CAPÍTULO DOS

3162 Words
Las sábanas cubrían ligeramente su cuerpo a mitad de la noche y la ventana abierta permitía el acceso a la brisa que iba directo a acariciar la suave piel de la castaña; un polo n***o de tirantes era lo único que la cubría mientras que por debajo llevaba solamente una ropa interior oscura. Una sexy provocación bajo la luz de la luna era lo que cualquier depredador deseaba tener entre sus manos, probar ese dulce prohibido y experimentar lo que era el verdadero pecado echa en persona sin temor a morir o perder en el intento. Las horas pasaban y los respiros sutiles de aquella muchacha no se detenían, como si estuviera en un profundo sueño, uno del que nadie quisiera despertar. Su apariencia tan delicada y bella, incluso cuando dormía, transmitía una sensación de tranquilidad y paz; su cabello, a pesar de que estuviera revuelto en su rostro, no le quitaba su hermosura. Parecía un ángel con solo verla. Eran las tres en punto de la mañana y la oscuridad albergaba el interior de su habitación. De pronto, desde más allá de su insondable sueño, percibió un ruido lejano que poco a poco se iba haciendo más sonoro. Despacio, comenzó a moverse hasta escuchar el vibrador de su móvil y con mucho esfuerzo trató de levantarse para ir por él, ya que lo había dejado en el escritorio que estaba al frente antes de irse a dormir. Cuando lo tuvo en sus manos lo desbloqueó y se encontró con la llamada perdida de un número desconocido. No le prestó mucho interés porque era evidente que un extraño se haya podido confundir de destinatario a esas horas de la madrugada, era normal. Bloqueó el celular, lo dejó en su sitio y caminó perezosamente hasta su cama, sin embargo, aquel objeto volvió a vibrar indicándole la llegada de un mensaje de texto. Pensó que quizá era del mismo número y trató de ignorarlo, no obstante, las ganas de apagarlo y de seguir durmiendo se apoderaron de ella. Golpeó varias veces el colchón y se elevó dirigiéndose hasta el aparato que no la dejaba en paz, volvió a prenderlo, pero esta vez no era de ningún destinatario desconocido, sino más bien, el de su mejor amiga que vivía en Alemania. Mensaje de Valezka "No puedo creer lo tonta que eres, la has lastimado, Valezka no merecía esto, has destruido cada ilusión y recuerdo suyo, le partiste el corazón y no tienes idea de todo lo que está pasando por tu culpa, sí, solo tuya, pero tranquila que para eso estoy yo, seré quien se encargue de cubrir cada agujero que le plantaste, quien vele por ella y al mismo tiempo se preocupe de todo lo que haga, yo nunca la dejaré. Ahora formaré parte de su vida, me encomendaré a ella, cumpliré cada capricho que desee porque se lo merece y también merece a alguien mejor, gracias al cielo llegué a tiempo. De paso te doy gracias por darme la oportunidad de ser su nueva mejor amiga, lo demás ya lo sabrás con el tiempo. Quién lo diría, ella aquí en Alemania y tu allá en Estados Unidos. ATT: Tu reemplazo" —P-Pero, tu fuiste la q-que se alejó... de mí —apenas fueron balbuceos las palabras que intentó pronunciar. No pudo resistir más y las lágrimas resbalaron con rapidez sobre sus mejillas. Toda esta situación era difícil de digerir, otra palabra correcta que pudiera reemplazar todo ese hecho era: irreconocible. ¿Cómo pudo sucederle esto de la noche a la mañana? La dolorosa ira seguía ardiendo en su sangre, sintiendo que tarde o temprano no iba a tener control de sí misma. A pesar de los débiles intentos por controlar sus impulsos, le fue imposible. Pocos minutos más tarde, insistió en respirar hondo y analizar, calmarse un poco. «No entiendo, a ver Samara, contrólate» se repitió mentalmente, a la vez fue regresando a su cama y tomó asiento para reflexionar. —Valezka fue mi mejor amiga desde la infancia —habló para sí misma enlazando las manos y disminuyendo su respiración—, conforme pasó el tiempo nuestra amistad fue creciendo y la unión se hizo más fuerte. Aunque, todo lo anterior no duró debido al viaje imprevisto que tuve por motivo de estudio; hasta ahora recuerdo ese brillo resplandeciente que tenían sus ojos, se desvaneció fugazmente llevándose consigo tu alegría. Fue difícil para las dos aceptar esta decisión, aunque, creí tener su comprensión al escuchar tus palabras llenas de felicidad y luego de recibir un gran abrazo tuyo deseándome suerte —el aire fue rodeándola de a