–Soy la persona mas desafortunada, torpe, enfermiza, propensa a morir por el sólo hecho de existir, y eso jamás me había importado tanto, no hasta que entré en secundaria. No como mucho ni poco, porque podría desarrollar problemas alimenticios, no como de todo lo conocido, ni lo desconocido, puesto que podría desarrollar alergias, no salgo de casa por posibles causas virales, no tengo más que dos amigos en toda mi vida, y jamás fue tan difícil para mí hasta que uno de ellos se mudó al otro lado del planeta. ¿Acaso estoy maldita?, ah, sí, lo olvidé, no me puedo enojar o decir groserías, o escuchar o leer sobre cosas o situaciones que me generen ansiedad o frustración, porque eso podría matarme. Tengo un horario específico para literalmente cada minuto de mi tiempo. ¿Olvidé algo?. No. Creo que no. Soy la única persona en toda mi escuela sin r************* , sin teléfono, sin tatuajes, o fotografías en el carnet, además de que gracias a ustedes. –señala. –mi historial medico y psicológico es un misterio. Gracias a eso tomó más de diez pastillas al día, incluso para dormir, y no se del mundo más allá de lo que los libros dicen, y el limitado internet que me dan una hora al día, que además de limitado es supervisado todo el día, todos los días por ustedes. Y como si eso no fuera suficiente, pasó todo los días de mi vida bajo su control. Ahora, al ver sus expresiones de "no me importa" –bufó haciendo comillas con sus dedos. –Les quiero preguntar. ¿Por qué?, y no me vengan con que... eres muy joven, muy pequeña, estás enferma, te podrías lastimar, no te enojes... porque todo eso ya me lo sé y lo único que quiero pedirles es... ¿Podría por favor ir a la pijamada de Kelly...? –suspiró.
–Ana... –suspiró mi padre negando con la cabeza, bajando su mirada y luego volteó a ver a mi madre. –Sabes que todo lo que hacemos es para protegerte.
–Mamá... –insistí, suplique y rogué con todas mis fuerzas que mi madre por ésta vez me apoye, pero una vez más, como siempre, bajó su mirada y negó.
–Es hora de ir al instituto, o se nos hará tarde, sabes que no...
–te gusta llegar tarde. –musité esperando pudiera sentir mi enojo, pero si lo hizo, no lo noté. Mi madre, ella definitivamente se dió cuenta de como me sentí, ya que salió corriendo a la cocina y sacó un frasco de vitaminas y me dió dos. Me gusta el sabor, me han gustado desde que puedo recordad y son las únicas que me calman, y mamá lo sabe.
Papá me abre paso al auto y se asegura de ponerme correctamente el cinturón de seguridad. Ya no sé por qué lo sigue asiendo si ya no soy una niña y puedo hacerlo por mi cuenta, pero él siempre lo hace, y si yo me adelanto, el se asegura de que sea seguro.
–Esta noche cenaremos verduras hervidas, arroz de avena y jugo de arándanos. Ana procura no comer nada fuera de tu dieta, por favor. –Dice mi padre.
Puedo escucharlo, pero tengo sueño, mis ojos pesan, mi cuerpo se siente relajado. Adoro las vitaminas.
–Te espero a la hora de reseso, no lo olvides. –dice mi madre y yo asentí. No es que tenga otras posibilidades.
–Buen día señor y señora Del Conde. –aparece en acción mi única amiga Kelly, la única persona aprobada para ser mi amiga, y es gracioso porque ella tiene los padres que el estereotipo jamás aceptaría.
–Hola Kelly. –la salida mi madre con la camo, mientras mi padre con su régimen rígido de no ser amable o por lo menos no verse así, apenas y asiente viendo a mi única y exclusivamente mía amiga.
–Los veo luego. –dije al bajar, y la lluvia de recomendaciones de como vivir mi vida, comportarse, y comer me llovieron enseguida. –sobreviviré alejada un par de minutos de ustedes. Pueden verme en cámara. –bromee y Kelly se rio mucho, pero a mis padres no les hizo mucha gracia.
–Dejame adivinar. –me detiene Kelly a mitad del pasillo. –Dijeron que no, ¿verdad? –preguntó. No siquiera me dió tiempo de responder, cuando escuché a mi padre por el altavoz.
"Las señoritas en el pasillo dos, por favor a sus respectivamos salones".
–Ojalá mis padres pudieran ser la mitad de lo divertidos que son los tuyos. –renegó Ana para sí misma. Aunque su amiga Kelly si llegó a escucharla, supo que si había murmurando, no quería ser escuchada.
–Aunque la pijamada también la podemos hacer otro día, después de todo, no todos conocen a mis padres aún, y me gustaría que conocieran a mis padres y seguramente los de ustedes. –nos señaló con la mirada. –se sentirían más confiados.
–Tus padres son hippies, cantan, bailan y viven de la naturaleza, ¿qué tan malo es eso? –renegó.
–Lo sé, aunque déjame decirte que no todo es bueno. Por ejemplo, tu has vivido aquí toda tu vida, tu padre es director por la mañana, y médico por el resto del día, tu madre es psicóloga, nutrióloga y escritora. A tus padres los respetan, son parte del comité de padres y de profesores, ¿eso no te hace feliz?. A mis padres suelen ignorarlos todo el tiempo a donde sea que vayan, incluso si ellos levantan sus manos y quieren hablar o participar. A veces yo quisiera que mis padres fuesen como los tuyos. –replicó.
–Si tuvieras mi vida te aseguro que no la querrías, esos son estrictos e intachables. Horario para todo, dieta, clases, lectura. Todo.
–Eso es mejor, a tener que mudarte cada vez que ellos viajan.
–Pero ustedes conocen el mundo, y yo ni siquiera he salido de este pueblo. Hablando de eso. ¿Sabes algo de Matías? –entraron en el salón y se sentaron hasta el final.
–Matías prometió llamar hasta dentro de dos días, dijo que estaría en un campamento al que sus padres lo enviaron.
–Odio mi vida, ojalá pudiera cambiarla. –murmuró sacando las cosas de su bolso, sin poner atención a los murmullos y pasos en la entrada.
–Ésta mañana tenemos un nuevo alumno. –dice una de las maestras más ancianas del lugar. Ya ni debería ejercer, pero supongo que a nadie le importa. –debe presentarse, por favor. –dice dejando al joven frente a todos, mientras ella camina lentamente a su asiento.
–Mi nombre es Cristofer Blade y no me quedaré de mucho tiempo, así que no se molesten en hablarme. –dijo y se sentó antes de que Ana pudiera levantar su mirada a él, pero ahora que lo ha escuchado, no le interés.