Extraño

1631 Words
POV Angie —¿Cómo está mi prima favorita? —dijo Elena, procediendo a reunirnos en un gran abrazo. —Oh, Elena, ¡cuánto tiempo sin verte! Creí que me habías olvidado. —Olvidarte, por supuesto que no. ¿Cómo iba a olvidar a mi encantadora prima Angie? Si de niños jugábamos juntas. Aunque, querida, ¿qué hiciste con tu cabello? —mi pregunta al notar cierta masa pegajosa. —¿Qué es lo que pasa? —digo algo confundida, pero al pasar mi mano sobre mi cabellera, observo parte de la masa que no había logrado limpiar. —Oh, qué vergüenza —rápidamente intento quitarlo. —Pero, ¿qué se supone que estabas haciendo? —Estaba intentando preparar unos bocadillos para mi esposo. Hoy ha sido su primer día de trabajo, y honestamente, quería sorprenderlo, pero creo que solo le llevaré una gran decepción. —¿Esposo? Entonces, los rumores eran ciertos. Había escuchado que te habías casado. Lamentablemente, no pude venir a la boda porque tenía algunos asuntos que atender. —No te preocupes, cuando él llegue, lo conocerás. Ya verás que te caerá muy bien —sonrío. —Para que te mantenga con una sonrisa así y que te arriesgas en la cocina, imagino que debe ser un excelente hombre. —Lo es, lo amo más que a nada en este mundo. Pero dime, ¿qué hay de ti? —le pregunto mientras la invito a sentarse para que podamos conversar más cómodamente. —Ah, bueno, yo llevo una vida tranquila. Ya sabes que nunca me han gustado las cosas extravagantes. —¿Y solo eso? —Por supuesto —me responde, y yo sin entender sacudo mi cabeza pensando en cómo pudo omitirme un dato importante en su vida. —¿Y tu hijo? —Oh, bueno —ríe como si se tratara de cualquier cosa—. Ya sabes, es un niño algo travieso. Está muy bien cuidado en casa. —Comprendo… —su respuesta muy corta me parecía extraña—. Sabes, la próxima vez que vengas a visitarme, tal vez podrías traerlo. Me encantaría conocer a mi sobrino. Quién sabe, así podría conocer a mi otra sobrina. Podrían ser incluso grandes amigos. —¿Tienes una sobrina? —me pregunta. —Así es. Es la hija de la hermana de mi esposo, una excelente mujer. El celular en su bolso la desconcentra y al leer el mensaje cambia de actitud. —Bueno, querida primita, solo vine a visitarte, ya que estoy de paso por la ciudad. En realidad he venido por otros asuntos más importantes. Espero que no te moleste. —Para nada, al contrario, tu visita me alegra tanto. Ven más seguido, y por favor hazlo con mi sobrino. A esta casa le hace falta algo de color. —Lo tendré en cuenta. Cuídate mucho, prima —ella se levanta del asiento y con un beso en la mejilla se despide de mí de la misma manera rápida como había llegado. —Señora, les traje… —la empleada apareció en la sala trayendo una jarra con unos vasos para que pudiera disfrutar yo con la visita. —Oh, pero ya se fue. —Así es, solo estuvo de paso. En realidad, tiene otros asuntos que atender. Aunque la noté algo nerviosa, imagino que debe tratarse de algo sobre su hijo. —Pero considero que es muy extraño que solo haya venido unos minutos. Creí que se quedaría al menos a almorzar. —Pues, yo también pensé lo mismo, pero ella siempre fue así, bastante impredecible y misteriosa con sus cosas. POV Lucia —Increíble, solo a ti se te ocurre pedir una botella de licor en una heladería. —Y ¿qué tiene de malo? Son mis gustos personales. Yo no te critico por comer tu helado. —¿Sabes qué?, antes de que me hagas pasar una vergüenza, prefiero pagar y salir de aquí. Tu sueldo ya está arreglado. —Por supuesto. Levanto la mano para llamar a la camarera, a quien le pido la cuenta para luego pagar, pero cuando estoy por irme, ella me detiene y me hace referencia a la botella que mi hermano pidió. —Es una botella costosa. —La pagará el señor —respondo. —¿Qué? Lucia, quedamos en que tú pagarías —Filipo por poco se atraganta con su propia saliva. —Por supuesto, dije que yo pagaría, pero lo que se consumiera de aquí, tu botellita es un capricho. Tomé mi bolso y salí, oyendo las quejas de mi hermano detrás. —¡Lucia! —gritó enojado. … Luego de terminar con mis demás obligaciones, regreso a casa al atardecer, encontrando a Dianita en el comedor. —¡Mami llegó! ¡Mami llegó! —bajó de un solo salto de su asiento, corriendo a abrazarme. —Mi dulce niña —la elevo en mis brazos—. ¿Estás lista para hacer esos fabulosos algodones? —¡Lo recordaste, mami! —¿Cuándo olvido