poco hasta sentir la frialdad en su piel nieve. Soltó sus manos y trató de darse calentura en los brazos con movimientos verticales—. Y, por último, en el aeropuerto me dijiste que la distancia no iba a romper nuestra amistad, casi estallé en llanto, pero lo contuve dándote un fuerte abrazo, el último que pude ofrecerte. De verdad, lo lamento. Era momento de tomar una dura decisión, ya no podría insistir en una amistad que no lo valía, porque como bien claro dijo aquella persona, muy inmadura por cierto, en el mensaje ya había sido reemplazada radical e inesperadamente. Ahora comprendía el porqué de la ausencia de su ex amiga, ya estaba pasando tiempo con otra. La había olvidado así de rápido. Las lágrimas habían desaparecido de su rostro, más no el dolor que le clavó en su interior. Finalmente, luego de unos tortuosos cuarenta minutos, esta se encontraba más tranquila y sus ojos comenzaban a cerrarse, las sábanas cumplieron su función de calentarla del impetuoso viento al momento de envolverse con ellas y cerró los ojos haciendo todo lo posible por olvidar aquellas escenas mentales, de lágrimas y llantos. ×××××× Al siguiente día, la ojiazul se encontraba a la entrada del salón buscando entre todos sus compañeros un asiento libre. —¡Hey! ... ¡Hey! ... ¡Sami, por aquí! —Liz llamaba su atención haciendo gestos con las manos al aire. Esta se encontraba en la parte diagonal izquierda del salón. La castaña no sabía qué hacer, correr y dejar a su amiga vociferando sola, atrayendo la mirada de todos los chicos con sus gritos y gestos de loca, o pasar desapercibido y actuar como si no la conociera. La segunda opción era la más factible. Al ubicar una carpeta libre y sentarse, acomodó su maleta a la altura de sus pies, luego se sentó y observó al lado contrario de donde se hallaba Liz. Esta resopló de manera infantil y fue acercándose. —Sam —elevó sus ojos a los de su amiga—, quería comentarte sobre la fiesta del sábado, dentro de pocos minutos vendrá el chico que lo va a organizar y quiero presentártelo —anunció la mujer de ojos grises, cabello largo n***o y piel clara que estaba sentada al otro lado de su carpeta. Como vio que no recibió respuesta alguna por parte de Samara, sacudió su hombro para llamar su atención. —Oye, no me ignores —esta la miró de reojo para fastidiarla—. No me obligues a hacerte cosquillas. Inmediatamente, la ojiazul se irguió sobre su pupitre muy atenta a la próxima palabra que dijera su compañera. Los intentos por ignorarla fracasaron. —¿Es que no hay otra forma en la que puedas decirme que vaya hacia donde tú estás y no hacer escándalo como una loca? —dijo con el rostro colorado. Estaba avergonzada de la situación anterior. —Lo lamento —removió las manos al aire restándole importancia—, como te decía —ignoró la pregunta irónica de Samara—, mi amigo ya no tarda en venir así que te ruego que pongas tu mejor cara... La puerta se abrió de golpe sobresaltando al resto de la clase, sus ojos fueron directo hacia el responsable de aquel estruendoso ruido y para su sorpresa de Liz era el chico de quien estaba hablando. Samara también se giró sobre su cuerpo y miró cómo un chico alto de tes blanca, cabello marrón claro, ojos color miel y con un estilo de vestir entre casual y a la moda, ingresó acercándose hacia ellas. —Liz, debo hablar contigo —aquel hombre se sentó adelante de Samara— Hola —luego la saludó seriamente. —¿Ahora qué sucede contigo? —reclamó Liz con el ceño fruncido. —No creo que pueda organizar la fiesta en casa de mis padres, he tenido una discusión con ellos esta mañana y me prohibieron organizar cualquier tipo de evento —las facciones de la chica de orbes grises se endurecieron y las de Samara seguían tal y como antes de ingresar al salón, decaídas—. E-Espera, espera, no te enojes, todavía no termino, tengo un amigo que es dueño de un club y dice que si vamos antes de las once del día sábado las entradas y bebidas serán gratis. El rostro de Liz se transformó radicalmente, mientras que el de su mejor amiga permanecía intacta, aunque, no podía negarlo, por dentro sintió como miles de sensaciones iban tomando poder sobre su cuerpo, pensó que tal vez era el mejor momento para poder olvidar y empezar desde cero, muy aparte necesitaba descargar el cansancio y el estrés que ha estado acumulando durante tanto. Necesitaba un cambio en su vida y una