▪︎ LILLIE ▪︎
Uno, dos, tres balazos… resonaron en el aire. Me encontraba en el campo a las afueras de la mansión donde estaba encarcelada.
Aunque parecía más un castillo que una mansión. Era un lugar muy grande, había muchos sitios a donde ir, pero este era mi preferido, era donde yo podía sentirme más relajada y cómoda.
Seguí disparando, pero me detuve cuando escuché unas pisadas acercarse.
— Me imaginé que aquí estarías — la voz de Marcus llegó a mis oídos. — Si tu padre se entera de lo que haces aquí, temo decirte que probablemente nos castigue por ello. Y sospecho de que al que le va a ir peor será a mí.
Había robado su arma o más bien la había tomado sin pedirla prestada. Solía venir a este sitio para distraerme y estar un momento a solas.
Y la verdad no entendía por qué razón tenía un arma el guardaespaldas que Lionel había asignado para mí, que tampoco entendía por qué me había colocado uno, y porque todo este lugar estaba lleno de tanta seguridad.
Resollé disgustada por su comentario.
Me giré para verle y responder.
— Da igual — respondí con desinterés.
— Señorita llevo horas buscándola, su hermana lleva rato preguntando por usted — dice.
Al parecer no podía tener ningún momento a solas para mí, siempre tenia que estar vigilándome.
— Pues ya me encontraste — soné un poco sarcástica — Y sabes bien que odio que me llames así. Me gusta que me llamen por mi nombre.
Me tenía mareada con tanto "señorita esto" "señorita aquello" me atarantaba oírlo decir eso.
— Sabe que no puedo llamarla por su nombre. Usted es la hija del jefe. — responde.
Rodé los ojos. Odiaba que me recordara que Lionel era mi padre, aún no me hacía la idea sobre ello, y tampoco es que me gustaba serlo. Y menos con tanta vigilancia que me había puesto.
— Como sea — respondí.
Me acerque hasta él y le di el arma. Después me dirigí hacia el interior del castillo para ir en busca de mi hermana.
Marcus ya no dijo nada y solo me siguió, escuchaba como sus pasos seguían los míos.
Eso era de todos los días, ni siquiera me dejaba respirar, para todos lados me seguía, hasta dentro de este enorme lugar.
— Me pregunto cómo una joven como usted aprendió a usar un arma y tener una puntería así — pronuncia mientras sigue caminando detrás de mí.
Pensar en eso, en él era de siempre, aunque no me lo recordaran, constantemente lo tenía en mi mente.
— Aprendí del mejor — dije vagamente.
Esperaba que no me hubiera escuchado, lo había dicho en voz baja.
— Qué tontería, ¿quién se atrevió a exponerte así de esa forma? — dijo.
Me detuve, pero no me giré, le respondí.
— No soy la chica tonta y frágil que tú crees, y que necesita de un tipo como tú para que me proteja. — mi tono sonó algo irritada, no obstante, aun así, lo ignore y proseguí mi camino.
— Lo siento… Señorita, yo no quise que pensara de esa manera — él también volvió a retomar el paso para seguirme.
Él suponía que yo era la chica débil e indefensa que necesitaba protección a todas horas, y más porque Lionel le había pedido que lo hiciera, pero, aun así, creían que no podía cuidarme por misma.
El único momento y lugar donde no me sentía de esta forma era cuando salía al campo, disfrutaba pasar un momento sola con mis diablillos. Y más cuando tomaba la pistola de Marcus e iba a disparar a ese sitió. Era como si estuviera cerca de Dante, era algo que me hacía sentir viva.
Ese rincón era para reflexionar bien las cosas, pero cuando tomaba un arma y disparaba, me hacía recordarlo, era como si eso me hiciera sentir que lo tenía aquí junto a mí, junto a nosotros. Volviendo mis recuerdos a ese día cuando me enseñó a usar una pistola, recuerdo que le llevó horas, casi todo un día para que yo pudiera aprender a tener buena puntería.
Nunca pensé que volvería a tomar un arma y mucho menos que lo extrañaría de esta manera. Era difícil olvidarme de él, por más que intentara hacerlo no lo lograba.
Y es que nunca creí que llegaría a enamorarme y menos que llegara a amar tan a un hombre, uno así como él. Él era único en toda la excitación, en todo… definitivamente era muy difícil de olvidar.
Y aunque quisiera hacerlo, mis bebés me lo recordaban, llevar en mi vientre sus hijos, era aún más imposible superarlo. Él era el amor de mi vida, y así sería hasta la muerte.
Me lastimó cuando me abandonó, se fue dejándome con el corazón hecho trizas y consigo se llevó mi alma. Le había entregado todo de mí, y de este modo como se fue, también todo eso se fue con él.
