Cuando Merybeth lo miró, se quedó perpleja, Sean Hyland tenía un rostro perfecto, como tallado por los dioses, sus ojos almendrados grandes, con pestañas espesas y de un color miel, su nariz recta y su barba cuadrada, tenía unos labios gruesos de color ciruela, y piel blanca, era tan atractivo que toda la gente lo miraba como si hubiese salido de un personaje de los libros, y ahora deambulara por el lugar, ella sonrió al verlo
—¿Nos conocemos? —exclamó con voz ronca, y firme
—No, pero deberíamos —aseveró Merybeth y su coqueta voz, provocó que el hombre frunciera el ceño, claro que muchas mujeres se abalanzaban sobre él, pidiendo un poco de atención, pero muchas temían de su cruel temple, excepto esa chiquilla ante sus ojos, la miró con algo de sarcasmo
—¿Y por qué?
—Bueno, porque estás muy solito, y yo soy muy buena compañía —dijo Merybeth y supo que ya estaba bajo la influencia del alcohol
El hombre hizo un gesto de fastidio
—¿Y qué me puedes ofrecer tú, que nadie más lo haría?
—¿Yo? —ella se sintió cohibida, de pronto ante ella, la postura de ese hombre le pareció muy firme, e intimidante, pero si era su última oportunidad, decidió apostar por ella, de pronto colgó sus manos a su cuello, con su gesto más sensual—. Puedo ofrecer una agradable vista a tus ojos, y además soy muy divertida.
Sean hizo una mueca de burla
—¿Acaso eres un bufón?
Ella no esperaba tal actitud, y lo miró confusa
—¿Eh?
—No eres tan bonita, como piensas, querida, he visto más hermosas que tú, y lo de divertida, podrías pasar más por ridícula.
Ella arrugó el gesto antes sus palabras, y su rostro se volvió rabioso como enrojecido
—Estás ciego, esa es la verdad, porque en la vida, jamás podrías conocer a alguien tan hermosa y simpática como yo —sentenció, estaba tan molesta y quería demostrárselo, sobre todo al ver su gesto que levantaba su ceja, haciendo un gesto de incredulidad, ella besó sus labios, primero fue solo un roce, pero el sabor dulce le gustó, Sean quería detenerla, por un instante ni siquiera correspondió, pero sintió su cálido aliento, su perfume de azahar, y se sintió embelesado ante la suavidad de sus labios, sus manos se aferraron a su cintura, acercándola más a su cuerpo, profundizó el beso, haciendo que sus lenguas danzaran y se acariciaran, Merybeth sintió que temblaba, que mariposas revoloteaban en su estómago, era tan rara la sensación, hace mucho que no se sentía de esa manera
—Señor…
Esa voz los distrajo y se alejaron, Merybeth tenía sus mejillas cubiertas de rubor, de pronto se sintió insegura, como una tonta, solo quería irse, estaba por hacerlo, pero la voz de ese hombre se coló en sus pensamientos
—¿Qué pasa?
—Señor, por desgracia, la señorita Norman, ha huido del país, se ha negado a casarse con usted, y canceló el contrato. ¿Quiere que la busquemos?
—No, déjenla ir en paz, no importa, busca a otra mujer que quiera casarse por contrato, mañana mismo.
Ella le miró con algo de estupor, no esperaba que él pudiera necesitar algo así, y de pronto, cuando recordó aquella traición de Joe y Sophie en su contra, se armó del valor que le faltaba
—¡Yo, señor Hyland! Yo me caso con usted por contrato, no busque más, soy la elegida.
