~PRÓLOGO~

1844 Words
14 de julio del 2022 Sandra. Me deshago de los jeans y la camisa verde limón, quedando completamente desnuda delante del espejo de mi cuarto de baño, echándole una suave ojeada a mi madre que duerme plácidamente con la cobija cubriendo su figura algo robusta y sus hebras blancas por la edad remarcándose por sobre algunos mechones castaños que aún conservan su color natural, llamando la atención a pesar de la escasa luz que entra por el ventanal de la habitación. Dejo la puerta abierta, mordiendo mi labio inferior con mis orbes deteniéndose en el rostro de la mujer que me devuelve la mirada… Unas ojeras algo pronunciadas se pueden apreciar debajo de sus ojos, un iris miel poco común con un brillo resaltante, unas largas pestañas rizadas, cejas pronunciadas, pómulos abultados con pecas esparcidas entre su nariz y mejillas, unos labios finos. Tomo una última bocanada de aire girando la pileta de la bañera que no tarda en llenarse poco a poco. Introduzco mi cuerpo, sintiendo el agua calmar la tensión de mis músculos que no demora en llevarme a cerrar los ojos con el movimiento que ejecuto esparciendo el jabón líquido por mis poros. Mi corazón se sobresalta al escuchar el sonido de mi teléfono móvil, impulsándome a extender la mano agarrando el dispositivo con la pantalla iluminada, descubriendo el número desconocido que incentiva mi poca estabilidad… Descuelgo después de tomar una muy buena cantidad de aire que relaja la tensión que con solo saber lo que se viene, regresa a apropiarse de mis músculos, posando el objeto en mi oído con mis dientes apretando con fuerza mi labio inferior. —Restaurante “La Carrier”, conjunto formal con algo rojo, un Ashton te estará esperando —se cuelga la llamada, ocasionando que acople mi cuerpo debajo del agua, sosteniendo la respiración por unos minutos en los que quisiera desaparecer. Cierro los ojos, odiando que no tenga ni siquiera la posibilidad de negarme; solo pretendiendo que odio lo que hago por las noches, más cuando siempre todo es por el error de una persona que se suponía debía darme el mejor ejemplo. Las bocanadas de aire que trato de sostener para aguantar las estupidas ganas que tengo de llorar son insoportables. Limpio mis mejillas con molestia, aplacando el malestar en mi pecho con una fingida sorpresa que se ve levemente real. Finalizo mi tarea, envolviendo mi anatomía esbelta en una toalla con mi cabello n***o goteando constantemente, mientras me detengo a solo unos pasos de mi progenitora, cruzando miradas con el pequeño cesto de basura al lado de su cama; odiando que predominen las toallas desechables con sangre. —Mi niña —mi corazón se acelera con solo escuchar su voz. —Aquí estoy mamá —murmuro tomando asiento a su lado en la cama siendo incapaz de irme y dejarla sola en su estado. Entreabre un poco sus ojos, mostrando una media sonrisa que no me da paz, porque a pesar de todo se lo mucho que está sufriendo; reconozco lo herida que está no solo física también emocional. No hay peor dolor que perder al amor de tu vida después de casi sesenta años juntos, dos hermosas hijas y millones de recuerdos que solo la atormentan, desapareciendo poco a poco por culpa de una enfermedad que solo está pasando factura con cada día que pasa. —Te estás alejando de mi pequeña —posa su mano encima de la mía en toque suave que empaña mis ojos por segunda vez. —No lo hago mamá, sigo estando aquí —asevero acariciando su mejilla con leve caricias—. Jamás me iré. Sonríe, liberando uno que otro suspiro, a la misma vez que mi pecho se oprime con uno de mis peores miedos… Perderla. —¿Por que no me hablas de cómo te va la universidad? —cuestiona mirándome con esa profundidad que me pone a negar internamente con el dolor plasmado en mis fracciones. Dolor… La mayoría de las personas no tienen idea de él extenso significado de esta pequeña palabra. Dueña de una gran cantidad de mínimas emociones que se ven contenidas dentro. Cada una de las cadenas que se ligan entre ellas son una repercusión constante que nos ata de manera incorrompible causando una reacción en cadena. Lo que sucede es que en ocasiones nos dejamos vencer por el dolor, trayendo el odio y la venganza de la mano, olvidándonos que a veces las cosas deben hacerse con cuidado, debemos sobrepensar los pros y los contras de esas situaciones. Perdí a mi padre, a mi hermana pequeña y ahora solo me queda menos de lo pensado para perderla a ella. Le propino suaves caricias en su cabello, besando su coronilla con un cálido beso que la impulsa a abrazarme con un poco más de fuerza, para después cerrar sus ojos con su respiración volviéndose acompasada. —La universidad va bastante bien madre —miento, dejándome llevar por la suave música de violines que reproduzco en la vieja reproductora superpuesta en la mesita de noche al lado de su cama. Hablo por al menos unos diez minutos sobre cosas que ni siquiera son reales, mientras ella se va sumiendo en un sueño profundo con una extensa sonrisa en sus labios que calma el dolor en mi pecho, pero no evita que mis mejillas se empañen en las lágrimas, las cuales no dejan de bajar sin ninguna complicación. Aprecio el vestido rojo que resalta en una de las perchas del closet, agarrándolo