Esteban Había tenido que volver a viajar días atrás y ahora, cuando por fin estoy volviendo a casa, me toca un vuelo con demasiados niños dentro. No me gustan, para nada, detesto a cada uno de ellos. En todas sus versiones. Creo que empiezo a tolerarlos a partir de los dieciocho años y para esa altura ya tengo la posibilidad de enviarlos con su creador sin ningún problema. Pero nada se comparaba con los niños que encontré en mi último vuelo a casa. West Texas me esperaba, como tantas otras veces, pero también a diez docenas de personas más, lo sabía, porque como tantas otras veces el vuelo estaba repleto, los aeropuertos eran un desastre y yo tenía que convivir con tanta gente que parecía estar a punto de sufrir un colapso neuronal. — Solo mátame Willy —mi mano derecha se rio. — Su