que era una mujer con el cabello corto, o a lo mejor era un hombre, no estoy segura, pero fue aterrador.
—Está bien, vamos, bajemos para que comas algo —dice, y por su expresión me ha creído.
—Sam —dice el doctor Costa al verme en el final de la escalera.
—Doctor —respondo.
—Faltabas tú, no te he visto desde que llegué.
—Sí es que me quedé dormida después de desayunar.
Me sonríe ampliamente.
—Me alegro de que hayas tomado una siesta. Estuve reunido con el director antes de que se fuera. Me ha contado sobre tu cumpleaños. ¿Te gustaría hacer algo especial?
—No, la verdad no. Es decir, no se me ocurre nada.
—Bueno, ven, por favor, acompáñeme, almorzaré con ustedes —dice, pero no me guía hacia el comedor en el que estuvimos en la mañana. Entramos a la cocina.
Observo a Evan, a Adam y a Joy, están sentados comiendo en la barra de la isla de la cocina, pero solo hay cuatro puestos. Una camarera le acerca una silla más baja que la de los cuatro puestos al doctor. Costa se sienta en uno de los laterales de la isla, y le colocan un plato enfrente, en el mismo hay un sándwich, uno muy típico de aquí en Canadá. Un sándwich boeuf fumé. Adam también está comiendo uno; Evan una hamburguesa y Joy papas a la francesa con deditos de pescado o eso parece.
—Señorita, ¿qué le gustaría almorzar? —me pregunta un señor quien se ve a legua que es el cocinero.
—Me gustaría comer, por favor, si tienen por supuesto, un sándwich de langosta y papas fritas de acompañante —respondo.
—Excelente elección, señorita. Por supuesto que sí, estamos en el Edén —dice el cocinero o chef profesional.
Me sonríe, se da vuelta y comienza a prepararme lo que le pedí.
—Bueno, chicos, veo que la están pasando muy bien y eso me alegra mucho. Si quieren venir nuevamente y pasar más tiempo de calidad en este encantador lugar, tienen que mostrarme avances. Sin embargo, como será muy pronto el cumpleaños de Sam, quiero anunciarles que lo haremos aquí. Qué mejor lugar para celebrar un cumpleaños que aquí, ¿no les parece?
—Claro que sí, me alegro por ti Samy, comeremos pastel —dice Joy contenta.
Capítulo 19: continuación
Nos encontramos almorzando a gusto cuando de repente escuchamos un grito que proviene de una de las salas. Todos nos miramos.
—Disculpen un momento, chicos —se excusa Costa.
—Bueno, nos hemos quedado solo, pero yo quiero saber quién gritó y por qué, así que iré a echar un vistazo y les cuento —dice Joy poniéndose de pie y nos guiña el ojo.
Alejo mi plato a medias.
—¿No quieres más? —me pregunta Adam.
—No, estoy bien, he terminado, es todo tuyo si gustas.
—¡Oh! Sí. Gracias, se ve muy delicioso, hasta has dejado papas fritas, ¡delicioso!
Le sonrío sin mostrar los dientes. Evan me mira y señala con la cabeza hacia la puerta, pero la puerta trasera de la cocina. Me pongo de pie.
—¿Iras a curiosear como Joy? —me pregunta Adam y termina de tragarse un pedazo de papa.
—No, iré a dar una vuelta —respondo.
La cocina también lleva hacia la parrillera de piedra, pero se baja por otra escalera o escaleras, ya que son varias. Lo sé porque antes de irme a dormir curioseé un poco. Casi me descubren los de la cocina, pero tampoco está prohibido turistear, no que yo sepa. Me quedo apoyada en la pared, esperando por:
—¡Psss! —hago con la boca.
Evan gira su cabeza. Le sonrío de medio lado y este me sonríe de la misma manera.
—Bajemos un poco, pero no podemos ir al lago solos o nos van a llamar la atención —digo.
Asiente con la cabeza y bajamos por las escaleras.
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—Es hermoso —digo, y sujeto una pequeña piedra entre mis dedos. Me gusta tener las manos ocupadas.
Suspiro.
—Aquí también hay actividad paranormal.
—Lo sé —dice, y giro mi cabeza para verlo.
Me impresiono.
—¿Qué has visto?
—Cuando me salí de la ducha, ya que después de desayunar me metí a bañar; vi en el espejo por un instante la cara de una mujer, una mujer de piel oscura, y esta se veía algo mayor. El espejo del baño se había empañado y cuando lo limpié la vi. Tengo que admitir que me asusté.
—Yo, vi a una mujer, pero no era de tez oscura, aunque creo que era un hombre, ahora que comienzo a recordar su rostro. Él tenía el cabello corto y vestía como... Pensé que era mujer, porque…
Me detengo: «vi dos al mismo tiempo, ella, uno de ellos venía subiendo y era una chica y el otro bajando era hombre».
—¿Qué sucede?
—Eran dos, había una chica joven, tenía el cabello corto, y el hombre también, pero su ropa, él vestía como obrero, como visten los obreros en las construcciones.
Evan se sorprende, pero se pone serio.
—¿Estás segura? Estás detallando mucho para algo que viste en poco tiempo, ¿o me equivoco? —se ha puesto a la defensiva.
Frunzo el ceño.
—Estoy segura, me impacté y me caí del susto, ya que intenté retroceder. El hombre me miró fijamente, pero la chica me traspasó —respondo, y se me eriza la piel de recordarlo, ya que la sensación fue extraña, como si me hubiese congelado por unos segundos.
Evan mira hacia el frente y se queda en silencio. Coloco mi mano sobre su rodilla, me mira.
—Escucha, lamento si dij…
Me besa, me está besando.
—¡Ah!, bueno —dicen, y nos detenemos.
Observo a Joy quien nos está mirando con una amplia sonrisa.
—Comiéndose el postre con la vista al lago.
No le sonrío, al contrario, me siento molesta de que esté aquí. Me pongo de pie y Evan me sorprende al sujetarme por la mano. Lo miro a los ojos, y vuelvo a sentarme a su lado.
—Joy, por favor, ¿nos puedes dar espacio? —dice Evan.
Ella pierde la sonrisa, pero no se ve molesta.
—Sí, por supuesto, disculpen por la interrupción. No quería ser una perra —dice, y se va.
Frunzo el ceño. Evan me sonríe de medio lado.
—No le ha gustado que la echara —dice.
Me aclaro la garganta.
—Sí, lo noté.
—No tienes que irte, no estamos haciendo nada malo, y ya cansa que ella quiera llamar la atención. Es muy molesta.
Suelto una risita.
—Pensé que era la única que lo creía —digo.
—Me gusta tu risa —dice, y siento que mis mejillas se ponen rojas.
Sonrío bobamente.
—Y tu risa —dice, y ahora soy yo la que lo besa.
Escuchamos como alguien se aclara la garganta.
—Chicos, disculpen que los interrumpa, pero no pueden estar aquí, al menos que estén acompañados del doctor Costa o de algún tutor, o incluso de mí—dice Vincent, y frunzo el ceño.
«!¿En serio?! Lo vi con Joy besándose justo enfrente del gran pino que está a mi izquierda».
—Aja —respondo, y me pongo de pie.
Le tiendo la mano a Evan, él me la sujeta y lo ayudo a ponerse de pie.
—Adiós, Vincent —respondo, y Evan y yo nos vamos agarrados de la mano.
—¿Qué fue eso? —pregunta con gracia Evan.
Le cuento que vi a Vincent besándose con Joy y también le cuento sobre la visita nocturna que le hizo Joy la noche de la acampada a Vincent.