Ernest tomó la mano de Lilah, la miraba con profunda esperanza, tenía una sonrisa dulce y sus palabras sonaban tan melosas, que ella se sintió extraña, quiso soltar su mano, pero fue imposible, cuando él la sostenía con demasiada fuerza
—Lilah, sé que quizás, para ti sea muy difícil todo esto, quiero decir, el tener una relación laboral que pueda ocurrir en lo personal, pero no deberías sentirte de esa manera, al menos no conmigo, tú puedes confiar en mí, yo siempre te cuidaría.
—Ernest, yo no quiero hablar de esto, creo que fui clara…
—Lilah, por favor, no seas tan dura, mírame, no soy cualquier hombre, soy el hombre que necesitas —Lilah se sintió hostil con sus palabras, intentó alejar su mano, pero él la tomó con más fuerza
—Te equivocas, Ernest, yo no necesito a ningún hombre, y, a