oportunidad como esta no podía desperdiciarse. —¡Esto es estupendo! —desvió la vista de su compañero Patrick y se concentró en Samara— ¡Por favor, Sam! dime que irás, dime que siiii —alargó la última monosílaba y volvió a hacer la acción del día anterior, cruzar las manos y hacer puchero. Rodó los ojos. —De acuerdo, de acuerdo —hizo un ademán con las manos para que se tranquilizara—, pero si me llego a aburrir me largo, ¿entendido? Luego de unas cuantas risas y negaciones por parte del chico se acomodaron en sus asientos para recibir al profesor de neurociencias y cada uno extrajo los materiales de sus mochilas para comenzar la clase. En la tarde, Samara, Liz y Patrick salieron juntos de la universidad, el sol todavía estaba entre el horizonte iluminando las calles y reflejando un colorido atardecer, algunas personas seguían la misma ruta que ellos y otros caminaban en dirección contraria. Hablaron sobre las natalidades de cada uno, Patrick venía de España, desde pequeño aprendió el inglés y Liz procedía de Australia, por último Samara, con el nudo en el pecho que le impedía formular palabras al dirigirse a su país, todo porque le recordaba exactamente lo que ocurrió la noche anterior, mencionó de dónde venía. Al frente del moderno edificio blanco de catorce pisos, Samara se despidió de Liz y del chico nuevo. Cuando iba a seguir su camino para ingresar, un brazo delgado la detuvo. —Espera, olvidé presentarte a... Qué despistada soy —cogió el antebrazo de la castaña y la atrajo—. Sam, él es Patrick, Patrick ella es Sam, una de mis mejores amigas. La realidad dejó de tener sentido cuando escuchó las últimas palabras, una cosa era una amistad de escuela y otra era profundizarse. Por ahora no estaba preparada para pasar a la siguiente fase, solamente quería superar aquel incidente de Valezka y comenzar desde el principio, pero se sentiría torpe si tuviera que utilizar a Liz para eso. El simple objetivo de todo era eliminar a Valezka de su vida, no usar a alguien para lograrlo. Por otro lado, recordó cuando los tres habían recorrido la calle y cada uno se había presentado formalmente. «Bueno, es cosa de ella si quiso hacerlo por sí misma». Musitó desde su interior. —Es un gusto Patrick, disculpa su olvido. —Digo lo mismo, a veces es algo torpe —las risas se escucharon por toda la ronda. A Liz no le agradaba la idea de que sus burlas se deban a lo que hizo y para colmo ninguno tuvo compasión de ocultarlo. —Ya, ya, ya, ¿dejaron de burlarse? —se cruzó de brazos en medio de la graciosa charla. Al terminar la conversación y tratando de relajar a su amiga, cada uno se despidió del otro decidiendo marcharse. Pero a mitad de camino hubo algo que hizo que los tres frenaran al mismo tiempo. Patrick y Samara iban exactamente en la misma dirección. Liz sacudió sus pestañas varias veces, asombrada. —Esperen, ¿ustedes viven juntos? —interrogó acercándose a ellos. Los dos estaban igual de sorprendidos, Sam solamente se enfocó en tomar su ruta habitual, no tenía culpa alguna de que su reciente compañero estuviera recorriendo la misma. Quizá casualidad. Patrick fue el primero en responder. — Liz, somos amigos desde hace mucho — afirmó, logrando solo confundirla más. El muchacho acarició sus párpados a modo de frustración—, te mencioné que vivía a pocas calles de la universidad —esta seguía sin entender —, en el tercer día de clases te di mi dirección y jamás viniste —comenzó a recordar acariciando su mentón— ¡Fue en el día en que reprobaste la tarea de historia! Los labios de Liz se transformaron en una perfecta ''O''. —Ya recordé, ya recordé, perdona, pero —observó algo extrañada a su alrededor—, ¿la fiesta iba a ser aquí? —arqueó una ceja confusa, puesto que a simple vista del edificio los departamentos eran pequeños y a la justa cabían diez personas reunidas, o menos. —No, este es mi departamento, vivo en el sexto piso, la casa de mis padres es una gran residencia que está cruzando la ciudad. Samara, perdida en lo que decía su amiga, pero muy atenta en Patrick, no podía creer lo que había escuchado. Ella solo vivía a un piso menos que el de él, siempre fueron vecinos y nunca lo supo. «¿Casualidad de la vida?» dudó dentro de sí misma, aunque, aquello no era impedimento para llegar a conocerse mejor y quien sabe, ser amigos. Por dentro, sin poder creerlo, estaba contenta. —De verdad los envidio, quien