▪︎ LILLIE ▪︎
No quería indagar en ese asunto, pero como creí que habían nombrado a Dante, hice a un lado mi sensatez y me acerque más a la puerta.
Esto de escuchar detrás de las puertas a hurtadillas se estaba haciendo costumbre mía.
— No me interesa tu alianza, tú también eres un Mancini — dice Lionel.
¿Un Mancini?, ese es el apellido de Dante, ¿quién ese hombre con el que Lionel habla?
— Bachmann, te garantizo que yo no seré como mi primo, él era un sucio en los negocios, alguien en quien nadie confiaba. — dice la otra voz.
¿Primo?, oh por Dios.
Me pegó más a la puerta para escuchar bien.
— Como sea no me interesa tener ninguna relación con la organización italiana — informa Lionel.
¿Organización?, qué, él también es un mafioso. Oh por Dios, ahora entiendo tanto poder y dinero. No son solo sus empresas. Quiere decir que todas esas personas que se encuentran en el salón son gente de esa calaña.
Estos entre puro mafioso.
— Por lo visto aún no estás al tanto de las buenas noticias, o para ti serían malas. — dice el desconocido.
Un silencio invade el lugar. Pero después la voz de Lionel se escucha.
— Déjate de estupideces y di lo que tengas que decir. — su tono era molesto.
— Tengo entendido que tienes una hija — hace pausa, trago saliva, ¿saben de mí? — Pero quita esa cara de espanto. No te preocupes por ello, prometo no tocarla… sin embargo, no puedo prometerte que otros líderes no lo hagan. Y menos con lo que ocurrió entre ella y el Diablo.
Oh no, mi respiración se corta. Si era mi Diablo al que se refería; aun así, no entiendo por qué este tal primo viene en su lugar y a despotricar en su contra.
— ¡Qué dices! — la voz de Lionel retumba con fuerza en la habitación, está furioso.
— Que tu querida niña, tuvo que ver íntimamente con mi querido primo. — laza su veneno.
¿Pero qué?, ahora Lionel sabrá quién es el padre de mis hijos y con eso de que es también mafioso, temo por él. Aún me importaba y no quería que nada malo le pasará.
—¡Eso no es posible! — grito — ¡Largo de aquí!, no quiero saber más de ti y de tu primo traidor. Ni nada que ver con la familia Mancini.
¿Traidor?, ¿Dante lo traicionó?, la cabeza me va a explotar con tantas dudas. No aguanto más debo entrar y encarar a estos dos hombres, necesito saber que sucedió con Dante.
Antes de que Lionel lo eche, abro de un golpe la puerta haciendo que esta haga ruido. Los dos hombres se giran con rapidez, como si estuvieran esperando un ataque, ya que la mayoría de los que estaban ahí sacaron sus armas para apuntar hacia mí.
Que rápidos son.
Compruebo que ellos no estaban solos. A lado pero algo distante estaba Marcus y del otro lado del escritorio se encontraba un tipo de cabello oscuro vestido formal completamente de n***o. Y a cada lado suyo tenía dos mastodontes parecidos a los que tenía Lionel.
Lionel y Marcus guardaron sus armas, mientras que los otros tipos seguían apuntando hacia mi dirección.
Él sujeto bien vestido enmarca una sonrisa descarada y hace una señal a sus hombres enormes para que bajen las pistolas.
— Sí es la princesa — dice el tipo desconocido que ahora sé que es el tal primo.
Me acerco con pasos seguros hasta el escritorio de Lionel, sin dejar de mirarlo me dirijo a él.
— ¿Qué significa esto?, ¿tú también eres un mafioso? — inquirí.
Era algo obvio pero necesitaba escuchar lo que tenía para decir, me había decepcionado de este hombre, creí que tenía un padre ejemplar, cuando por fin intentaba acercarme más a él sale con que es un maldito criminal.
