—¡Ethan! —intenté correrlo, pero fue en vano.
—Shh… —me besó.
Me arrastró al sofá del salón, me recostó, se puso sobre mí, eso me estaba poniendo nerviosa, demasiado nerviosa. Me tensé un poco, se dio cuenta y frenó.
—¿Estás bien?
—No, cómo quieres que esté bien —grité—, vete de aquí, enfermo —lo empujé.
—Perdóname, Anna —suplicó.
—¡Vete!
Ethan se fue, sentía un nudo en el estómago. Esto no estaba bien, no podía estar pasándome a mí. Llamé a Emily de nuevo, casi llorando, necesitaba que alguien esté conmigo.
—Em, por favor ven —supliqué.
—¿Anna? ¿Qué sucede?
Corté la llamada, sólo esperaba que mi amiga no tarde mucho en llegar.
Mi celular sonó, eran mensajes, era Ethan, ¿cómo consiguió mi número?
“Anna, lo siento, por favor”.
“Anna, por favor no le digas a Emma lo que sucedió”.
Cómo ese, eran muchos mensajes más, ¿por qué no lo pensó antes? Emily esa noche no podía quedarse en mi casa, tenía que estar con su abuela porque estaba enferma, y yo… Tenía miedo, miedo a Ethan.
Mi celular comenzó a sonar, era él, llamándome. Respondí.
—¿Qué quieres?
—Anna, por favor, déjame hablar contigo —sus intentos de súplica.
—Yo no tengo nada que hablar contigo, en todo caso, habla con Emma.
—Anna, por favor, te lo pido.
—Ven a mi casa, pero si te atreves a tocarme, llamaré a la policía.
Pasaron veinte minutos, el timbre de mi casa sonó, de nuevo la sensación extraña de tener un nudo en el estómago se apoderó de mí. Fui a abrir, era Ethan.
—Anna… —murmuró.
—Pasa.
Él entró a mi casa, cerré la puerta y fui al sofá.
—Dime, que quieres hablar conmigo.
—Anna, perdóname, en verdad —se sentó a mi lado, suplicando—, no fue mi intención, pero la que me gusta eres tú, no Emma.
—¿Entonces para que estás con ella?
—Ya te dije, sólo fue una apuesta.
—Ethan, me da lo mismo si fue una apuesta o lo que sea, pero la estás lastimando, le estás mintiendo a mi hermana.
—Anna, por favor.
—Habla con ella, explícale a ella todo esto, no a mí.
Negó con la cabeza, noté que estaba mal en verdad.
—¿Quieres algo de beber?
—Sí, por favor.
Fui a la cocina en busca de jugo fresco, serví dos vasos y regresé a la sala, me senté en el sofá de nuevo, le brindé el refresco a Ethan.
—Gracias.
Suspiré, ya me estaba tranquilizando, pero esto no iba bien, sabía los problemas en la familia que traería.
—Anna —me miró con los ojos aguados—, necesitaba poder hablar contigo a solas.
—¿Por qué yo? —murmuré, mirándolo.
—Tú… Eres especial, Anna, tienes un no sé qué, que me puede.
—Cállate.
—No, Anna, me gustas en verdad.
Lo miré, ¿lo decía en serio? Pero si soy un simple méndigo en esta casa, soy cualquier cosa menos una persona normal.
Me tomó la mano, me tensé por un momento.
—Tranquila, no te haré daño —susurró.
—Sólo tengo miedo, esto no está bien, Ethan.
Él sabía bien lo que pasaba, pero sin embargo insistía en estar conmigo. Esto era lastimar a mi hermana, y quedar muy mal en mi familia. Pasó su brazo por detrás de mí, me acurrucó contra su cuerpo. Acarició mis brazos. Besó mi cabeza.
Nos quedamos así durante un buen rato.
—¿Qué haremos? —susurró, mirándome.
—No lo sé, pero está mal.
Ethan miró mis labios, me tomó de la mejilla y se acercó, me besó. Le seguí el beso, era inexplicable la sensación que me producía besarlo.
En realidad, con él fue mi primer beso.
—Sé que estarás sola por unos días.
—Sí, ¿y?
—¿Puedo quedarme contigo?
—¡Estás loco!
—Por favor —reí.
—Iré a ducharme —me encaminé al baño.
—¿Necesitas ayuda? —rió.
Me avergonzaba de mí misma, nunca había besado a nadie, mucho menos tener intimidad. ¿Y tenía que pasar esto con mi cuñado? No podía ser cierto.
Tomé una ducha, me alisté un poco, sencilla, de entre casa, pero bien. Bajé a la cocina, Ethan me estaba esperando aún. Preparé algo para la merienda, café con tostadas y mermelada.
—Espero que te guste —dije, llevando la bandeja a la sala.
—Mm, huele muy bien.
Merendamos juntos, lo miré, ¿qué me estaba pasando?
—Ethan, debes hablar con mi hermana.
—No sé cómo hacerlo, ella es muy… Intensa —suspiró.
—Sí, la conozco muy bien —tomé un sorbo de café—, pero debes hablar, debes explicarle todo.
—Lo haré… Por ti.
—¿Por mí?
—Quiero estar contigo, Anna.
—Esto está mal, muy mal.
Terminamos de merendar, entre charlas, risas y… ¿besos? Sí, él no dejaba de besarme y demostrarme cariño.
¿Era en serio que yo le gustaba?
Ya estaba anocheciendo, Ethan se fue a su casa. Tenía colegio, viernes, último día y comenzaban las tan esperadas vacaciones.