Con compañía

3789 Words
Con la respiración un poco sacudida, y luego de pasar las revisiones respectivas, me hallaba en mi asiento de primera clase, gracias a Gene mi secretaria. Gene es una persona mayor con hijos y hasta nietos. Tengo cuatro años de conocerla, en verdad la estima que siento por ella es más que aprecio, le tengo un cariño sincero. Parte del éxito que he obtenido es gracias a ella, fue la primera persona que conocí en el trabajo, desde mi llegada ha sido muy buena conmigo, asesorándome y apoyándome en la compañía. Tengo algunos privilegios del Señor Banner, por encargarme de muchos de sus asuntos privados y comerciales de la compañía, por ejemplo, usar su avión privado. Pero en realidad no me hace mucha gracia, aunque el tiempo de viaje es un poco más corto en comparación al comercial, al igual que las revisiones y el resto de cosas. Pienso que se debe a mi madre, quien me ha inculcado ser una persona previsora que no se aferre a los lujos ni al dinero, especialmente si eso no es mío. Así que prefiero viajar como todos, y las pocas veces que lo he aceptado es solamente cuando el señor Banner viaja conmigo, o cuando por una urgencia, él me lo exige. Mis viajes por asuntos de trabajo generalmente no implican que mi estancia se prolongue por más de tres días. No llevó mucho equipaje, mi maleta pequeña con objetos personales muy importantes para mí siempre la llevó conmigo. La única persona con quien lo comparto todo es con mi madre, vivimos juntos. Mi deseo es que ella siempre esté como una reina, y me gusta pasar el fin de semana con ella, aunque a veces por el trabajo eso no siempre ocurra. Y ya tengo tres fines de semana que me la paso viajando. Sinceramente por dinero no puedo quejarme, es lo que realmente me abunda. Pero mi madre en bromas dice que soy tan pobre que lo único que me sobra es dinero si no soy capaz de pensar en la necesidad de otros. Me sentía un poco pensativo, le llevaba un obsequio ya que no podría ir a comer con ella, había aceptado ir a la celebración de Rob. Después de hallar mi lugar, tomé asiento. Me tocó al lado de alguien femenino, lo supe porque encontré en el asiento contiguo una cartera de dama, elegante y en cuero de color rojo. Me abroché el cinturón, respirando hondo. En seguida la señorita aeromoza llegó a ofrecerme algo de beber. Pedí un agua mineral con hielo, siempre me pone muy nervioso el despegue. La bebí casi de un trago. De prisa una jovencita se asomó hasta pasar frente a mí, con el cabello suelto a los hombros, castaño claro, de piel clara y tan suave como la vainilla. Me fijé en sus ojos al parecer castaños también, sonrió amablemente sentándose a mi lado. —Lo siento. En instantes el avión se encontraba volando hacia mi primer destino. Estaba muy lejos de casa. Me relajé y me quedé dormido durante el viaje. Abrí los ojos de nuevo, cuando la azafata me preguntó si deseaba comer algo, observé mi reloj y supe que ya habían pasado tres horas de vuelo. Tenía el sueño pesado. Llegamos a mi primera escala y por suerte la única, el siguiente vuelo se demoraría dos horas más, eran las cuatro y media de la tarde, con suerte estaría con Robert antes de las siete. De nuevo esperé, hasta abordar. Pero para mi sorpresa, la misma chica iba a mi lado una vez más. Cuando subí ella, ya estaba sentada. Una vez más me sonrió dulcemente. — ¡Qué coincidencia! — Exclamé sentándome a su lado. —Sí, creo que nos dirigimos a la misma ciudad. La azafata una vez más nos preguntó si deseábamos algo de tomar. Pero me sorprendió lo que ella pidió. —Un agua mineral, muy fría por favor. La observé asombrado. —Que sean dos. Ella se volvió a mí sonriendo. — ¿Le gusta el agua mineral? —Sí, de hecho, siempre la pido. Me pone un poco nervioso el despegue. Nos sirvieron y al cabo de un momento el avión comenzó a moverse. Percibí horriblemente ese vació en mi abdomen en cuanto despegó. Es tenebroso poder sentir la gravedad y su atracción en un avión al despegue. Ella sonrió ampliamente al verme tan nervioso y hasta apretando los ojos. —Es normal, sabe, me costó mucho acostumbrarme. Creo que lo peor ya pasó, según la