Pero que pienso, yo me enrede con uno igual, soy la menos indicada para juzgarlo, ¿pero mamá lo sabrá?, esto es más preocupante ya que él nos está exponiendo en un mundo peligroso.
— Hija deja te explicó — dice, niego con la cabeza — Por favor.
— No hay nada que explicar, aquí puedo saber quién en realidad eres. — mi tono sale despreciable.
Una risa hace girar para fijarme en el tipo que estaba detrás de mí a unos metros. Lo fulminó con la mirada mientras el me mira sin dejar de reír.
— Ahora entiendo que vio en ti mi querido primo — dice — Aparte de lo hermosa y. Buena que estás — su tono se escuchó sucio mientras me barría con su mirada y se mordía el labio.
Las náuseas me regresaron, asco y repulsión es lo que provocaron sus palabras. Hago un gesto asqueada.
— ¿Dónde está él? — pregunte directamente, sin tantos rodeos.
No tenia tiempo, ni tampoco quería aguantar tipos como él.
— Vaya… Sí que te gusto como te trató en la cama — soltó.
¿A caso me esta diciendo puta?, mi cara comenzó a calentarse del coraje.
— Cuida tus asquerosas palabras — respondió Lionel entre dientes muy furioso — Sí quieres seguir con vida, más vale que no te dirijas así a mí hija. Ella no es una ramera.
La risa fuerte del tipo resuena en la habitación.
— Si tú lo dices… Es que yo recuerdo que a mi primo solo le gustaba revolcarse con ese tipo mujeres. O quizás es porque el imbécil nunca se enteró de que era tu hija — afirma.
¿Por qué se refiere a él en pasado?, bueno quizás porque ya no acostumbra a tener esos gustos.
— ¡Lárgate! — levanta la voz Lionel — No quiero volver a ver tu revulsivo rostro en mi territorio.
El hombre en ningún momento dejó de reír, parecía que todo le divertía .Era cínico, pero de un cinismo malo que daba miedo y asco.
— Te da coraje que diga la verdad, yo no tengo la culpa de que tu niña se metiera en la cama del que era tu enemigo. — se acerca a la puerta mientras ignora las miradas de odio que le echa Lionel y al igual yo — Pero antes de irme, necesito informarle algo a tu princesa. — hace pausa y pone su atención en mí — Verás hermosa, tu Diablo se ha ido, así que ya no tienes con quién divertirte bajo las sábanas… no obstante si deseas un hombre de verdad no dudes en buscarme. Yo sabré complacerte mucho mejor que mi primito, puedo hacerte provocar muchas cosas que te gustaran. — manifiesta con descaro y con una sonrisa.
— ¡Imbécil! — lo insulto — Lo único que me puedes provocar tú, es asco y mucho más ganas de vomitar. Tú nunca me harías sentir ni una pizca de lo mucho… Que me hizo sentir Dante.
Su rostro cambia a uno serio y borra su sonría, mientras que con su mirada me echa dagas. Si las miradas matarán ya estaría muerta.
— Lo siento dulzura, que ya no te pueda complacer ese maldito. — dice entre dientes — Porque tu querido Diablo está muerto y no regresara. — dice en burla, mostrando una sonrisa.
¿Qué?, ¿muerto?, no puede ser posible, él no puede morir tan fácilmente. No por favor que no sea cierto.
Retrocedo, mis piernas tiemblan, mis manos también. Comienzo a ventilarme, me falta el aire.
— No — murmuro — No es posible, él no..
— Lo siento, pero así es. Lleva unos meses que lo dieron por muerto. — dice.
¿Meses?, quiere decir que no me dejo como pensé, él no volvió porque lo asesinaron.
— ¡No! — grito, y me desplomó en el suelo.
Caigo de rodillas, mis lágrimas salen sin detenerse en ningún momento. Me siento a morir, mi corazón se estruja. Deseo irme con él.
— Bueno, mi tarea aquí ya acabo. Me despido, mi más sinceras condolencias — dice en tono sarcástico y suelta su risa maníaca.
No ignoro, no sé en qué momento sale del despacho. Siento como unos brazos me levantan.
— Cariño — Lionel dice, suavemente. Me había levantado y me depósito en una silla, ¿en qué momento?, no lo sé — Marcus trae un vaso con agua, ¡rápido! — ordena.
— Sí señor.
Sigo en shock. Enterarme de esta noticia me destroza por completo. Mi Diablo está muerto, nunca más volveré a escuchar su gruesa voz y potente, no veré su rostro y su sonrisa arrogante que había aprendido amar.
— Mi pequeña, mírame por favor — Lionel sigue hablando — Créeme fue lo mejor que pudo haber sucedido, no tendrás a esa escoria siguiéndote.
El comentario de Lionel provoca que reaccione.
— ¡Tú que vas a saber! — me pongo de pie bruscamente, pero me tambaleó un poco.
— Hija no te hace bien ponerte así — intenta tomarme de los hombros para sentarme nuevamente.
Sin embargo, rechace su toque y me alejó de él.
— ¡Déjame! — grito — Lo mejor para mí es no haberte conocido. — digo con desprecio — Tú no sabes lo que él significo para mí.
— Él no era bueno, tú te mereces alguien mejor.. — lo interrumpo.
— ¡Yo lo que necesito es a Dante! — hablo fuerte — Y tú que vas a saber si era bueno o no. Solo yo conocí sus dos lados. Por si no lo sabías, lo mejor para mí era él, no tu estúpido amigo fingiendo ser caballero.
No me importaba nada, si se molestaba porque insulte y corte a su amigo. Ahora entendía que él quería ese destino para mí, pero no se lo permitiré.
— Nikolay es mucho más hombre y es alguien en quien si se puede confiar, no como ese maldito Diablo — manifiesta.
Resollé exasperada. Esta conversación me está cansado.
— Ahora entiendo… Me quieres para tus estúpidos negocios. — digo irritada.
— No, por supuesto que no. Si lo nombré es porque tú comparaste. Nada más digo que Niko es mejor hombre que ese… bastardo. — parecía que le costaba dificultad al expresarse sobre él.
— No me importa lo que haya pasado entre ustedes, ese no es asunto mío — expreso.
— Pero su familia es mi enemigo, su legado siempre lo fue durante años, los Bachman no se relacionan con los Mancini. — aclara.
— ¡Qué no comprendes! — me altero más — Me importa un carajo, sus enemistades, sus legados y todas esas estupideces. — levanto la voz — Él era el hombre que amaba, el único que amaré y el padre de mis bebés — toco mi vientre — Que si no lo recuerdas son tus nietos. Y aún así ¿también los llamarás bastardos, por tener su sangre?
Lionel no dice nada, solo me mira. Podía notarlo algo aflojado, pero aún de esta forma no me conmoverá. Después de que despotrico contra Dante ya no iba a hacer comprensiva con él. Su silencio me lo dijo todo, él no aceptaba a mis bebés por ser hijos del Diablo, y la verdad no me iba a quedar a esperar a que lo hiciera.
Salí de ese sitio sin esperar una palabra más de ese señor. Subí con pasos rápidos los escalones para así llegar a mi habitación. Después de cerrar con seguro la puerta me dejé caer con cuidado en la cama y comencé a llorar.
Mis lágrimas cesaron sin parar, hasta dejar mi almohada mojada por el llanto.
No lo necesitaba, deseaba que estuviera vivo y que me sacara de este castillo que parecía cárcel. Se que si él estuviera lo haría y más si supiera que iba hacer papá.
Como pude dudar de él, había conocido su lado malo, pero también el bueno. Su cuerpo, y sus ojos me habían dicho lo que sentían por mí aquel último día que lo vi en el hospital cuando me dejó antes de marcharse.
No creí que algo malo le hubiese pasado, era difícil creer que el líder de la mafia italiana, mi Diablo estuviera muerto.