CAPÍTULO III
Melinda despertó lentamente, como si recuperara la conciencia a través de una nube espesa y oscura. Abrió los ojos por un momento, no supo dónde se encontraba. Entonces, al moverse un poco, el dolor de los golpes que había recibido en los hombros y en la espalda le hizo recordar con claridad la brutalidad de Sir Héctor.
Cerró los ojos, como si de ese modo pudiera borrar de su alma toda su desventura. Después, los abrió de nuevo y, con gran esfuerzo, se sentó en la cama y miró a su alrededor. La luz del sol penetraba a través de las cortinas y con mucho cuidado, porque cada movimiento le causaba dolor, se levantó de la cama.
Sufrió un mareo al ponerse de pie y se llevó la mano a la frente. Su cabeza parecía estar rellena de lana. Recordó que se había sentido así en otra ocas