Se que en unos meses más seré madre, tendré a mis pequeños en mis brazos y ellos serán mi motivo para seguir adelante con mi vida. Pero aún así sentía que algo me hacía falta, o más bien alguien.
Minutos después llegué a mi habitación, Marcus se había quedado afuera resguardando la puerta como siempre lo hacía.
Al entrar vi a mi hermana sentada, y en cuanto me vio se puso de pie. Yo me dirigí hacia mi cama para recostarme.
— ¿Dónde estabas? — preguntó — Llevo horas buscándote.
— Qué importa dónde estaba, lo que interesa es que ya esté aquí — respondí sin importancia.
Subí mis pies en una almohada, habían comenzado a hincharse un poco y me cansaba caminar mucho cuando eso me ocurría, no entendía porque.
— Claro que importa, me preocupa que te pase algo malo.
— ¿Qué malo me puede suceder aquí? — digo pero no quería a que sonara a pregunta.
Era obvio que no me iba a ocurrir algo peligro en este lugar.
— No me refiero a que estés en peligro dentro de casa, sino que ya sabes bien lo que te sucedió hace unos días.
Entendía a que se refería. La última vez que visitamos a la ginecóloga, me había dicho que mi embarazo iba bien, pero que la anemia aún seguía y que con la caída que había tenido era peligroso que no tomara un reposo de un mínimo de dos semanas, así que tuve que obedecer las órdenes de la doctora.
Unos días atrás había caído por las escaleras cuando iba subiendo los primeros escalones, no había sido un golpe fuerte por eso no tuve un sangrado y la doctora descartó una amenaza de aborto, por eso no se alarmó tanto, pero, aun así, me pidió que descansará un tiempo, ya que mis mareos y mis desmayos seguían, y más a causa de mi debilidad por la anemia.
— Estamos bien, ya me siento mejor. Por eso salí de cama, los mareos no han vuelto. — quería que no se preocupara tanto — Estar tanto tiempo encerrada me agobia, ni ir a la universidad puedo.
— Aún así me preocupan, no quiero que nada malo les pase. Quiero que tú y mis sobrinos estén bien — dice, en sus ojos se notaba su preocupación.
Alex era muy exagerada, se preocupaba por todo, pero se que esta era una razón muy grande para hacerlo. Si decidí tomar reposo era porque me importaba el bienestar de mis diablillos, quería que estuvieran bien, si algo malo les pasara no soportaría. Y a pesar de que solo los había visto por una pantalla, ya los amaba, y pensar que podría perderlos me daba miedo, era algo que sabría que nunca superaría y que me marcaría de por vida.
— No me regañes más. Mejor porque no me masajeas un poco más tobillos, que se me están hinchando. — pedí con un puchero.
Mi hermana me consentía en todo lo que le pedía, y más ahora embarazada. Después de la caída que sufrí, Alex comenzó a darme masajes en mi espalda haciendo que me relajará y hasta quedar dormida.
— Está bien. — dice — Pero prométeme que no volverás a desaparecer así como lo hiciste hace unos momentos. Acuérdate que apenas entraste a la semana catorce y mis sobrinos aún no están bien protegidos, una caída más y puedes perderlos, recuerda las palabras de la doctora.
— Por supuesto que lo recuerdo. Dijo que después de la semana veinte es más menos riesgo un aborto espontáneo. Por eso hice lo que pidió. Pero ya pasaron las dos semanas y únicamente fui a caminar un poco. — intento tranquilizarla.
Seguía preocupada pero quería hacerla ver que no era necesario que lo estuviera, sabía cuidar de mí.
Ella colocó su mano en mi vientre. Aún no se me notaba, no había hecho panza. Mi hermana decía que posiblemente entrando en el sexto o séptimo mes rebotaría como pelota de playa, algo que temía ya que me preocupaba que no pudiera después no lograra levantarme de la cama o de algún otro lugar donde me siente.
— Pronto tu pancita crecerá más — la acaricia — Ya quiero conocer a mis sobrinos.
— ¿Crees que haga mucha panza? — pregunte algo intranquila.
— Puede ser, recuerda que son dos. Pienso que tal vez te crezca más que a mí — dice como si nada y sonríe.
Sus palabras en vez de tranquilizarme me preocupaban. No quería aumentar tanto. Hasta el momento solo me había ampliado un poco, más en la parte de las caderas, y mis pechos no paraban de tomar volumen. Pero mi vientre seguía casi plano, solamente se notaba un poco hinchado; sin embargo, no se apreciaba muy bien.
