Tal como si fuese una llama que necesitará de ser apagada, Alexander terminó por retirar cada prenda que cubría su cuerpo y caminó hasta la ducha, abrió la llave y dejó caer el agua fría, ingresó bajo aquella lluvia dentro de su baño y elevó el rostro para sentir las gotas heladas golpear su cara y así mismo calmar ese calor que no pretendía salir de su cuerpo. Luego de pasar algunos minutos bajo la regadera y de lavar su cuerpo, salió con tan solo una toalla enredada cubriéndolo desde la cintura. Alexander se colocó un pantalón de pijama y bajó hasta su cocina para comer algo. Mientras servía un plato con ensalada y un poco de carne que Odelia, la mujer que se encargaba de la comida había dejado preparado, se escuchó el abrir de la puerta. —¿Estás en casa? — gritó la voz de Damián —