una promesa? —Eres la mejor, mami. —¿Gusta cenar, señora? —me dice Ruth. —Sí, Ruth, pero primero iré a darme una ducha. Estoy agotada. —Claro que sí, no se preocupe. Al entrar a mi habitación, veo que mi celular tiene una docena de mensajes de mi hermano. —Tuve que gastar mi propio dinero, esto no se queda así, Lucia. Dejé el celular en la mesa de noche luego de reírme imaginando a Filipo teniendo que pagar su propia botella. Luego de terminar de ducharme y ponerme algo más cómodo, regresé al comedor, cené lo más rápido que pude para empezar con la preparación que quería mi hija. Me había costado encontrar los ingredientes, pero finalmente lo habían logrado, y la satisfacción más grande fue ver el resultado y observar a mi hija con emoción en su mirada. —La pequeña Dianita se fue muy feliz a dormir. Cuando llegó de la escuela, no dejaba de decir emocionada que su mamá le ayudaría a hacer esos fabulosos dulces de algodón de colores. —Yo jamás olvido una promesa, Ruth. Le di mi palabra a mi hija y por ella haría lo que sea. … Al día siguiente comenzaba un nuevo día laboral. Ayudé a preparar a mi hija para que tuviera todo listo a la hora de ir a la escuela. Ruth se encargaría de llevarla, mientras que yo me iría al trabajo. Tendría que reunirme con el resto de la directiva para luego hacer la visita al siguiente hospital con el que haríamos la firma del contrato. Sin embargo, mis planes tuvieron que cambiar ligeramente cuando en recepción me avisaron de una visita que esperaba fuera de mi oficina. Estaba confundida; sin embargo, me dirigí y al entrar encontré a Knox sentado en la sala de espera. —¿Señor Kofler? —No hay nadie cerca, Lucía. Puedes dejar esa actitud de llamarme por mi apellido. Sabes muy bien mi nombre. —Estoy en horario de trabajo, señor Kofler. Además, me dijeron que tenía algo que decirme. Así que estoy aquí para resolver cualquier duda que tengas en el contrato con el laboratorio. —Sabes que no estoy aquí para hablar sobre el contrato. —Bueno, señor, si no es nada sobre trabajo, no tengo nada más que hablar con usted. Me está quitando minutos valiosos de mi tiempo. En estos momentos debo dirigirme a otro hospital; hay personas que sí respetan los horarios. —Lucía, no pretenderás dejarme con la palabra en la boca. —Señor Kofler, estamos en un centro de trabajo. Si tiene alguna duda sobre el contrato, puede conversarlo con cualquiera de las demás personas que pertenecen al directorio. No soy la única. —No me interesa hablar con los demás. Saqué mi celular para observar la hora y me di cuenta de que ya estaba algo retrasada. No quería dar una mala impresión con los demás clientes. —Lo lamento, si quiere tener una charla conmigo, tendrá que sacar una cita. —¿Estás bromeando, cierto? —Si no es sobre el contrato con el laboratorio, no hay nada más que decir. Con permiso. —Ahora te paseas como toda una dama y señora. Me gustaría saber cuánto dinero le sacaste a aquel sujeto con el que te fugaste en nuestro aniversario. —¿Perdón? —Entonces, no escuchaste bien. ¿Quieres que te lo repita? —Usted me está acusando de haberle sacado dinero a alguien, señor Kofler, lo cual es una acusación muy grave. Y si no tiene pruebas, podrían meterse en problemas. —¿¡Puedes dejar esa maldita actitud!? ¡Señor Kofler! ¡Señor Kofler! Ya estoy cansándome de esto —lo veo apretar los puños y tensar la mandíbula. —Señor Kofler, tengo que atender a otras personas, y por esta vez dejaré pasar su comentario debido a que no tengo tiempo. —Acaso he dicho algo que no sea cierto. —Entonces, usted piensa que me regalaron todo. No, señor. Le recuerdo que no todos somos hijos de papá a quienes nos dan las cosas hechas, y aunque puede que me hayan dado los peces, también aprendí a pescar —tras responder esto, pasé por su lado contestando el mensaje de una de mis compañeras de la directiva con la que me reuniría en el hospital al que visitaríamos. —Estaré ahí en breve. —En bicicleta no llegarás a tiempo —escucho el comentario de Knox con la intención de humillarme. —¿Y quién dice que iré en bicicleta? —desaparecí de su vista para luego llegar al estacionamiento. De inmediato, saqué la llave de mi bolso, notando cómo él me observaba a lo lejos mientras yo abría la puerta de mi auto para luego alejarme frente a sus narices.
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