Y es que ya no me quedaba la ropa, había dejado de usar ropa ajustada, y únicamente me ponía vestidos sueltos. Nada que apretara mi abdomen.
— No quiero engordar, luego no entraré en ninguna prenda o me atorare en la puerta del auto o de mi habitación — lo digo en un chillido.
Alexa suelta una risa.
— No exageres, tal vez sí subas algo de peso y batalles para levantarte de algún lugar. Pero no te preocupes que después del embarazo quizás recuperes tu figura y tu cuerpo esté intacto. Mientras a disfrutar esta pelotita — concluye mientras mima mi panza.
— ¡Me has llamado gorda! — chillo.
Últimamente comenzaba a sentirme sensible por todo, cualquier cosa que me dijeran me afectaba y más si era a mi persona.
— Lilli, la persona que debería estar aquí contigo y aguantar tus cambios de humor es el padre de tus hijos. Aún no entiendo porque no quieres decirle a Lionel quien es. — me sermonea.
Se a lo que se refería, sabia que no lo decía de mala forma. Había insistido varias veces en que les dijera quién era el padre de mis hijos y que también le dijera a él que sería papá.
Alex ya sabía quién era, ya le había confesado que el hombre que estaba con un ramo de flores esperando en casa cuando madre y ella habían vuelto del hospital era el padre de mis hijos. Ella dijo que llegó a imaginar que entre nosotros pasaba algo, pero no creyó que fuera tan seria nuestra relación, si así se le puede decir.
Yo no le di detalles de cómo lo conocí y tampoco le conté que era un mafioso, solo le dije que me enamoré y que me entregué a él, nuestra relación fue pasajera para él, mientras que yo le entregué mi corazón.
— Si te lo conté no fue para que me reclamaras. Yo te dije que no le diría nada ni a él, ni mucho menos a Lionel de quien es el padre de mis hijos, y te pedí discreción sobre ese asunto. — me levante furiosa de la cama y caminé directo hacia el guardarropa.
— Lillie, entiende por favor. Él tiene derecho a saber que será padre y tus hijos cuando crezcan querrán saber quién es su papá. No comprendo porque no quieres decirle a Lionel quien es, el te ayudaría más rápido a encontrarlo. Sí tú no se lo dices tendré que decirlo yo — concluyó.
Mientras yo sacaba de mi armario un abrigo para colocármelo, quería salir de este lugar corriendo.
— ¡Jamás te señalé!, ¡jamás me metí con el padre de tu hija! Y tú vienes aquí atacarme e insistir en lo mismo. —resollé molesta — ¡Estoy harta! De que no sé en cuenta de lo que yo quiero y siento. No sé dan cuenta cuánto sigo sufriendo por haberme abandonado, y vienes a decirme solo eso. Mamá es la única que me pregunta sobre cómo me siento porque me haya dejado, pero para no preocuparla, ya que ella está pasándola mal con sus quimioterapias, no le digo nada de como me siento destrozada por dentro — lloro, suelto una lágrima en cada palabra, ese sentimiento lo había guardado durante semanas.
Mi hermana llega hasta mí y me quita el abrigo de mis manos, se acerca para abrazarme.
— Lo siento… Lo siento… — solloza junto conmigo — Perdón por hacerte sentir así. Nada más quiero el bienestar para ustedes, no pensé que esto te estuviera afectando tanto. No has querido hablar mucho sobre ello. — me abrazaba.
— No insistas más sobre ese asunto — sollozo en su hombro. — No quiero que tampoco Lionel sepa su nombre.
— Esta bien, prometo no decirle nada. Pero por favor tranquilízate — acaricia mi espalda mientras me sigue abrazando e intenta relajarme — No le hace bien a los bebés.
Tenia razón, este estado podría afectarle a mis diablillos, así que intente tranquilizarme un poco.
— No creí que para eso me estabas buscando — dije en el momento que me separe de ella para verla.
Ella negó con la cabeza.
— No, en realidad te buscaba para otra cosa. Pero es que me preocupé cuando me di cuenta que no aparecías.
— ¿Y qué era esa cosa por la que me buscabas? — cuestione.
— Bueno, había venido para decirte que quiero que vayamos a comprar un vestido nuevo para tu fiesta de cumpleaños. — dice sonriente.
Había olvidado esa estúpida fiesta, Lionel había mandado a organizar una fiesta de cumpleaños para festejar mi vigésimo, que sería este fin de semana. Pero la verdad no tenía ganas de asistir, se que me aburriría, y tampoco tenía ganas de divertirme aunque no creo que vaya haber tanta diversión entre puras personas de negocios.
No me quedaba de otra más que aceptar y dejarme arrastrar por mi hermana.