—El arma patea— le había dicho—, así que debes apuntar un poco hacia abajo del objeto al que vayas a disparar, o bajar la pistola un poco. Esto último es lo mejor.'
Muy lentamente, para que las hojas no crujieran, Melinda levantó la mano. Los dos duelistas ya se estaban alejando uno del otro, dando un paso mientras iban contando.
—Uno… dos… tres… cuatro… cinco… seis… siete… ocho… nueve— iban hablando al unísono y entonces, cuando iban a llegar a diez, Melinda, cuyos ojos estaban clavados en Lord Wrotham, lo vio girar y bajar la pistola hacia el Marqués quien todavía estaba de espaldas a él.
Disparó casi sin pensar, al tiempo que se escuchaba el disparo de la pistola de Lord Wrotham. Ella dio en el blanco y el hombre cayó a tierra, pero, en el mismo instante se dio cuenta de que el Marqu
