1. Descubriendo el engaño

1614 Words
1. Descubriendo el engaño Amelia Ya es medianoche y oficialmente mi aniversario ha terminado. He esperado por horas a que mi esposo llegue a casa. Le he estado marcando a su teléfono, pero sigue apagado. Camino por la estancia, pensando que debo hacer en este momento. La mejor opción sería que llamara a su padres para avisarles y que me ayuden a buscarlo. Pero de seguro pensarán que estoy haciendo una tormenta en un vaso de agua. Ellos nunca me han querido. A pesar de no ser de una familia de renombre, siempre desearon para su hijo una mujer de nivel económico más elevado, por lo que para ellos, soy poca cosa. Nos casamos hace doce años, apenas terminado el bachillerato. Un descuido en el método anticonceptivo, nos llevó al momento que sueña toda mujer. Me casé con el hombre de mi vida con apenas dieciocho años de edad. A los nueve meses, llegó el segundo amor de mi vida, el pequeño Antonio. Era una bolita de carne, rosada y redonda. Todos decían que yo parecía una niña jugando a las muñecas. A los dos años llegó Liliana. La luz de los ojos de mi esposo. Mientras que Antonio era rubio y sus rasgos faciales eran muy parecidos a los míos, Lili era una hermosa pelirroja casi idéntica a su JuanLu. Ambos heredaron el hermoso verde de los ojos de su padre. Nuestra vida fue armoniosa siempre. El con diecinueve, se convirtió en un hombre responsable, que estudiaba y trabajaba para que nada nos faltara. Así que puedo decir que hemos sido muy felices. El sonido del teléfono me saca de mis pensamientos. —¿Hola? –contesto con cierta inquietud. —Buenas noches, le llamo porque la persona dueña de este teléfono tuvo un accidente y este es el último número del que recibió una llamada. Por favor, si es familiar o conocido de esta persona, le agradeceríamos se presentara al Hospital Buen Samaritano a la brevedad. Ni siquiera pude expresar una palabra. El teléfono resbaló de mis manos al piso. No es posible. Juan Luis ha tenido un accidente. Subo inmediatamente las escaleras, para buscar mi bolso. Los niños no están en casa, pues queriendo darle una sorpresa a mi marido, los he mandado a dormir a casa de mi madre. Tomo las llaves de mi auto y me apresuro a ir al hospital. Veinte minutos después, llego a la recepción. No sé a quién dirigirme, así que le pregunto a la primera persona que se atraviesa en mi camino. —Buenas noches, señorita, disculpe, ¿Quién me puede dar informes sobre un paciente que acaba de ingresar? –La persona amablemente me muestra el lugar donde dan la información de los pacientes. Voy casi volando hacia allá. —Señor, buenas noches recibí una llamada de que Juan Luis Peña fue ingresado hace poco. ¿ Me puede indicar hacia dónde me dirijo? – El hombre teclea en su computadora. Después de largos minutos, levanta su mirada hacia mí. —Efectivamente, el señor Juan Luis Peña llegó en compañía de su novia. Ambos tuvieron un accidente de coche. Aún están siendo valorados, pues el señor no ha despertado aún. Puede ir por ese pasillo para que le den más información. De todo lo que dijo al final, ya no pude escuchar nada. Me dijo que Juan Luis y su novia tuvieron un accidente. ¿Su novia? ¿Cuál novia? Agradezco rápidamente, y dirijo mis pasos al lugar que me indicaron. Mi corazón comienza a latir desenfrenado. Creo que sabe que lo que voy a encontrar va a terminar de destrozarlo. —Mi amor, despierta. Vamos cariño. Lo estábamos pasando tan bien. –Antes de entrar a la habitación escucho esas palabras. No, no creo que sean para mi esposo. Él nunca me haría esto. Sin embargo, cuando la puerta se abre, me quedo inmóvil ante la escena que está frente a mí. Juan Luis está sobre una cama, inconsciente, pareciera como si solo durmiera. Una chica rubia, joven y delgada, se aferra a él tratando de despertarlo. —Mi amor, vamos, no seas perezoso, despierta. Mira que la bruja de tu mujer debe estar buscándote. Y no quiero que te encuentre aquí. Vamos cariño. Despierta y te prometo que seguiremos haciendo el amor como hace rato. No puedo escuchar más. Salgo de la habitación y me recargo en la pared continua, para no caer al suelo. Así que por eso no me contestaba. Así que por eso no llegaba. Las lágrimas no tardaron en inundar mis ojos. Los froto con fuerza para saber si lo que acabo de presenciar no fue solo un sueño. Mejor dicho, una mala pesadilla. Se acercan dos enfermeras, que vienen