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Estoy a tus pies, amor

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Blurb

El respetado empresario Jesús McGregor planea matar a su esposa Keila West porque la familia de ella entró en la quiebra, ella huye de ahí deseando nunca haberlo conocido y conoce a un horrible ser despiadado que la secuestra, hasta que ella se enamore de él y le diga que es completamente suya.

Así que ella intentará convencerlo de que lo ama para poder huir pero entonces comienza a enamorarse.

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Capitulo 1: El plan del que no debí enterarme
Capitulo 1: El plan del que no debí enterarme Bajé las escaleras intentando no ser escuchada, pero quería saber qué estaba pasando, mi suegra estaban el oficina de mi esposo Jesus McGregor y era muy extraño que ellas nos visitara y en especial que se encerrara a hablar con Jesus McGregor. Pegué la oreja de la puerta y escuché a mi suegra decir: —Tienes que dejarla, ¿no ves que no nos sirve? La única razón por la que te casaste fue por la empresa WEST de su familia, ahora solo es un estorbo. ¿Que ya no les servía? Claro, la empresa West de mi padre se hundió cuando mi padre hizo una mal inversión de autos que salieron defectuosos, ahora estábamos hundido en deudas multimillonarias. —Lo sé, ya sé lo que debo hacer —dijo Jesus McGregor. Me tensé al escuchar a mi suegra decir tal cosa, es decir creí que nos la llevábamos bien, de hecho Jesus tenía problemas de salud y siempre estaba bajo tratamiento en silla de ruedas ni siquiera habíamos consumido nuestro matrimonio desde que nos casamos, solo dormíamos juntos en una cama. Sabía de su enfermedad pero aun así me casé con él porque se suponía que nuestras familias y nuestras empresas se beneficiarían para hacer todo un imperio. Yo lo quería, siempre me hizo sentir cómoda en los pocos meses que teníamos de matrimonio. Creí que él también. Al parecer no era así. —Tienes que divorciarte —dijo mi suegra. —Haré algo mejor —dijo Jesus. —¿Algo mejor? —dijo mi suegra. Sentí temblar ante lo horrible que sonó eso, ahora no veía este lugar seguro, mucho menos a Jesus. Todo fue un sucio interés. —Claro —dijo Jesus—, su padre tiene una deuda con la empresa West, pero su madre era dueña de una de las más grandes perfumerías de Europa, tiene una herencia que la convenceré de reclamar y entonces la desapareceré y me quedaré con todo. Tragué pesadamente saliva, mis ojos cristalizándose, no podía creer que de verdad esto estuviera pasándome a mí. Mi esposo quería matarme. Me voltee para irme, tenía que empacar mis cosas e irme de la casa, pero no vi una mesa que estaba en el medio y el jarrón que adornaba encima se cayó rompiéndose en miles de pedazos al piso antes de que pudiera ser más agil y evitarlo. Mierda. —¿Qué fue eso? —dijo Jesus. Me levanté rápidamente raspándome las manos y los codos con los trozos de vidrios que se me incrustaban en la piel. Abrieron la puerta de su oficina, mi suegra y Jesus salieron mirándome sorprendidos de que yo hubiera estado escuchando, me levanté y empecé a correr pero escuché que mi suegra gritó: —Debes matarla, sabe demasiado. Claro, ellos estaban planeando mi asesinato; desaparecerme. Salí de la casa completamente horrorizada saliendo a la calle oscura de la noche, la nieve de diciembre caía haciendo del suelo algo resbaloso, solo corrí y corrí por la calle, los árboles a mi alrededor de lado a lado envolviéndome. Escuché una moto a mi lado y entonces el fuerte golpe de un bate de metal golpeándome directamente en la cabeza y tumbándome al suelo sin fuerzas, solté un gemido y entreabrí los ojos observando que Jesus estacionó la moto y se bajó caminando hacia mí balanceando el bate de metal. —No estás en silla de ruedas —susurré completamente incrédula. —Sorpresa, sorpresa —dijo Jesus—, ahora sabes lo que ocurrió realmente, me has parecido asquerosa desde que te conocí por eso me negué a follar contigo, incluso dormir contigo me da nauseas. Sentí mi ojos llenarse de lagrimas solo viéndolo, sentía que no podía hablar. —Obesa de mierda —se rió—, oye me follé a tu amiga, bueno, a todas tus 5 amigas del club de tenis, incluso en nuestra habitación, en nuestra cama, te desprecian por cierto, te apodan ballena Keila ahogada porque nunca puedes jugar y siempre terminas vuelta mierda. Se escuchó el sonido de un auto acercarse y aproveché que Jesus se distrajo por medio segundo para girar en la tierra y salierme del camino directo al acantilando, rodando por la tierra tropezando con arboles y madera hasta que por fin llegué a la tierra firme completamente adolorida de abajo. Solté un suspiro mirando hacia arriba, los arboles cubrían mi visión al igual que la oscura noche, tenía que huir antes de que mi esposo me atrapara para matarme. Mas que el dolor físico, me dolía el corazón y el pecho al sentir que me habían usado y se habían burlado de mí todo este tiempo, no solo mis amigos sino el hombre que creí amar. Me levanté del suelo gimiendo de dolor y comencé a arrastrarme con todas mis fuerzas hacia el camino donde habían mas arboles y arbustos, de repente escuché el silbido lejano de un hombre que pasaba cargando unas maderas sobre su hombro. —¡Señor, señor! Corrí y me estampé contra él completamente moribunda ocasionando que se le cayera la madera al piso, él me miró sin saber qué me estaba ocurriendo. —Señor ayúdeme, querían matarme —sollocé. El sujeto era mucho más grande que yo y hasta ahora me daba cuenta porque me empujó por los hombros como si fuera peso pluma ocasionando que cayera al suelo completamente asustada, ya ni siquiera recordaba por qué estaba adolorida, solo estaban completamente asustada. Su mirada en medio la noche sobre mí solo hacía que le viera sobras en el rostro dándole un aspecto más enigmático y malévolo. Podía ver la maldad pura en él en sus ojos negros. —Yo me estaba portando bien, pero los problemas vienen a mí —dijo, su voz profunda. No entendí lo que significaba sus palabras hasta que se él arrodilló en el suelo montándose sobre mí inmovilizándome; colocando una pierna a cada lado de mis caderas, su cuerpo enorme impidiendo que me escapara. Subió mi vestido hasta mis cadera bajando una mano hacia mi vientre para tocar directamente mis pliegues vaginales... Comencé a gritar, pero él no se detuvo...

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