solo con el objetivo de hacer que esta noche acabe lo más rápido posible. Cubro mi anatomía en mi conjunto interior de encaje rojo que se acopla como una segunda piel a mis curvas. Repito el mismo proceso con el vestido formal ajustado a mi anatomía, mostrando una mini cintura y un escote recto sin tirantes, un gran cierre en la espalda con un largo hasta el suelo. Me confecciono un peinado no tan llamativo con algunas ondas sobresaliendo, tomo mis pendientes de rubíes con forma de estrella, unos tacones Louis Vouttin. Aplico una escasa capa de maquillaje que recubra mis pecas, delineando mis labios con un labial rojo opaco. Extiendo mi mano dando con el bolso de mano n***o de perlas donde guardo mi móvil, la tarjeta de credito, el corrector, dejándole un mensaje a Rosita, una de las vecinas que me ayuda de vez en cuando con los problemas de mamá cuando debo… Trabajar. Salgo del apartamento, esquivando a uno que otro vecino chismoso, recibiendo la segunda llamada de advertencia que solo me reitera que debo apresurarme más de lo estipulado. —¿Señorita Martínez? —sonrió de medio lado, cruzando mis orbes mieles con los azules del castaño que no tarda en profezarme un coqueto guiño, mientras abordo el auto en el asiento del copiloto. Una hermosa Hummer negra con cristales polarizados. —Te toco ser mi chofer hoy —susurro, aplicándome un poco de rubor en las mejillas. —Será así todos los días —anuncia emprendiendo nuestro camino hacia mi próximo encargo. —Agradezco que sea así —beso su mejilla, casi impactando mis labios sobre los suyos en el momento que se voltea por instinto. —Lo siento —se disculpa lanzándome una de esas miradas que haría suspirar a cualquier chica, pero yo soy la excepción. —Ni te preocupes —Le resto importancia acoplando mejor mi anatomía en el asiento del copiloto colocándome el cinturón de seguridad. Sostengo una buena cantidad de oxígeno dentro de mi sistema por unos nanos segundos, liberándolo después solo para calmar la ansiedad que se apropia de mis sentidos. —¿Sabes quien será mi cliente? —cuestiono centrando toda mi atención en su persona. Delineo lo bien que le queda el ajustado traje a su anatomía, a la misma vez que aprieta su mandíbula y su agarre en el volante. Ashton es sensual, un galán de novela, pero la perfecta fachada conserva otras cositas perversas. —Es uno de última hora, así que, lo siento no tengo ni idea —aclara mostrándome una sonrisa de disculpa. Resoplo, acomodando mi cabeza en el cabezal del auto, dejando que las suaves notas de una canción que desconozco al menos por el largo trayecto relajan los nervios que tienen mi corazón latiendo como loco. El tiempo transcurre en un silencio sepulcral, momentos que a veces pasan así solo porque o yo no tengo ganas de hablar; o tal vez porque estoy tan nerviosa que siento como mis entrañas se remueven de manera incesante. —¡Llegamos! —menciona deteniendo la camioneta detrás de un descapotable que me parece algo reconocido, pero no recuerdo muy bien de donde. —¡Gracias guapo! —exclamo besando su mejilla por una última vez, a la misma vez que me bajo aún con mi corazón estrellándose contra mis costillas con inescrupulosos latidos. —Me llamas para recogerte —redacta con una de sus cejas alzadas y con ese tono demandante que lo caracteriza. —¡Okay! —finalizo viendo cómo se marcha. Alzo la mirada encontrando la luna alumbrando el cielo, llenándome de una incertidumbre que no calma esa mala sensación que jamás me había embargado tanto como ahora. —¿Eres Sara? —Si yo… —Esperaba que me mandaran una mujer mucho mejor —me quedo de piedra, mordiendo mi labio inferior y ajustando con intensidad el agarre en mi bolso, sintiendo como mi vida se terminara jodiendo solo con el hecho de voltearme; incluyendo la rabia corroerme con las ganas de lanzarle un buen zarpazo. Inflo mi pecho en una buena bocanada de aire tratando de aplacar el que quiera asesinarlo. —Seguro tú no estarás muy bueno que digamos si es que estás pidiendo… —pregunto mordiendo mi lengua para no actuar de manera borde. —Créeme que soy alguien muy capas de tener a la mujer que yo quiera —la prepotencia se nota en el tono en el que habla. —¡Eres un creído por lo que veo! —hablo en un vos baja. —¡Lengua larga y atrevida! —sentencia—. No sabia que podíais hablar. Mis ganas de asesinarlo cada vez son más fuertes, jamás un desconocido me había tocado tanto los ovarios como ahora. Alzo la mirada al cielo suplicando tanta paciencia como sea necesaria. —No sabía que serías un cretino —suelto casi queriendo voltearme con la ropa corroendo mis entrañas. Me niego a voltear mi rostro; sin embargo, el parece no querer todo lo contrario, deteniéndose a mi lado con esa expresión escéptica que me esperaba. —¿Sandra? —mi corazón se detiene; levanto la mirada con cautela, cruzándome con sus iris marrones oscuros, su rostro esculpido por los mismos dioses, una sonrisa incrédula en su expresion junto a la sorpresa bien plasmada en sus fracciones. —¿Dorian? —acurruco su nombre en mis labios. —Creo que esta noche será muy interesante —asevera mostrando una sonrisa de dientes blancos que enrojece mis mejillas y acelera los latidos de mi corazón.
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