ciencia, el peor momento es cuando el vuelo ya va en marcha. Respiré profundo tratando de calmarme. —Algo he oído, creo que el riesgo es cinco minutos antes de aterrizar y cinco minutos cuando acaba de despegar. —Bueno, entonces al menos seguimos con vida. Mucho gusto, me llamo Evolett. —El gusto es mío, soy Matthew. Nos tomamos de las manos con un saludo amistoso, pero algo en ella, me hizo sentir cierto placer al tocar sus manos suaves, y supe que ella había sentido lo mismo en cuanto nos vimos fijamente. Ambos de pronto, nos hicimos los desentendidos ante lo evidente. — ¿Viaja por negocios? — Preguntó alargando la mirada a mi maleta. —No, bueno, no en está ocasión. Voy de visita. —Ha de ser alguien muy querido, para viajar desde tan lejos. —Sí, es que es algo que prometí. ¿Y usted? De pronto se sonrojó y me clavó sus hermosos ojos. Sus labios rosas me produjeron cosquillas en el abdomen. Me pareció la chica más hermosa que jamás hubiera visto antes. Algo en lo profundo de mí se enamoró instantáneamente de sus ojos, de esa pureza que irradiaba en su manera de mirar. Algo en ella me sedujo inevitablemente y mucho. —Podría decirse que es similar, voy porque tengo que estar ahí. —Ya veo. ¿Entonces viaja desde muy lejos, también? —Sí, últimamente me he dedicado a realizar lo que me gusta, soy confeccionista de ropa. Bueno, me gusta diseñar. Sabe, no quiero presumir, pero ese saco que lleva, yo lo diseñé, aunque la marca no es mía me pagan bien. No me gusta ser reconocida. Me asombró. No sólo parecía hermosa sino también poseía inteligencia. — ¡Wow! Es un saco-abrigo muy cómodo. Me encanta. Entonces soy uno de los que más compran, por lo general me gusta comprar sólo de esta marca y en esa tienda. — ¿En verdad? Con un cuerpo tan her… es decir, creo que le queda perfecto. Me hizo reír su respuesta, entendí muy bien lo que compuso según ella. Inclinó la mirada muy apenada. —Creo que usted es muy inteligente y muy buena en lo que hace, es un placer conocerla. Abrió los ojos a más no poder, volviéndose a mí y una vez más me mostró esa encantadora sonrisa. Desde que nos miramos fijamente y a los ojos ocurrió algo que no me había pasado tan intensamente antes. Sentía cierta conexión en ambos, una atracción realmente fuerte. Sonó su teléfono, y la melodía es una de las canciones que más me gustan, Summer de Calvin Harris. —Es una buena canción— Exclamé al notar que ella no había atendido. — ¿Lo cree? Mi pareja la odia, y odia toda la música que me gusta. Me pareció lógico que mencionara a su novio. Al ser una mujer realmente bella tenía todo el sentido del mundo. —Bueno, tal vez no la ha escuchado bien. Ambos sonreímos. Pero su móvil volvió a sonar, y esta vez sí se puso de pie para atender. Se disculpó conmigo al irse de prisa al área del baño. No tenía idea de quién era la persona que tenía por pareja, pero seguramente sería un tipo machista. Lo supe en cuanto ella contestó muy apenada, alejándose. Si algo sé es que no se debe imponer los gustos sobre la persona que se ama, es ridículo, son dos personas diferentes con suficiente inteligencia para saber que lo que le guste a uno no siempre les gustara a los dos. Después de un rato muy largo llegó a sentarse a mi lado. Le sonreí de modo que no se sintiera apenada al volver. — ¿Le gustan los dulces? — Pregunté. Llevaba en mi abrigo, unas gomitas. —Sí, me encantan— Contestó entusiasmada. Me hipnotizó su respuesta. La chica con la que había tenido una relación larga, bueno, ella odiaba los dulces y que fuera muy romántico con ella. —¡No puedo creerlo! Le gustan los dulces, parece un chiste. Sonreí ampliamente. —Sí, sé que no es muy sano que digamos. Pero las amo tanto como al deporte. —¡Genial, su novia ha de estar encantada!  Es una combinación perfecta. —Gracias, pero no. De hecho, no tengo novia. Mi atención se mantuvo en sus ojos, mientras ella seguía profundizada en mi mirada. Aprecié el mismo encanto que yo percibía interiormente por ella. Luego de un instante así, tomó algunos ositos azucarados de la bolsa que seguía en la palma extendida de mi mano. —Eso es raro. —Dijo ella un tanto apenada. —Parece una buena persona, bueno, me refiero a que es agradable tener una conversación con usted. Tomé varios llevándomelos a la boca, guardé el resto en mi abrigo. —Creo que no he tenido la suerte de que alguien crea eso, tuve una relación, pero no funcionó. — ¡Qué lástima! En verdad lo siento mucho. —Por favor no se preocupe. Creo que terminar fue lo mejor, no vale la pena estar al lado de alguien que no se siente afortunado de estar allí. Ella inclinó la vista pensativa, degustando las gomitas. Pero eso bastó para que me saboreara los labios. —Tiene razón. Al notar cierto abatimiento no pude quedarme con la duda y cambié de ideas. — ¿Usted, sale con alguien? Me clavó la vista. —Sí, pero en momentos he deseado separarme. No somos para nada compatibles, creo que me ve como si yo fuera algo de su propiedad, como un mueble, o algo por el estilo. Pero en general, es buena persona, es sólo que a veces no lo creo suficiente. Sé que me quiere, pero cada día me convenzo que en realidad desearía estar con alguien que pudiera entenderme, para el soy imposible de comprender. De pronto dejó de hablar, era como si ella misma hubiera sentido que me explicaba de más, mientras tanto pensaba en lo que había dicho. —No, no parece así. Es extraño, creo que usted es una persona maravillosa. ¿Le han dicho que es hermosa? Se sonrojó a más no poder. —Es muy dulce, gracias, pero no lo considero así. —Pues créame lo es… Tomé su mano, sujetándola delicadamente. Ella se quedó paralizada observándome fijamente. —Y es inteligente, una combinación perfecta— Agregué sin apartar mi mirada de sus preciosos ojos.  Me di cuenta, que a pesar de que era brillante, no lo sabía. Otra en su lugar sería exhibicionista, engreída y orgullosa a más no poder, como la mayoría de las mujeres que había conocido. Me sonrió, pero a pesar de ello, pude ver cierta fragilidad en su mirada. —¡Qué hermosas palabras! Se lo agradezco. También apretó mi mano, luego la soltó apenada. Seguimos conversando y me sorprendió lo mucho que teníamos en común. Al ser tan hermosa no entendía en qué situación estaba para sentirse así, abatida y triste. Quise darle todo de mí, y solamente llevaba unas horas de conocerla. —Siempre he querido viajar a una playa preciosa, pero a mi pareja no le agrada salir, prefiere quedarse en casa los fines de semana, por eso decidí dedicarme a lo que me gusta, al menos tengo una excusa para viajar y hacer lo que me apasiona. —Entonces, usted vive con él. —Sí, para serle honesta soy casada. Me apesadumbró su confesión, me dolió casi físicamente. Pero por primera vez en mi vida, la tentación me parecía un mito. Al ser ella tan diferente a muchas mujeres que había tratado y ejercer una atracción irresistible, me importó muy poco. — ¿Y cuánto tiempo lleva casada? —No mucho, pero si lo suficiente como para saber que me equivoqué con respecto a lo que pensé que sería. De pronto me sujetó la mano con fuerza, y eso me hizo sentir aún más nervioso cuando el avión aterrizó. Ambos sonreímos inevitablemente. Juntos bajamos del avión y le di mi mano para ayudarla a descender de las gradas. Fuimos a recibir nuestro equipaje. Le entregué sus maletas en cuanto vi en ellas la etiqueta con su nombre. —Gracias, en verdad fue todo un placer conocerlo. —El placer es todo mío, Evolett. Sabe ahora que hay alguien que le encanta lo que hace. —¡Gracias! En verdad le queda muy bien, creo que sería un modelo genial para las prendas, bueno, no me lo tomé a mal, pero tiene un excelente porte y estilo y se encuentra en muy buena forma. — ¿En verdad lo cree? —Pregunté, alzando una ceja, deseando en lo más profundo de mí que lo dijera, en otros términos. —Por supuesto, estoy un poco acostumbrada a ver a los modelos que designa el lugar donde trabajo, pero usted está por encima, es decir se ve bien. Le parecerá una locura, pero justamente hoy mi viaje fue para poder contratar a alguien para modelar ropa masculina, pero no logré aceptar a ninguno, nadie tenía lo necesario. Creo que usted sería perfecto. Sonreí asombrado. Si bien me ocupaba en mi salud, no pensé que me considerara tan atractivo. —Nunca había pensado en