charlando y no me prestan atención. —Dicen que la parejita que recién ingresó, venía dándose mucho cariño, y que por eso chocaron. O no pudieron llegar a donde iban a hacer sus cosas o venían de alguna parte y no tuvieron suficiente, jajaja. Sus palabras taladran mis oídos y mi corazón. Me pregunto ahora qué debo hacer. Decido sentarme en una de las bancas que están afuera para los familiares. Esperaré a que mi esposo despierte. No quiero interrumpirlo con su novia dentro. Pasan dos largas horas, donde el dolor en mi corazón sigue creciendo. Las esperanzas de que solo se trate de un malentendido se van difuminando con cada minuto que pasa. Otra media hora después, ingresa un médico. La mujer sale de la habitación. Me mira y sonríe maliciosamente. Evidentemente, sabe quien soy y me lo restriega en la cara. Me decido a ingresar para preguntar por el estado de salud de Juan Luis. Sé que no me necesita a su lado, pero al saber que está bien, me permitirá retirarme. Él no me necesita a su lado. —Buenas noches doctor. –el galeno se gira para verme. Mi esposo ahora está despierto y me da una mirada extraña. Sabe que voy a enterarme de su secreto. —Adelante, ¿usted es? –le doy una sonrisa fingida y le contesto con una mentira. —Soy familiar del señor Peña. Me llamaron para avisarme del accidente. –Mi esposo abre los ojos con sorpresa. Creo que no esperaba mi respuesta. —De acuerdo, puede pasar. El señor Peña está bien, ahora que despertó podemos ver que no hay daños cerebrales. Tanto él como su novia se encuentran en buen estado. Les sugiero que pasen aquí la noche y mañana les daré el alta. –Comienza a escribir algo en su bloc de notas, y pide permiso para salir. Cuando nos quedamos solos, mi aún esposo, me da una mirada que no entiendo muy bien que refleja: ¿angustia? ¿dolor? ¿vergüenza? —Amelia, yo…--comienza a decir, cuando de pronto, la rubia ingresa nuevamente. —Amor, me han dicho que no tengo nada grave. Me quedaré esta noche, pero pedí venir a dormir contigo. Así mañana salimos juntos. La mujer aparenta no verme, sin embargo, está muy consciente de que estoy aquí. —Katty, por favor. Ve a tu habitación. Ella es mi esposa. –la rubia se gira para verme, haciendo una ligera mueca de dolor. —¿Qué hace ella aquí? ¿Por qué la llamaste? Yo soy tu novia ahora y te vas a divorciar muy pronto. Dile que se vaya amor. –Se acerca a la cama donde está recostado mi esposo y toma su mano. Mi vista se dirige hacia ese punto. Él no la retira, sino que al contrario, le da un ligero apretón. —Por favor Katty, déjame hablar con ella. –la chica se separa de él y camina hacia la puerta. Al momento de pasar a mi lado, me da un ligero empujón. En este momento no puedo reaccionar. Creo que estoy en shock, pues ni siquiera puedo moverme. —Amy, lo siento tanto. No era esta la manera en la que quería que te enterarás. Te juro que nunca he querido hacerte daño. Solo es algo que no pude evitar. Perdóname. –Al escuchar esa palabra, pareciera que mi cuerpo comenzara a descongelarse después de estar paralizado. Las lágrimas comienzan a fluir sin control. —¿Lo sientes? ¿En verdad? –con mucha rabia, me limpio las lágrimas que aún salen. –¿Perdonarte? No, no puedo. Lo que me has hecho no pienso olvidarlo, ni perdonarlo nunca. Si ya no me amabas, esta no era la manera. Debiste primero terminar nuestra relación. Así no se hacen las cosas. Te conozco desde hace quince años. Sabes que yo te hubiera entendido. Sé que a veces el amor no es para siempre. Pero preferiste hacer todo a escondidas. Pero si así te sentías más satisfecho, ese es tu problema. No me pidas que te entienda, cuando en mi mente nunca pasó el engañarte jamás. No te preocupes. Igual que un día como este empezó nuestra vida juntos, el mismo día se termina. Y no te apures, nunca te pondré trabas con el divorcio. Eres joven y mereces estar con la mujer que elijas. Y si esa ya no soy yo, me hago a un lado. En ese momento, la puerta de la habitación se abre para dar paso a mi suegra. Viene en compañía de la mujer que ayudó a destruir mi hogar. —¡Hijo, por dios! ¿Qué te pasó? –la señora me ignora totalmente, para inclinarse hacia su hijo. La chica va con ella y se posiciona del otro lado de la cama. La única intrusa aquí soy yo. No queriendo seguir siendo humillada, tomo mi bolso y salgo de ahí. Salgo de esa habitación y salgo de su vida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD