Sólo las palabras tienen el poder de crear su propio mundo, aunque no siempre podamos vivir en ellos. El día siguiente llegué puntual a la hora prevista por él, el día anterior. Al ser sábado podíamos empezar desde temprano. Y tanta fue mi ansiedad que olvidé desayunar, ahora podía sentir mi estómago vacío y mis tripas sonando. Él abrió la puerta. Se veía diferente en camiseta y bermuda. Era realmente apuesto, sus brazos eran gruesos y definidos. Eso no lo dejaba ver la camisa con la que estuvo en el taller literario, ni el día de la firma del contrato. Tal vez era yo que estaba dispersa, eso creo, porque la definición de sus hombros y bíceps no se podrían ocultar bajo una camisa. –¡Buen día Bianca!– me dice mientras se abre paso y me señala con su mano para que entre. Al entrar per