ser modelo, pero me parece divertido. —Bueno, si se decide, creo que haría una buena fortuna. Sus palabras me dieron el valor que necesitaba. —No quiero ser atrevido, pero ¿cree que podamos conversar otro día, de esto? Bueno, hablarlo más despacio, espero que le guste el café con pastel de manzana. Me sonrió ampliamente, y me recibió sus maletas. —Me encantaría. Éste es mi número. Me entregó una tarjeta, la sacó de su bolso. Al menos tenía una excusa para volvernos a ver. Acomodó las maletas al suelo, acariciando varios mechones de su cabello. —Sabe, de hecho, porque esperar, Vamos por un café. Aún es temprano, bueno no llevó mucha prisa— Exclamó dulcemente. Observé el reloj pulsera que Robert me había regalado, y vi que faltaba media hora para las siete. —Por supuesto. Estoy seguro que le gustará un lugar que conozco por aquí. —Gracias Matthew. Tomé sus maletas de nuevo y las mías, y las subí a un taxi. Llegué de prisa a un lugar no lejos del aeropuerto donde me darían un automóvil de alquiler. Rápidamente íbamos al lugar donde tomaríamos algo. Me sentía muy a gusto con ella, como si nos tratáramos de toda la vida. Estacioné el vehículo, dándome cuenta que había empezado a nevar. Evolett se puso un gorro de lana. Y juntos ingresamos a la mejor cafetería. Tenían los cafés más raros con combinaciones casi bizarras, los capuchinos eran exquisitos, pero amaba las tartaletas de frutas. Tomamos asiento cerca de las ventanas, ordenando lo mismo. Comí encantado a su lado, y hablando de cosas triviales hasta terminar riendo. El tiempo se fue de prisa. Ni siquiera nos dio tiempo para hablar de su trabajo ni del mío. Nunca me había sentido tan cómodo con alguien, y eso que creí estar enamorado por muchos años. Al salir del lugar, por lo húmedo y resbaloso del suelo, ella dio un tras pie, por suerte la sostuve antes de que se diera contra el pavimento. En mis brazos, la atracción se volvió feroz. Casi al mismo tiempo nuestros rostros se aproximaron. No pude contenerme, incluso cuando noté en su mirada un espanto y asombro ir en aumento. Nuestros labios se sellaron en un dulce y tierno beso. Aunque mis labios suavemente tocaron los suyos, el roce me pareció suficiente como para que todo mi cuerpo se llenara de satisfacción, instado y ansioso por más. Me ericé, y me encantó la sensación; sabía que ella había percibido lo mismo en cuanto noté su respiración. Pero se apartó de mí, rápidamente. — ¡Dios mío! Yo, lo siento, no sé qué pasó. Le sonreí, sorprendido también. —Lo siento, en verdad. Pero no me arrepiento. Aunque apenada mostró una tierna sonrisa.   —Es que, jamás me había pasado algo así, se lo juro. Pero… Tampoco me arrepiento. Una vez más fui un completo atrevido, la acurruqué en mis brazos y la besé dulcemente. Ella se quedó quieta, pero disfrutando de mis labios besándola. Para mí conocernos había sido un acierto en un juego del azar. Soy de la idea que todo ocurre por alguna razón. Y en la guerra y en el amor todo es permitido.   Había sucedido algo que ni siquiera hubiera imaginado. Lo que menos quería ahora era ir a la condenada fiesta de Rob. No cabía duda, me había enamorado completamente. Se aferró a mí con ternura. No solía ser tan pasional, pero con ella sentí esa conexión química y romántica en la que solamente se puede pensar en amar y complacer. Me sentía tan desequilibrado como un adolescente enamorado. Mi teléfono sonó con fuerza. Ella inmediatamente se apartó de mí, tuve que volver en sí. Saqué el móvil de mi bolsillo. En el indicador vi el número de Robert, pero no contesté. Ella ya estaba en el automóvil, luchando por sacar las maletas. Corrí de inmediato, y la detuve. —Espere, Evolett. Ella se volvió a mí, desconcertada. —Dígame a donde va, yo puedo llevarla. Respiró profundo antes de hablar. — ¿Está seguro? Creo que por hoy ha sido muy amable conmigo, no quiero abusar de su generosidad. —Dijo alargando sus manos a las maletas, pero una vez más lo impedí. —Para mí es un completo gusto, lo haré encantado. Me echó la vista apenada, sujeté la puerta de la cajuela cerrándola de un empujón. —Vamos, usted me dice a donde. Abrí la puerta del copiloto. Subió dándome una sonrisa tímida. Me puse en marcha y luego de diez minutos ella me hizo señas de estacionarme a un lado del Hotel Palace. Reconocí el lugar, el mismo donde Robert me había pedido reservar. Sin embargo, había decidido quedarme en otro lugar igual de bueno. — ¿Usted se quedará aquí? — Preguntó en un susurro. —No, de hecho, reserve en otro lugar. ¿Usted se alojará aquí? —Sí— Dijo sin mucho valor, cambiando de estado de ánimo al instante. Nos bajamos del automóvil. Y la ayudé con el equipaje. Subí hasta su habitación después de que le entregaran su llave en la recepción. No sabía si era producto de lo que estaba pasando, pero en el lobby había muchas personas que me conocían. Personas que trabajaban en la misma empresa. Varios me alzaron la mano saludándome, les devolví el saludo, sin salir de mi asombro. Subimos el ascensor. Se despidió de mí en la entrada de su habitación. —Gracias por todo Matthew, le pido en verdad disculpas… —Se lo repito, por favor, no se disculpe. —Sabe, me duele en cierta parte porque jamás había conocido a alguien como usted. Matt no quiero mentirle, todavía no me decido a muchas cosas, pero sí me arrepiento por haber tomado una decisión a tan a la ligera con mi matrimonio, quizá por eso ahora me encuentro en este lío. La observaba fijamente, notando como todo de mí pedía volver a verla. —Nos encontramos en este lío. Quedó absorta, sin poder ni siquiera parpadear al verme. —No me quedaré lejos estaré muy cerca, este es mi número. Tomé mi pluma y anoté mi número telefónico en su palma. — ¿Está seguro? —Si se refiere a que nos volvamos a ver, por supuesto me encantaría. Se despidió de un beso en la mejilla, la abracé y se aferró a mí en ese abrazo. Me marché en cuanto ella ingresó a su habitación. En verdad deseaba verla de nuevo. No entendía realmente que estaba ocurriéndome, pero estaba dispuesto a mucho. Tomé el ascensor, sin dejar de sonreír como idiota y al salir, alguien me sujetó de los hombros, me volví de inmediato. — ¿Cómo llegaste aquí? Pensé que no tomarías en cuenta mi referencia. Hablé con Gene y me dijo que te hospedarías en el hotel Devine. — ¿Robert? No podía creerlo. —Te llamé porque quería darte la sorpresa de que había cambiado de lugar para el festejo. Será aquí en el hotel. Pero no me contestaste, y además no te has vestido apropiadamente— Agregó viéndome de pies a cabeza. —Ah… lo siento, no pude contestarte es que venía conduciendo. —Descuida, no te ves tan mal, para ser honesto, creo que podrías venir conmigo, ya es hora. Te presentaré a mi querida esposa. Asentí con la cabeza aún sorprendido. Me llevó hasta el lugar donde sería el festejo. Me presentó a varias personas y todo era de primera categoría con la ostentosidad hasta más no poder, el lugar, la cristalería, la comida, tal como le gusta a Robert. Me pasó una copa de vino y bebimos juntos. De pronto una chica se asomó a la entrada del lugar, Robert me dio un empujón, y fue al encuentro de la hermosa dama. Tenía el cabello suelto a los hombros castaño, un collar de oro en perlas sobre su pecho, y un vestido rojo escotado por la espalda que mostraba su buena figura. Ella lo recibió con un beso y lo tomó del brazo, aún estaba perplejo observándola. Robert la acercó a mí. La mirada de la hermosa chica parecía triste y vacía, como si estuviera presente por un dictamen más que por festejar. —Bueno, mi querido Matt Nether, ella es mi amada esposa y mi tesoro más querido: Evolett, la mejor diseñadora a la fecha. Me desajusté el abrigo y lo coloqué sobre un sillón, llevaba puesta una camisa color azul con pantalones oscuros, ella me observó de pies a cabeza, tan espantada como seguramente yo.  Sus labios estaban del mismo tono de su exótico vestido. Me clavó la vista. —Mucho gusto, el placer es todo mío— Contesté aun pensando muy bien cada palabra. Dentro de mí, me sentí el peor de todos los culpables existentes. Evolett era la esposa de mi mejor amigo. ¿Cómo podría haber ocurrido algo así? Realmente no era cualquier mujer, era la mujer de la cual me había enamorado.
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