como ustedes que viven juntos, yo vivo a unas cuatro cuadras más abajo, al menos no estaremos lejos —guiñó un ojo seguido de una sonrisa—. De acuerdo, nos vemos mañana —movió la mano al aire en señal de despedida mientras se alejaba de sus amigos. Los dos imitaron su gesto y partieron. En medio del pasillo bien alfombrado e iluminado con luces nocturnas de color blanco, Samara fue acompañada hasta llegar a la puerta de su casa con su nuevo amigo. Hasta ese entonces no dejaba de preguntarse por qué lo llamaba ''amigo'', esa palabra no quería despegarse de su mente y no entendía la razón. Al menos era un gran alivio saber que no estaría sola y que ahora podía contar con alguien para cualquier cosa. —Bueno, creo que este es el adiós —dijo Patrick sin despegar su sonrisa en el rostro. —Si —contestó sonrojada. Buscó las llaves dentro de su maleta y los halló—, bueno, no es un adiós es un hasta luego —introdujo la llave en la cerradura y giró a la derecha. Volteó a verlo. —Tienes razón, había olvidado que yo vivía arriba —Samara no pudo evitar reír ante su sarcástico comentario. Y tampoco pudo evitar acercarse y depositarle un beso en la mejilla, Patrick no lo tomó de manera personal, más bien amigable y le devolvió el beso en su otra mejilla, lo que la hizo tranquilizarse y entrar a su departamento despreocupada del asunto, después de ver subir por las escaleras a su nuevo amigo. ××× ¿Qué era peor para aquel hombre enfurecido y oculto detrás de los árboles? ¿Estresarse tanto por el trabajo? Tal vez, ¿el estar de pie todo el rato apoyado sobre un árbol? Puede ser. ¿Sentir como el líquido naranja mojaba su sudadera favorita debido a la presión que ejercía su mano al empaque de jugo? O, ¿ver cómo ella entraba a su departamento con un hombre? Desde ayer en la tarde no ha podido sacársela de la cabeza, fue la primera noche que no pudo dormir visualizando la imagen de ella en su mente, atrayendo a mares el recuerdo de su hermoso y perfecto rostro y ese cuerpo que moría por tenerlo bajo el suyo. Estaba totalmente perdido por ella. Vivía en una casa tan grande que cualquiera moriría por tener, añadiendo que sus mucamas lo atendían como un rey, y tenía un único mozo y chef de alta calidad recomendado por un restaurante de cinco estrellas en Italia quien le preparaba lo que deseaba. Tenía todo a sus pies, en cambio para él era nada, se sentía solo y a su alrededor lo veía todo vacío. Necesitaba una compañía, quería a su chica, quería tener en sus manos y en su poder lo que le pertenecía, no iba a aguantar mucho tiempo estando así, tarde o temprano la tendría y de eso estaba completamente seguro. Después de tomarse la libertad de perseguirla hasta su casa ayer por la tarde, no ha dejado de preguntarse si vivía con alguien o no, y ahora que la vida lo sorprendió con tal imagen, lo odiaba con todas sus fuerzas. No soportaba verla entrar con otro, imaginando vivir sus mejores aventuras con alguien que no sea con él era una agonía, un desastre, a pesar de ser sus padres o quien sea no podía tolerarlo, ella era solamente suya y cualquier persona a su alrededor era un vil impedimento para acercarse y hacer lo que ya tenía planeado realizar. Debía que ser muy cuidadoso. Pero, lo que hoy había visto fue suficiente para actuar de inmediato, aquella preciosidad se le escapaba de las manos. No estaba sola, no. Estaba con un hombre, un asqueroso hombre que se atrevió a pisar el mismo camino que ella, a respirar el mismo aire junto a ella. No podía permitir que eso continuase. Él era el único quien podía tocarla, respirar su mismo aire, sentir su calentura, excitarse con tan solo su presencia, ser la causa de su dolor, de su sufrimiento, de su alegría, de su clímax..., saborear cada poro y parte de su piel, verla todos los días amanecer en su cama y complacerlo en todo lo que le mandara, se estaba desesperando y todo por ella. Se daría a conocer poco a poco, ella debía saber quién era la persona que iba a acercarse muy pronto. Lo mejor con lo que podría iniciar era con sus cartas, esas hojas de papel que han estado reposando y esperando a ser escritas por ese misterioso hombre. Estaba listo para su primer ataque, esa noche aquella mujer iba a saber la presencia de alguien que iba a aproximarse a su vida, pero no de la manera como lo esperaba...
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