Lilah tocó la puerta de la oficina de Zackary Reagan antes de entrar, luego escuchó que le informaron que podía ingresar, cerró la puerta tras de sí y miró al hombre, estaba de pie, al lado de su escritorio, dándole la espalda, como siempre lucía su traje oscuro, pulcro y elegante, la miró y ella encontró una mirada severa, por un instante la joven tuvo miedo, pero jamás lo demostraría, era buena fingiendo seguridad
—Buenas tardes, señor Reagan, ¿Me mandó a llamar?
—Pues claro —espetó con frialdad—. ¿Puede explicarme que es lo que está pasando con mi empresa?
Ella le miró irresoluta, dudó de su respuesta, pero encontró la más conveniente
—Eso depende —dijo aventurada
—¿Depende? —observó el gesto furioso del hombre
—¿A qué se refiere, señor?
—Me refiero a que, aquí, ¡Todos hacen lo q