Sean Hyland que había olvidado su presencia, giró a mirar a esa mujer que estaba aún frente a él y tenía una gran sonrisa en sus labios rojos. La miró de arriba abajo, era realmente hermosa, de cabellos muy oscuros y sedosos, ojos azules, y cuerpo esbelto, pero el dudó, era muy joven, por lo menos una década menor a él. Sean miró sus ojos fijamente casi como si pudiera leer en su mirada
—No —dijo y dio la vuelta yéndose seguido de su empleado
Merybeth nunca se sintió tan ofendida, lo maldijo entre dientes y tomó otro trago para beber, cuando volvió a la barra no encontró a Jane por ningún lado, caminó por el bar, tratando de buscarla en la pista de baile, pero fue imposible, de pronto sintió que un hombre tomó su brazo con fuerza
—Bailarás conmigo, preciosa —aquello sonó a una orden, más que a una invitación, ella nunca había visto a ese sujeto en su vida, pero era un tipo robusto y con un gesto de depravado que no le gustó
—Yo no bailo con usted —dijo intentando alejarse de su alcance, pero él volvió a sujetarla con más fuerza
—¡He dicho que bailarás conmigo toda la noche! Luces como la reina del baile, y lo serás para mí.
Ella gritó negándose
—¡¿No entiendes lo que es un no por respuesta?! —exclamó una voz tan masculina, que parecía el bramido de una bestia, cuando el hombre lo miró, aún hizo un gesto de furia, pero de pronto un amigo se acercó
—¡Déjala! Este hombre es el más rico de la ciudad —dijo
El acosador bajó la mirada, intimidado, y soltó a la chica, yéndose de prisa, al lado de su acompañante.
Merybeth estaba confusa de todo lo que pasaba, miró su brazo aún enrojecido por aquel fuerte agarre, cuando alzó la vista se reflejó en aquellos ojos dorados, y la mirada fulminante de Sean Hyland, que la había salvado
—Mañana te veré en el registro civil a las diez de la mañana, lleva tus documentos, porque nos casaremos —dijo Sean Hyland
Ella lo miró impactada, se limitó a asentir, luego Jane se acercó a ella
—¿Qué sucede? —exclamó Jane, pero Merybeth no supo que responder
—Mi chofer te llevará a casa, así sabrá donde recogerte mañana.
Merybeth fue incapaz de decir una sola palabra, y el hombre solo dio la vuelta y se fue, mientras su empleado permaneció con ella
—Merybeth, ¿Qué rayos pasó? —exclamó Jane
—¡Creo que me he metido en un buen lío! —exclamó ella
Salieron del bar y Jane aún pudo mirar a Merybeth asustada
—Creí que solo ibas a divertirte, Merybeth, lo que hiciste es grave, puede ser el hombre más rico de la ciudad, pero no sabes nada más de él, ¿Acaso solo te casarás con él para vengarte de Joe y Sophie? Piénsalo, no tienes que arruinar tu vida, puedes simplemente negarte, y no asistir.
Ella asintió despacio y se despidieron, Jane fue a tomar su auto y Merybeth tuvo que ir con ese chofer que el señor Hyland le dejó a cargo, subió y la llevó hasta su casa.
Cuando llegó bajó del auto, pero cuando estuvo por entrar, observó a Joe parado sobre la acera, mirándola con ojos muy pequeños, como si tratara de escudriñar de dónde venía a esa hora
—¿Dónde estabas? Mira cómo estás —dijo al notar que había bebido
—¡Qué te importa! —exclamó—. ¿Crees que después de besarte con mi hermana, de ser infiel, tienes aún algún derecho sobre mí? ¡Eres patético! Nunca te voy a perdonar lo que me hiciste, acabaste con todo mi amor, pero te diré algo, no acabaste con mi dignidad, algún día te vas a arrepentir.
—¡Cállate! —gritó él tan fuerte que incluso le dio algo de temor y miró sus ojos con decepción, ya no sabía quién era ese hombre—. No tienes idea de lo que hablas, ¡Eres solo una inmadura!
—¿Inmadura? ¡Eres una basura! —exclamó abofeteándolo con todas sus fuerzas, necesitaba desquitar la furia que sentía
Joe volvió su mirada, luego de tocar su mejilla, y de pronto, sin contemplaciones la tomó del rostro y la besó, sintiendo como ella se negaba, y se resistía a él.